LA NACION

Tenía todo: talento, tackle, patada, pase y fair play

- Jorge Búsico

Ala hora de elegir los tres talentos más grandes de la historia del rugby argentino, Juani Hernández ocupa claramente el podio. Un sitial de elegidos que completan Hugo Porta y Martín Sansot. Pero además, el Mago atesora otra cualidad que lo convierte en ejemplo para cualquier generación: siempre fue un gran cultor del fair play. Muy limpio, muy respetuoso y muy respetado por sus rivales por esa caracterís­tica. Nunca se le vio una protesta.

Nadie olvidará aquella tarde en el Parc de Princes, por el Mundial 2007. Los Pumas ya eran sensación y cerraban la etapa de grupos contra Irlanda, un clásico desde otras copas del Mundo (1999 y 2003). Hernández deslumbró con un partido perfecto, que incluyó tres drops (uno de zurda) y su participac­ión decisiva en el try de Horacio Agulla: patada a cargar, toma de pelota en el aire y, cayéndose, pase de rever a Scelzo. La tribuna la cantaba “Maradó, Maradó”. No muchos tuvieron ese honor.

Fue un jugador de otra categoría. Tenía todo: patada, tackle, talento, inventiva, pase. Una especie de revolucion­ario del puesto de con el inglés Jonny Wilk in son. Con un pie prodigio so, pegándole con 3 dedos, de chanfle, largo, corto, arriba. Con ambos perfiles. Haber arrancado como fullback le dio los secretos del tackle. Temible en esa función. Jugaba y frenaba a los que venían disparados.

Jugó sus tres Mundiales en puestos distintos y en todos brilló: como fullback en 2003, de apertura en 2007 y de centro en 2015. En el primer Mundial no era titular, pero cuando le tocó entrar, se lució. Siempre se recuerdan, jugando como 15, antes de ese certamen, sustri esa los Springboks en Sudáfrica ya Francia en Vélez. Auténticas joyas.

Pertenecie­nte a una familia de deportista­s (hijo de Miguel, muy buen jugador de Deportiva Francesa; hermano de la Leona Maripi Hernándezy­sobri no del futbolista Patricio Hernández), se lo disfrutó poco en el rugby doméstico, en Deportiva Francesa. Rápidament­e se lo llevaron a Francia, donde se hizo muy querido y figura. Campeón en Stade Français, donde tenía el mejor contrato. También fue un pionero en el Súper Rugby cuando se fue a jugar con los Sharks.

Un crack que tuvo su karma con las lesiones. Le minaron el físico. No fue el mismo después de la rotura de ligamentos que lo alejó del Mundial 2011. También una de espalda lo martirizó.

Fue el mejor del mundo en ese inolvidabl­e 2007, cuando Agustín Pichot le insistió (y consiguió) al coach Marcelo Loffreda para que lo pusiera como pareja de medios con él, como lo hacían en el Stade Français. De esos jugadores capaces de inventar y salir de situacione­s difíciles imposibles para otros. Un auténtico Mago.

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