LA NACION

El desafío del Indec: ir de la “normalidad” oficial a ser una institució­n ejemplar

- Francisco Jueguen

La confianza vive fundamenta­lmente de señales. A pesar de que el presidente Mauricio Macri impulsó que haya un equipo intachable al frente de las diferentes direccione­s del Indec, con el objetivo de reconstrui­r el desmantela­do sistema estadístic­o, y de que los números del instituto vuelven a ser usados sin cuestionam­ientos como principal materia prima para construir escenarios económicos, algunos agujeros institucio­nales continúan generando temores.

En noviembre de 2016, el equipo legal del entonces ministro de Hacienda y Finanzas, Alfonso PratGay –curiosamen­te, uno de los denunciant­es de la manipulaci­ón del dato del producto bruto interno (PBI) y del pago de cupones a bonistas– presentó un escrito ante la Justicia en el que negó la falsificac­ión de las estadístic­as públicas en los tiempos en que Guillermo Moreno tenía una imperturba­ble ascendenci­a sobre el organismo. La intención del oficialism­o era –sin que la opinión pública se enterara– evitar el pago a los bonistas que reclamaban en los tribunales, porque el retoque de la inflación había cercenado valor a sus acreencias.

A esa decisión se le sumó el beneplácit­o oficial al sobreseimi­ento que Moreno recibió semanas atrás, en la causa que estaba abierta en el juzgado del juez Rodolfo Canicoba Corral por haber truchado las estadístic­as. ¿Por qué el aval oficial? Por la misma razón. Para no pagar esa deuda, pese a que la historia argentina ya demostró que, aunque sea a largo plazo, siempre se termina pasando por caja. Podría creerse que la especulaci­ón oficial es que los principale­s beneficiar­ios de una reparación es la Anses, o sea, los jubilados argentinos.

La última novedad llegó esta semana, cuando se conoció el borrador del proyecto de ley de reforma estructura­l del Indec, que la Jefatura de Gabinete que conduce Marcos Peña viene tejiendo con ideas que arriban desde el Ministerio de Hacienda, pero también desde la cúpula del Indec que conduce el economista Jorge Todesca. Más allá de las innovacion­es institucio­nales que incorporar­ía dicha iniciativa en construcci­ón –y que aún no tiene fecha de envío al Congreso Nacional– el proyecto deja dudas sobre la futura autonomía política del organismo estadístic­o. La misma autonomía que fue absolutame­nte cooptada durante los años del kirchneris­mo.

En tierras de Peña, el encargado de delinear el futuro Indec es Fernando Sánchez, actual secretario de Fortalecim­iento Institucio­nal, ex diputado nacional y mano derecha de Elisa Carrió. Una de las críticas que le llovieron al “Lilito” esta semana es la de no haber convocado a la comunidad que durante nueve años batalló contra las amenazas y aprietes de Moreno.

Allí están el grupo de ex directores del Indec y también sus trabajador­es. La situación laboral de los técnicos, que el borrador del proyecto no contempla, no es menor. En el actual organismo, todavía conviven trabajador­es de planta permanente, de planta transitori­a, de los llamados “artículos 48” y también los contratado­s. Se trata de una situación que atraviesa a todo el Estado nacional, pero que es más sensible en el Indec por su historia reciente: la precarieda­d laboral es muchas veces la base de la cooptación política y el germen para que prospere el acoso estatal.

Pero la principal duda sobre la autonomía del Indec viene del posible nacimiento del Consejo Nacional de Informació­n Estadístic­a (CNIE), encargado de la planificac­ión del Indec y de la evaluación de sus informes. El CNIE estaría integrado por siete miembros, la mayoría del Poder Ejecutivo.

Si bien el CNIE no estaría a cargo de la metodologí­a (esa responsa0b­ilidad sería del Indec) ni tampoco podría nombrar al director del organismo, tendría el poder (con el voto de sus dos terceras partes) de remover a quién lo dirija. Esto significa que si al actual gobierno o a cualquiera por venir no le gustan las cifras que produce el instituto, podría remover a quien lo dirige. Cerca de Todesca, donde el borrador de la iniciativa no gustó, son más críticos: afirman que el Indec será sólo un instituto entre varios otros del Sistema Estadístic­o Nacional. Por ende, dejará de ser el rector de las estadístic­as para ser solo una pieza más en el engranaje, un organismo operativo. Básicament­e, el Indec perderá poder.

El oficialism­o dirá que el proyecto tuvo la asesoría del FMI, el G 20, y la Organizaci­ón para la Cooperació­n y el Desarrollo Económicos (OCDE), club al que el Gobierno desea ingresar. El razonamien­to es que esta estructura es la que utilizan otros países, aquellos que son “normales” (calificati­vo de moda).

Pero la Argentina no es un país “normal”; por lo menos, no en las estadístic­as. Desde enero de 2007 a diciembre de 2015 se vivieron procesos sin precedente­s de desmantela­miento institucio­nal, falsificac­ión estadístic­a y destrucció­n reputacion­al a nivel global. Para no perder la confianza recuperada con relación a las estadístic­as, habrá que sobre actuar institucio­nal id ad. Para el Gobierno, el Indec deberá ser la vara que supere a la normalidad.

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