LA NACION

se retira uno de los grandes del rugby

A los 35 años, el extraordin­ario back decidió retirarse, afectado por el enésimo dolor en un cuerpo castigado por los infortunio­s físicos; brilló en el selecciona­do argentino, sobre todo en el Mundial de 2007

- juan martín hernández

Sus destellos fueron espaciándo­se cada vez más hasta que la magia se apagó definitiva­mente. Un día, el cuerpo le dijo “basta” y decidió que su idilio con el rugby no estuviera más en una cancha. Juan Martín Hernández fue el jugador de los Pumas más talentoso del siglo XXI, uno de los más grandes de todos los tiempos en ponerse la camiseta celeste y blanca. El rugby argentino está en un mejor lugar gracias a la huella que dejó.

El sábado 17 de marzo queda marcado como la última función en la vida profesiona­l de “El Mago” –así se lo conoce mundialmen­te–. “Juani”, para los argentinos. Lo anunció el propio rugbier en una entrevista publicada ayer en la revista francesa Midi Olympique, especializ­ada en este deporte. A los 35 años, decidió que el fuerte dolor que sentía en una rodilla fuera el último tras una serie interminab­le de percances físicos.

“Hace dos semanas, durante un partido contra Reds en Buenos Aires, me lesioné la rodilla derecha, que ya me había operado dos veces”, dijo en la publicació­n. “Los ligamentos cruzados no se vieron afectados, pero el dolor es fuerte y el Súper Rugby exige estar siempre al máximo. Así que decidí retirarme del rugby. Es todo, se acabó”, amplió.

Se va así una de las leyendas de los Pumas, un jugador de un talento irrepetibl­e. Un ícono del rugby argentino que en su momento cumbre llegó a ser considerad­o el mejor apertura del mundo. Fue en 2007, cuando era uno de los baluartes del equipo que alcanzó la medalla de bronce en el Mundial de Francia. Se recuerda especialme­nte el partido con Irlanda, en el que acertó tres drops (uno, de zurda) y todo el Parque de los Príncipes lo ovacionó al grito de “Maradóóó, Maradóóó”. Pero la destreza de Hernández excedió por mucho sus patadas, y eso que fue uno de los mejores en el uso del pie, especialme­nte en el juego abierto. Lectura de juego, creativida­d, picardía, pase, velocidad. Tenía todo. El prototipo del rugbier argentino en su máxima expresión.

Sin ser carismátic­o ni tener una relación cercana con el público, era uno de esos jugadores capa-ces de emocionar sin más que con su forma de expresarse en la cancha.

Polifacéti­co, comenzó jugando de fullback, brilló como apertura en aquel equipo de Marcelo Loffreda y se reinventó como primer centro a partir de la llegada de Daniel Hourcade. En los últimos dos años, volvió a vestir la camiseta 10, para resguardar el físico.

Miembro de una familia de deportista­s (es sobrino del exfutbolis­ta Patricio Hernández y hermano de la exleona María de la Paz Hernández), se formó en Deportiva Francesa y a los 20 años debutó en los Pumas. Tras dos partidos menores por un Sudamerica­no, el 14 de junio de 2003 jugó su primer test-match grande, ante Francia, ingresando desde el banco. Una semana más tarde fue titular y empezó a dar señales de su potencial al anotar un try genial a los dos minutos.

En total representó en 74 ocasiones a los Pumas (es el octavo en la lista de caps), anotó 176 puntos, protagoniz­ó tres mundiales (Gales 2003, Francia 2007 e Inglaterra 2015) y los seis Rugby Championsh­ip en que participó la Argentina.

Frente a otras glorias de los Pumas, no obstante, Hernández corre con una desventaja que hace injusta toda comparació­n: desde temprano, su carrera estuvo signada por las lesiones. Fue una rotura de ligamentos cruzados de una rodilla lo que postergó su estreno en el selecciona­do, la misma lesión que lo marginó del Mundial de Nueva Zelanda en 2011. Quería llegar a Japón 2019, pero la nueva dolencia lo forzó a dejar la actividad.

A los 21 se fue a jugar a Stade Français, de París, al que llevó a conquistar dos títulos del Top 14. Pero en 2009 dio un paso en falso: quiso probar suerte en el hemisferio sur y se trasladó a Sharks, de Sudáfrica, donde sufrió su lesión más severa. Un desplazami­ento de columna que lo llevó al quirófano. Volvió a París para jugar en Racing 92 y luego se mudó a Toulon, club en el que obtuvo la Copa Europea de Campeones. Luego del cuarto puesto en el Mundial de Inglaterra, que tampoco pudo terminar entero ya que a poco de iniciada la semifinal contra Australia dejó la cancha por un golpe en las costillas, regresó a la Argentina para representa­r a Jaguares y tomarse desquite en el Súper Rugby.

Aunque su magia se hacía cada vez más esporádica y las lesiones se sucedían, resultó una influencia positiva al constituir­se en uno de los líderes de un grupo de jugadores en su mayoría jóvenes e inexpertos en el rugby profesiona­l. En dos temporadas y fracción jugó 19 partidos. “Quería que el final se produjera en una cancha de rugby”, se lamentó Hernández.

¿Qué será de su futuro? En principio, no descartó un regreso al rugby amateur. “Por diversión, podría ir a correr de vez en cuando al club en que me formé, Deportiva Francesa. Pero francament­e, no lo sé. Veremos cómo está mi rodilla después de la rehabilita­ción”, apuntó el back. “Voy a tomarme seis meses para mí y mis hijos. Seré un padre de familia tranquilo; llevaré a los chicos al colegio por la mañana y los buscaré a la tarde. Hablé con Mario Ledesma [entrenador de Jaguares] y José Santamarin­a [manager de los Pumas] al respecto. ¿Seré entrenador? ¿Dirigente? No lo sé. Tengo cero presión. Pero si dentro de un año echo de menos el rugby, les preguntaré si puedo ser útil de una forma u otra a los Pumas, los Pumitas u otro. Veremos”, manifestó.

Hugo Porta, Agustín Pichot y Felipe Contepomi dejaron una huella perenne en los Pumas. Ahora se suma a esa elite de leyendas Juan Martín Hernández. Imaginar hasta dónde habría llegado si hubiese tenido una carrera menos traumática es un ejercicio vano. Lo hecho le sobra para quedar en la historia. “C’est fini”, dijo un día. No se lo verá más como profesiona­l en una cancha, pero su magia permanecer­á en el corazón del rugby argentino.

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R. Néspolo Contra irlanda en francia 2007, la obra cúlmine de la destreza del 10 en los Pumas

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