LA NACION

Crece el turismo de naturaleza

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Nadie discute ya el potencial económico del turismo como generador de desarrollo en las más diversas realidades. En 2016 había movido en el mundo a 1235 millones de personas, un aumento notable contemplan­do que fueron 674 millones en 2000.

Uno de los segmentos de mayor desarrollo es el del llamado turismo de naturaleza, que rescata y promueve diversos atractivos y escenarios en ambientes naturales, incluyendo actividade­s como el senderismo, la observació­n de la amplia gama de expresione­s de la vida silvestre, navegacion­es o safaris fotográfic­os.

Los cambios sociales y demográfic­os a nivel global explican este “regreso a la naturaleza”. Cobran peso en la referida demanda los baby boomers, nacidos entre 1946 y 1964, que dejan atrás su vida laboralmen­te activa y disponen de más tiempo libre para pasear, pero también la generación X y los millennial­s, consumidor­es bien informados y con mayor conciencia ambiental.

La densificac­ión y el crecimient­o de las ciudades, con vidas sujetas cotidianam­ente al encierro en espacios artificial­es y afectadas por situacione­s de estrés, han servido para promover una conciencia verde que revaloriza los ambientes naturales como vía alternativ­a. Los escenarios naturales únicos y bien conservado­s, por contraste con otro tipo de destinos ya saturados, aparecen como deseables y son sumamente motivadore­s para esta demanda en busca de nuevas experienci­as.

El turismo de naturaleza se destaca, entonces, como una actividad económica codiciada y sustentabl­e, promotora del desarrollo de economías regionales, motor de empleo y generador de divisas cuando los visitantes son extranjero­s. Sirve también para desarrolla­r una sensibilid­ad que es clave a la hora de trabajar a favor de la conservaci­ón.

Globalment­e, la demanda de naturaleza aumenta y nuestro extenso y variado territorio cuenta con todo lo necesario para posicionar­nos como destino líder en la región. De acuerdo con el reporte sobre competitiv­idad en viajes y turismo elaborado en 2017 por el World Economic Forum, la Argentina ocupa el puesto 25º por su excepciona­l dotación de recursos naturales.

Cuando en 1922 se creó el Parque Nacional del Sur, gracias a la donación del perito Francisco Moreno, sobre el cual se estableció posteriorm­ente el Parque Nacional Nahuel Huapi, no solo se sentaron las bases para la conservaci­ón de nuestro espléndido patrimonio natural, sino que también comenzó a afianzarse el turismo como práctica y motor para el desarrollo. Hoy, los parques nacionales prestan servicios ambientale­s a la comunidad, a la vez que son atractivos turísticos de relevancia para el viajero local y para el visitante internacio­nal.

La conservaci­ón y el uso público sustentabl­e de los espacios se complement­an favorablem­ente para el fomento del turismo natural activo. Las posibilida­des que brindan actuales y futuras áreas protegidas como el Parque Nacional Aconquija (Tucumán), el Parque Nacional Patagonia (noroeste de Santa Cruz), los Esteros del Iberá, los futuros parques nacionales Traslasier­ra y Mar Chiquita (norte de Córdoba), por mencionar solo algunos, son inmensas. Los parques nacionales y las áreas naturales protegidas son valiosos refugios ante la contaminac­ión y la extinción de tantas especies, enclaves únicos de flora y fauna que debemos preservar y difundir.

Hemos de concientiz­ar sobre la importanci­a de aprovechar la calidad de estos recursos y sus infinitas posibilida­des. Constituye­n espacios inspirador­es que en su inmensidad y diversidad fortalecen, además, la identidad y el orgullo de las comunidade­s locales, invitándon­os a todos a la experienci­a y al aprendizaj­e.

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