Augusta se abre a las mujeres
Condoleezza Rice fue la pionera y ya son cuatro las socias del mítico club
AUGUSTA, Estados Unidos.– Quizás no haya sido un deseo real del Augusta National, sino la necesidad de que el club no viera alterada su imagen inmaculada ante el mundo. La frase del presidente Hootie Johnson empezaba a sonar paleolítica en 2002: “Puede que algún día las mujeres sean admitidas aquí, pero jamás será a punta de bayoneta”. Ese “algún día” significaría “nunca” para Johnson, al menos durante su mandato, que se extendió entre 1998 y 2006.
Pero la sociedad cambió y el golf también en función de un espacio para ellas. Billy Payne (2006-2017) fue quien asumió los eventuales costos ante la facción más tradicionalista de la entidad. Hizo piruetas durante seis años para eludir preguntas acerca de la admisión a socias, al tiempo que la activista feminista Martha Burk ejercía una furiosa presión en su lucha por la no discriminación a sus congéneres. Hasta que en 2012, después de numerosos debates internos y especulaciones de nombres, llegó el anuncio que rompió con 80 años de exclusividad masculina: “Este es un motivo de alegría. Estas dos mujeres comparten nuestra pasión por el golf y ambas son conocidas y respetadas por nuestros socios. Es un momento significativo en la historia de nuestro club”.
Payne se refería a Condoleezza Rice, la secretaria de Estado entre 2005 y 2009, y a Darla Moore, la vicepresidente de una compañía de inversiones y la primera mujer que apareció en la portada de la revista Fortune. Ellas se convirtieron en las dos socias iniciales entre los 300 y pico de miembros que hay en total en el club. En 2014 se sumó la tercera, Virginia Rometty, CEO de IBM, auspiciante del Masters. Y hace un puñado de días surgió la novedad de la cuarta, tal como lo adelantaron medios ibéricos: la española Ana Patricia Botín, que preside el Banco Santander y esta semana cambiará en riguroso secreto su rojo corporativo por el verde de Augusta. Botín fue cuñada de Severiano Ballesteros –ganador de dos chaquetas verdes– y jugó con Ángel Cabrera en febrero pasado el pro-am previo al AT&T Pebble Beach. Además, figuró en 2017 en el 9º puesto entre las mujeres más poderosas del planeta, según la revista Forbes.
El poderío económico no es el elemento decisivo para ser aceptado como socio, sino la discreta influencia generada mediante los tentáculos de poder, justamente lo que caracteriza a ellas. Vaya si lo sabe el cerebro de Microsoft, Bill Gates, que antes de ser rechazado varias veces para lograr por fin la membresía, cometió el error de promocionar su deseo de pertenecer. Es regla: si hay que pedir ser socio, la respuesta será “no”. Y la lista de los supuestos trescientos es desconocida; tampoco se sabe cuánto pagan en cada cuota. Todo es absoluto hermetismo, salvo algunos nombres sueltos, como los de Warren Buffett, Roger Goodell, Jack Welch y el propio Gates.
El carisma de “Condi”
El público se llena los ojos con las múltiples atracciones de una jornada del Masters. Primero, el juego. Después, los escenarios: el espectacular manto verde de 18 hoyos y la minicancha de par 3. Finalmente, las zonas de hospitalidad, con las tiendas de merchandising y los puestos de comida. Pero hay detalles particulares, como el grupo de socios que suelen charlar en la zona de cabinas, allí donde se despliegan las mesas y sillas blancas resguardadas por sombrillas. Son fácilmente reconocibles por sus sacos verdes, una prenda que es el símbolo más certero de la exclusividad. En esa elite de personalidades, entreverada con los hombres, aparece Condoleezza Rice, también con chaqueta y un pantalón beige. Sonríe, bromea, se siente cómoda. Originalmente tenía todo en contra: afroamericana –el primer socio negro de Augusta fue admitido recién en 1990– y mujer. Pero así como resultó una figura determinante en el gobierno de George W. Bush, “Condi” rompe ahora tabúes ancestrales en este deporte.
Debido a la huella que dejó como funcionaria y su condición de socia, es común que los espectadores quieran sacarse una foto con ella, pedido que responde solícita. Desprendida de su antigua imagen de Dama de Hierro, la exmano derecha de Bush (h.) es claramente la más popular de las cuatro afiliadas. “Soy del sur y Augusta National es una grandiosa tradición sureña. Lo interesante de las tradiciones en Estados Unidos es que se abren cada vez más y más a distintos grupos de personas. Estoy orgullosa de figurar entre las primeras socias, pero también soy golfista. Veo el Masters desde mucho tiempo antes de empezar a jugar. Además, me probé en esta cancha y logré uno de mis más bajos scores durante mis vueltas de golf en general, pero lo mantengo en secreto”, bromea Rice, que subraya el dato de que finalmente logró dejar la pelota en el green desde el tee de salida del traicionero hoyo 12.
La exfuncionaria es todo un cambio de paradigma para los principios del club; lo es por partida doble debido a su raza y su sexo. Su bisabuela Julia nació en la esclavitud del estado de Alabama. En tanto, Con- doleezza creció en Birmingham, la ciudad más segregada del sur en las décadas de 1950 y 1960 y núcleo del movimiento por los derechos civiles. El campo de golf, pergeñado por Alister Mackenzie, era antes de 1934 una finca en plena corazón de Georgia en la cual sufridos recolectores de algodón trabajaban a destajo. Pero en estos tiempos, Augusta National se animó a dar un golpe de timón, así como lo hicieron varias entidades de golf inglesas y escocesas que hasta hace pocos años les cerraban las puertas a las chicas. El anacronismo ya dejaba en ridículo y carcomía toda vieja letra de los estatutos.
Las otras pioneras
Hasta la llegada de este cuarteto, el club permitía a las mujeres jugar al golf solo en calidad de invitadas durante algunos días, entre ellos, el domingo anterior a la semana del certamen de cada abril. Desde 2012, el horizonte se expandió para ellas: “Augusta National siempre capturó mi imaginación y es uno de los lugares más mágicos del mundo. Tengo la fortuna de ser amiga de varios socios del club y es una ocasión única en mi vida. Además, el Masters es un sinónimo de excelencia”, apunta Darla Moore, la financista de Rainwater Inc. En tanto, Rometty era la máxima candidata a ser la primera mujer en obtener la membresía, mucho antes que Rice y Moore, ya que los cuatro CEO anteriores de IBM habían sido aceptados durante sus gestiones. Por entonces, hace seis años, “Ginni” resultó postergada y se encontró en la incómoda situación de explicarles a sus compañeras y accionistas del sexo femenino por qué la empresa debía seguir apoyando a un club que mantenía su rechazo a las mujeres. Finalmente, su incorporación se facilitó.
Fred Ridley, el actual presidente de Augusta National y sucesor de Payne, comenzó su mandato en 2017 sin haber asumido el peso del tema polémico del arribo de las mujeres. Superada la cuestión, sabe que aquel desenlace positivo con ellas implicó un gran avance para ser –y parecer– el mejor club de golf que existe en el planeta. Y entonces, ya le abrió las puertas a una nueva invitada, que seguramente no será la última en vestirse de verde.