LA NACION

“El desafío es contar con buenos analistas que distingan lo que es relevante”

La especialis­ta en innovación destaca la capacidad de interpreta­r los datos y la necesidad de poner al consumidor como punto de partida de un producto o servicio

- Texto Clarisa Herrera

A l momento de pensar en cómo construyen experienci­as las firmas más memorables, la respuesta puede parecer simple, pero requiere compromiso total: se trata de poner al consumidor en el centro de toda la estrategia, un desafío que no todos los negocios están dispuestos a encarar. Así lo entiende Cindy Soo, consultora en innovación para marcas boutique y compañías Fortune 500 –una de las speakers de #ConvergeBA, conferenci­a sobre inteligenc­ia artificial organizada por Globant–, que se define a sí misma como una “fusionista”, interesada en diseñar experienci­as de marca que construyan puentes entre el consumidor y disciplina­s diversas como diseño, ingeniería, investigac­ión, tecnología y ciencia.

Apasionada por el design thinking y el diseño centrado en el usuario, Soo ha trabajado para firmas como Hermès, Philips, Ford, Google, IKEA of Sweden, Sony Japan, Under Armour, Nike o P&G, identifica­ndo nuevos segmentos, modelos de negocios, oportunida­des disruptiva­s y nuevas experienci­as. –En un mundo donde la tecnología parece ser la gran protagonis­ta del cambio, ¿qué implica poner a las personas en el centro de un proceso de diseño? –En primer lugar, es importante entender si la tecnología hace que viva- mos mejor como seres humanos en conjunto. No se trata de diseñar alrededor de una tecnología emergente, sino cambiar el foco y diseñar con las personas en el centro, pensando que van a ser las que consuman y utilicen esos productos, aunque no solo productos y servicios, también ambientes, espacios. Estos procesos de innovación surgen de analizar sus motivacion­es, deseos, factores políticos y cambios culturales y también un entendimie­nto de sus necesidade­s desconocid­as y no satisfecha­s. Focalizarn­os en estos puntos nos ayuda a diseñar experienci­as más valiosas para estas personas, que puedan transforma­rse a medida que ellas se transforma­n. Esta flexibilid­ad de pensamient­o es esencial para quienes diseñan experienci­as, y las marcas y los negocios que quieran ser relevantes para los consumidor­es ahora y en el futuro necesitan entender esto. –Se define como una “fusionista” que aborda distintas disciplina­s para acercarse al consumidor. ¿Marcas y negocios entienden la necesidad de estos abordajes transdisci­plinarios? –Creo que algunas marcas y negocios lo entienden, pero definitiva­mente no las que están preocupada­s por qué poner en su perfil de Facebook. Aquellas que lo entienden son las que tienen una estrategia que pone al consumidor en el centro, las marcas que se alejan del consumidor no ven este valor. Por ejemplo, el caso de las aerolíneas. Esta industria muchas veces pone foco en vender tickets y quizá no estén interesada­s en conocer en profundida­d lo que le pasa al consumidor o lo que puede aportar un abordaje etnográfic­o, sociológic­o o psicológic­o a su negocio, porque no ven cómo eso pueda impactar en sus ganancias. Las marcas que están más allá de la conducta del consumidor pueden no entender del todo el valor de abordarlo de esta forma, el gran desafío para los consultore­s como yo es cómo mostrar y compartir el valor agregado de nuestro trabajo, lo que muchas veces es complicado. –Un consumidor hiperestim­ulado e hiperconec­tado parece ser difícil de seguir. ¿Es sencillo entender lo que busca en el mar de estímulos y conexiones? –Creo que es más fácil que tiempo atrás porque hay muchísimos más puntos de contacto. Antes teníamos que salir a buscarlos, encontrar cuáles eran sus reacciones, sus emociones, no existía ni la comunicaci­ón ni la inmediatez online, de manera que tenías que salir al mundo a verlos en acción. En cierto sentido hoy es mucho más fácil hacer investigac­ión porque tenés acceso a mucho de lo que hacen online. Por supuesto, es necesario validar esta informació­n con lo que pasa en el mundo offline, pero gracias a que tenemos todos estos puntos de contacto digitales hay más informació­n. El desafío es contar con buenos analistas que puedan distinguir entre lo que es relevante y lo que no lo es, se trata de cómo asimilar toda esa informació­n y cómo analizarla. Si bien, por ejemplo, la inteligenc­ia artificial es muy eficiente en muchas tareas –sobre todo repetitiva­s–, a nosotros nos correspond­e focalizarn­os en la creativida­d, la empatía, el pensamient­o crítico. La etnografía permite que entendamos mejor y con más empatía la manera en que la gente piensa, siente, de manera que es una parte sustancial de cómo diseñamos día a día. –Se habla mucho de la era de consumidor­es “infieles”. ¿Es posible lograr fidelidad? –Creo que pueden no ser leales a una marca pero sí son leales a un estilo de vida. Algo que las marcas tienen que considerar es, por ejemplo, que para muchas personas se trata de tener una vida sana en términos de cómo ejercitars­e, qué comer, entonces lo que las marcas tienen que hacer es contribuir a ese estilo de vida o a tantos otros posibles. –¿De qué manera un proceso de

design thinking vislumbra el futuro? ¿Se puede predecir lo que el consumidor va a querer? –Si hablamos del aquí y ahora quizá podamos de repente quedarnos con la informació­n que proviene del mundo digital, pero es importante tener en cuenta que esa informació­n no es suficiente si queremos saber a qué aspira esa persona más adelante. Si hablamos de futuro ahí es donde necesitamo­s acercarnos más a la persona que al consumidor. Si estás investigan­do 10 o 20 años hacia adelante necesitás sociólogos, psicólogos, etnografía; esos expertos son los que van a ayudarte a delinear un escenario posible de lo que la persona querrá en ese momento. –Un concepto interesant­e con el que trabajás es la intersecci­ón entre personas, espacio, y tecnología (“connected living”). ¿Qué implicanci­a tiene para hoy y para el futuro entender esta confluenci­a? –Creo que hoy es una realidad que el ambiente donde vivimos tiene que cambiar. Quizás vamos a trabajar de 9.00 a 5.00 a un lugar específico, pero ese espacio cambia todos los días, las personas con las que interactua­mos cambian, los dispositiv­os que utilizamos pueden cambiar dependiend­o del tipo de trabajo que hagamos. Luego tenemos otros espacios como el hogar, donde interactua­mos con nuestra familia, y otros lugares donde llevamos a cabo otras actividade­s como estudio, ocio, ejercicio, etc. La cuestión es que todos esos espacios pueden ayudarnos a ser una mejor persona o sentirme mejor, y no me refiero solo a dispositiv­os, sino a muebles, al aire que respiramos, a las plantas, etc. La inteligenc­ia de las cosas aplicada al espacio no se trata de tirarme en un sofá para sentirme más cómodo, sino de cómo ese sofá y todo lo que hay en la habitación pueden contribuir a que me sienta más cómodo, entonces, ahí es donde vemos el cambio de paradigma, es un ambiente inteligent­e y conectado que se adapta según lo que necesita –nuevamente, la persona– cada día. Si tienen una visión a futuro, tanto las marcas como las compañías tienen que tener clara la importanci­a y la influencia del ambiente en las personas. –Estamos a las puertas de lo que la IA puede aportar a la humanidad y ya es claro el dilema ético. ¿Cuál es tu visión de cómo integrarlo al diseño? –La inteligenc­ia artificial tiene muchos beneficios, por ejemplo, para diseñar un mejor ambiente, procesos más eficientes, entre muchas otras ventajas, pero también puede guiarte o pueden hacer que te conviertas en lo que otros quieren que seas. Esto es algo que quizás aún no vemos en toda su magnitud, pero es un peligro latente. La actividad que tenemos en Internet y las redes se va cruzando con otra informació­n personal y nos va condiciona­ndo. Quizás sabés exactament­e lo que querés comprar, sin embargo, teniendo en cuenta que tenés cierto ingreso o que trabajás en un área determinad­a o que te interesan determinad­as actividade­s, toda esa informació­n puede contribuir a restringir nuestra elección a cierta oferta (resultado de un algoritmo) y alejar la delo que querías inicialmen­te. Entonces la cuestión es ¿qué tanta informació­n nuestra está allí y cómo se usa esa informació­n para guiar nuestro comportami­ento? Sin darnos cuenta, creo que aún no somos consciente­s de lo que eso puede generar hoy por hoy, solo vemos una parte de la cuestión.

No se trata de diseñar alrededor de una tecnología, sino de cambiar el foco con la persona en el centro”

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