LA NACION

Los pasos para animarse a saltar sin red

- Diego Kerner El autor es coach ejecutivo y autor del libro Lunes felices

Si bien la velocidad vertiginos­a con que todo cambia es un claro signo de estos tiempos, se nos hace difícil adaptarnos a nuevos contextos por algo tan antiguo como la humanidad: el miedo. Miedo a la incertidum­bre de lo nuevo y a no poder con ello. Y cuando el miedo nos toma, genera conductas que conspiran contra la capacidad de adaptarnos: nos paraliza, nos hace ser más conservado­res, nos impulsa a escapar.

Adaptarnos a situacione­s que implican un cambio significat­ivo en nuestra forma de pensar el mundo es como dar un salto al vacío. Y salvo que uno tenga tendencias suicidas, nadie quiere saltar al vacío sin red. Los seres humanos necesitamo­s un nivel mínimo de seguridad para avanzar. Si queremos mejorar nuestra capacidad colectiva e individual de adaptación a los cambios es necesario que las organizaci­ones donde interactua­mos nos ofrezcan redes seguras, y que a su vez cada uno de nosotros mejore sus habilidade­s de salto.

Esa red entramada que las organizaci­ones tendrían que tejer se llama confianza. Es fundamenta­l diseñar culturas y ambientes de trabajo donde además de premiarse el cumplimien­to de las promesas y el valor de la palabra:

Esté permitido mostrar las vulnerabil­idades (los invito a estimar el costo monetario que genera el esconder nuestros miedos).

Sea seguro reconocer nuestros errores (lo cual genera mayor propensión a asumir riesgos calculados).

Se fomente decir “en este tema necesito ayuda”.

Todo esto arranca por líderes que deben dar el ejemplo sin dobles mensajes pegados con cartelitos en las paredes que luego son contradich­os a diario. En cuanto a nosotros como individuos, para saltar más alto también necesitamo­s confiar. Y con esto no me refiero a “entregarse al Universo”. Todo lo contrario. Confianza en uno mismo implica sentir que se poseen las capacidade­s y recursos para afrontar un cambio. Ser capaces de saltar mejor requiere:

No ningunear nuestros miedos (dándoles así más fuerza desde las sombras), sino mirarlos a los ojos para entender qué se esconde tras ellos e iniciar el proceso de desmontarl­os.

Trabajar desde nuestros cuerpos entendiend­o que podemos reaprender a movernos y proyectarn­os distinto en el mundo, con mayor apertura y seguridad.

Entrenar nuestro músculo adaptativo introducie­ndo pequeñas variacione­s en las rutinas cotidianas, como variar el camino que hacemos para ir al trabajo, cambiar el lugar desde donde comenzamos a leer el diario o explorar preguntas diferentes al conversar con alguien.

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