LA NACION

Reciclaje. De neumático a cancha de fútbol sintética, el caucho puede tener otra vida Permisos y autorizaci­ones

Se recupera el 20% de lo que se descarta en la ciudad y en el área metropolit­ana; en José León Suárez, una planta recibe 800 toneladas por mes y procesa 60 toneladas por día

- Mauricio Giambartol­omei

Un neumático de camión tiene un peso aproximado de 50 kilos y es lo suficiente­mente incómodo para ser manipulado por una persona. Pero cuando está montado en la máquina destalonad­ora, entregado a una barra de hierro que avanza hacia el corazón del caucho, se vuelve vulnerable. Aún más cuando el gancho ubicado en la punta le arranca las telas y los filamentos de acero, los otros componente­s de la cubierta.

Es el primer paso de la descomposi­ción de un elemento que, al final del proceso, quedará reducido a partículas de cinco milímetros de diámetro, una de las mejores formas de reciclarlo, para ser reutilizad­o, por ejemplo, en canchas de fútbol sintéticas.

La actividad transcurre en José León Suárez, en la planta industrial a un costado del Camino del Buen Ayre, a pocos metros del ingreso del complejo Norte III de la Coordinaci­ón Ecológica Área Metropolit­ana Sociedad del Estado (Ceamse), donde llegan toneladas de cubiertas de toda el área metropolit­ana, principalm­ente de la ciudad de Buenos Aires, y de otras provincias. Allí se inicia el camino final de los neumáticos que ya no sirven, los descartado­s en las gomerías y en las fábricas.

A falta de políticas que establezca­n un cronograma de reducción del caucho, que puede tardar hasta 600 años en degradarse en tierra, las plantas de reciclado aparecen como una alternativ­a. Las unidades que no ingresan a este proceso terminan en los techos de las gomerías, en campos o en baldíos transforma­dos en basurales. Se convierten en focos de contaminac­ión y peligro para la salud.

En la ciudad de Buenos Aires y el área metropolit­ana los neumáticos en desuso suman unas 65.000 toneladas por año, la mitad de lo que se genera en todo el país. Solamente el 20% se recicla en la planta Regomax, que funciona desde 2010 mediante un convenio con la Ceamse.

Es una de las pocas instalacio­nes donde el reciclado se realiza en forma industrial y el producto, un caucho granulado, se utiliza en las canchas de fútbol sintéticas de clubes de diferentes categorías o de alquiler privado.

“Tenemos capacidad para procesar entre 50 y 60 toneladas diarias. Mensualmen­te recibimos unas 800 toneladas, aunque tenemos posibilida­d de tratar hasta 1400 toneladas por mes. Trabajamos en tres turnos diarios, cinco días a la semana, y aún estamos con capacidad ociosa”, resume a la nacion Daniel Rodríguez, gerente de Regomax, mientras camina por las distintas zonas de la planta: acopio, trituració­n, selección, separación de acero y textiles, granulado y empaquetad­o, en bolsas de 30 y 50 kilos.

Las máquinas trabajan a todo ritmo. El ruido hace inútil las palabras porque no se escucha ni hablando cerca del oído de otra persona. Hay que usar protección auditiva (además de lentes, cascos y otros elementos de seguridad industrial) para reducir el impacto sonoro.

Los neumáticos que no son de camiones no necesitan pasar por la destalonad­ora y, en el inicio del viaje final, van directamen­te a una triturador­a a través de una cinta transporta­dora. En esa etapa se reducen a trozos de entre cinco y diez centímetro­s, y luego avanzan hacia la siguiente instancia de granulado y separación. Mediante un sistema de imanes, el 95% del acero se desprende y el caucho y la tela pasan a una nueva estación.

“En cada una de las cuatro etapas de granulado se separa el nylon y el acero que va quedando. En el producto final, con partículas de entre dos y cinco centímetro­s, no debería quedar nada de acero. La tela se separa por aspiración y es el único residuo que se genera porque el acero se funde y el caucho se utiliza en canchas de fútbol. También se lo puede usar en la construcci­ón o en piezas moldeadas”, cuenta Rodríguez.

En la ciudad no existe una política de reducción progresiva de cubiertas que ya no se utilizan. “Fomentamos que tanto las empresas de recolecció­n de residuos como los recuperado­res ambientale­s que recorren la ciudad acerquen los neumáticos fuera de uso a los puntos verdes o el Centro de Transferen­cia”, explicó Eduardo Macchiavel­li, ministro porteño de Ambiente y Espacio Público.

En la Ceamse, en cambio, se generó un sistema de permisos y autorizaci­ones para empresas y municipios, mediante el cual quedan exentos de pagar la tarifa correspond­iente por el tratamient­o en el predio de disposició­n final de residuos industrial­es no peligrosos.

El costo que se evitan es de $2475 por tonelada, con transporte y transferen­cia, o $1300 si el material fuera directamen­te a relleno. También, para incentivar el envío, se otorga una tarjeta de neumático de uso limpio.

“Las gomerías, los fabricante­s de neumáticos, las empresas de transporte –que son los grandes generadore­s de neumáticos en desuso–, tienen que transporta­r la carga hasta el complejo Norte III. Ese es el único gasto que afrontan”, explicó el ingeniero Marcelo Rosso, gerente de Nuevas Tecnología­s y Control Ambiental de la Ceamse.

“En otros países, como Uruguay, Chile y Brasil, existe la figura de ‘responsabi­lidad extendida’ al productor que debe hacerse cargo de la logística y el tratamient­o”, agregó Rosso.

El 70% de los neumáticos que no llegan a las plantas de reciclado, que existen en distintas ciudades del país aunque con una escala de producción menor, termina –como se dijo– en rellenos sanitarios, en los techos de las gomerías, en basurales a cielo abierto o al costado de las rutas. No es contaminan­te material, pero su potenciali­dad de daño es elevada por las enfermedad­es que puede generar. Una regulación sobre su disposició­n final sería el comienzo de la solución.

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SOLEDAD AZNAREZ El proceso de reciclado incluye la separación de caucho, acero y tela que componen el neumático

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