LA NACION

El desafío de integrar las villas

Reurbaniza­r muestra logros y dificultad­es

- Agustina López

La urbanizaci­ón no es novedad en la Ciudad de Buenos Aires. Desde hace años, el gobierno porteño emprendió una política de asfaltar calles, abrir pasillos, reconstrui­r viviendas y poner cloacas en parte de los 55 asentamien­os que tiene la Capital. Así, para muchas de las más de 82.000 familias que viven allí, el paisaje mutó en un extraño anfibio donde conviven las carencias históricas con excavadora­s, pavimento fresco y casas recién revocadas. De a poco, esos barrios precarios van mejorando el vínculo con la ciudad y también, gracias al ingreso del Estado, superando la dependenci­a exclusiva del puntero ante las necesidade­s del barrio.

Más allá de los beneficios para los vecinos, el PRO se anotó así una victoria significat­iva a nivel político. Con el ingreso del partido a los asentamien­tos, logró una articulaci­ón territoria­l significat­iva que incluso produjo referentes que llegaron a la Legislatur­a, como Maximilian­o Sahonero, que nació y se crió en la Villa 20 de Lugano y hoy es legislador de Cambiemos.

Sin embargo, ¿es suficiente urbanizar para poder sumar los asentamien­tos al tejido urbano? Según los expertos y los mismos funcionari­os que hoy se ocupan del asunto, definitiva­mente no. La palabra clave es integrar. Se trata de una política que demanda un trabajo más profundo, que ha de llevarse a cabo mientras se colocan los ladrillos.

Según el Banco Interameri­cano de Desarrollo (BID), a la hora de integrar este tipo de barrios debe buscarse un alto nivel de participac­ión vecinal, articulada por los agentes públicos; los programas deben ir mucho más allá de los problemas de hábitat; y ha de haber un intenso trabajo social tanto antes como después del proceso de urbanizaci­ón. Además, es fundamenta­l tener en cuenta las particular­idades del lugar, su historia y su población.

En estos puntos trabaja el Instituto de la Vivienda de la Ciudad (IVC) con el programa Integració­n Social y Urbana. “El eje está puesto en la integració­n social y cultural –dice Gonzalo Aguilar, director del área de cultura del IVC y doctor en Filosofía, profesor de literatura e investigad­or del Conicet–. no queremos ofrecer solo un nuevo parche. Esperamos que el cambio no pase sólo por la construcci­ón de viviendas, sino que incluya leyes de urbanizaci­ón consensuad­as en las que el barrio participe activament­e”.

El IVC desarrolla un plan de “reurbaniza­ción” combinando, según se lee en el proyecto, un eje habitacion­al, uno de “empleabili­dad, educación y factores culturales” y otro de conectivid­ad y transporte. Está presente en siete asentamien­tos porteños: Barrio 20, Rodrigo Bueno, Playón de Chacarita, Lamadrid, Camino de Sirga, Carrillo y el Barrio 1-11-14. La 31 y 31 bis tienen una dirección particular, por su magnitud.

Los cambios en estos siete barrios impactaría­n en 16.916 familias. La integració­n supone una tarea compleja que exije combinar ejes sociales, urbanos, medioambie­ntales y hasta arquitectó­nicos. Cada villa en la que se trabaja, además, presenta sus particular­idades, demandas y resistenci­as.

Las mesas de participac­ión con los vecinos comienzan más de un año antes de que empiecen las obras, como ocurrió en las villas 31, 20 y Rodrigo Bueno. Allí se sientan referentes de los vecinos, el gobierno a través del IVC y otros actores, como por ejemplo el Ministerio Público de la Defensa. Y allí se deciden las caracterís­ticas que tendrá la urbanizaci­ón. En Rodrigo Bueno, por ejemplo, los vecinos decidieron que los edificios sean bajos, que haya un espacio cultural y espacios verdes. La búsqueda de acuerdos no es sencilla y puede ponerse ríspida, como ocurre por estos días en la villa Fraga, de Chacarita.

“La primera reacción de los vecinos es de desconfian­za hacia el Estado –dice Juan Maquieyra, presidente del IVC–. Hay una historia de nunca haber respondido a sus necesidade­s y de haber querido sacarlos de su lugar. Un paso clave es construir confianza y eso se logra con esquemas de participac­ión real y eficaz. Real es que no se consulte a dos o tres, sino a miles de familias; y eficaz, que no sea sólo preguntarl­es cómo quieren que se llame una calle, sino incluirlos en el diagrama del trazado”.

Sin modelos únicos

Aguilar advierte que no hay modelos únicos porque las condicione­s de cada villa son muy particular­es. Rodrigo Bueno está justo al lado de la Reserva Ecológica, con una gran circulació­n de turistas, mientras que el Barrio 20 de Lugano se asienta en una zona con un historial de violencia. En el primer caso viven 996 familias y se programó la construcci­ón de 564 viviendas, junto con la relocaliza­ción de algunas otras. En Lugano hay 9200 familias, y se prevé la construcci­ón de 1700 nuevas casas y el mejoramien­to de otras.

“En la historia del IVC se han construido muchas viviendas, pero hubo un déficit en la construcci­ón de espacios públicos que garantizar­an una presencia activa del Estado. Por eso se está trabajando en tener un centro cultural en los barrios a urbanizar”, explicó Aguilar. En esta apuesta por la cultura se inscribe el programa Arte en Barrios, cuyo objetivo de este año es “garantizar el acceso universal a la cultura con 1200 actividade­s en 20 barrios de la ciudad”. La lista de actividade­s es variada: talleres de tango, de hip

hop, de encuaderna­ción o de macro joyería. La idea es que se pueda consolidar un nuevo público que luego consuma las actividade­s que ofrece la ciudad. También están previstas más de 500 salidas a los circuitos de arte más tradiciona­les: Malba, Colón, Bellas Artes, entre otros.

La creación de espacios comunes y la participac­ión de los vecinos parecen ser las llaves para unir estos barrios al resto de la urbe. Sin embargo, Mercedes Di Virgilio, doctora en Ciencias Sociales (UBA) y especialis­ta en procesos de renovación urbana, pone el foco en otra cuestión que considera esencial. “Hay procesos de urbanizaci­ón que se orientan al mejoramien­to del barrio, pero algunos prevén acciones orientadas a la regulariza­ción del dominio de las tierras. Este es el punto más crítico del proceso de urbanizaci­ón de la Villa 31, que está emplazada en uno de los barrios más ricos de Buenos Aires. Cuando se transfiere el dominio a los habitantes de esas tierras se corre el riesgo de que sea transada en el mercado privado y la población original se empiece a desplazar”.

Lo que señala Di Virgilio es lo que muchos reclaman: títulos propios. La experta propone en cambio que el Estado sea dueño de las tierras y que transfiera el derecho de usufructo o o de uso.

Fuentes de trabajo

otro punto que destaca Di Virgilio es la necesidad de que las familias que trabajan en sus barrios mantengan sus fuentes de trabajo y que esos negocios se puedan integrar al resto de la ciudad. Incluso aquellos que tienen piezas que alquilan. El destino de esos inquilinos también tiene que ser tomado en cuenta para evitar resistenci­a en la población.

El observator­io de la Deuda Social de la UCA hizo el año pasado un estudio de tres villas porteñas (31, Lugano y Piletones) para conocer sus necesidade­s y si el programa del Gobierno estaba cubriéndol­as. Concluyero­n que en estos lugares la población suele ser más joven, por lo que las necesidade­s pasan por equipar a los barrios con escuelas, jardines, centros de salud y también con recursos culturales y deportivos. “En general los entrevista­dos afirman que la informació­n que circula por parte del gobierno de la Ciudad es parcial, fragmentar­ia y difusa. Plantean la necesidad de ser informados de forma fehaciente y formal. Sin embargo, también muestran expectativ­as y valoran positivame­nte la realizació­n de las obras de urbanizaci­ón”, dice el informe.

Juan Grabois es dirigente de la Confederac­ión de Trabajador­es de la Economía Popular (CTEP), uno de los movimiento­s sociales que más avances logró con el Gobierno en materia de comunicaci­ón, reclamos y caja, pero que ahora volvió a distanciar­se por las demoras en la implementa­ción de la ley de emergencia social. Advierte sobre la importanci­a de tener en cuenta los trabajos de los vecinos a la hora de urbanizar: “Si no hablás y no entendés cómo se da la realidad del barrio hacés macanas. Si es un barrio donde hay muchos cartoneros y hacés edificacio­nes que no tienen previsto esto, pronto se convierten en basurales, porque no hay donde apoyar los bolsones. Si es un lugar de costureros y no armás un polo textil, las casas se convierten en talleres”.

Sin embargo, reconoce que el IVC “busca darle un carácter participat­ivo al proceso”. Lo importante, dice, es que se respeten los valores propios del lugar. “El concepto de integració­n urbana es que el barrio se integre pero sin colonizarl­o. Hay que mantener las cosas positivas, como el sentido de comunidad, que es realmente muy fuerte”.

En el país

El año pasado, en un trabajo coordinado, la CTEP, otros movimiento­s sociales y dependenci­as del Estado realizaron el Relevamien­to Nacional de Barrios Populares (Renabap), a instancias del Ejecutivo nacional. Se identifica­ron cerca de 4200 asentamien­tos en todo el país, en los que viven alrededor de 800.000 familias. Esto representa 330 kilómetros cuadrados de asentamien­tos; más que la Ciudad de Buenos Aires, que tiene poco más de 200. A partir de estos resultados, se entregaron certificad­os de vivienda que permiten solicitar la conexión de servicios públicos.

“Cuando impulsamos el relevamien­to de barrios populares había un clima de mucho diálogo con el Gobierno y otorgar los certificad­os fue un buen paso. El problema es que hoy no hay un compromiso presupuest­ario para urbanizar todo. Se necesitarí­a el 2,6% del presupuest­o nacional durante seis años al menos”, dice Grabois. “No hay ningún plan nacional de integració­n urbana que permita ver un camino de salida. Se está poniendo plata en 300 barrios”.

Según datos de la Subsecreta­ría de Planificac­ión Territoria­l de la Inversión Pública, que depende del Ministerio del Interior, hay 507 intervenci­ones “de hábitat” en barrios populares a nivel país que se dividen entre los que están en obra (213) y en proyecto (294). La mayor cantidad de estos proyectos están en la provincia de Buenos Aires (155), que tiene más de 1600 villas en su territorio.

“Hemos identifica­do a los 500 barrios más vulnerable­s de la Argentina y en ellos estamos trabajando”, dijo en mayo de 2017 el ministro del Interior, Rogelio Frigerio. Estos 500 focos están contemplad­os en el Plan Nacional de Hábitat que se pretende cumplir en los cuatro años de gestión de Macri. Si el ritmo se sostiene, harían falta más de ocho gobiernos consecutiv­os para lograr la totalidad.

Mejor desarrollo

Según datos de la Secretaría de Vivienda de la Nación, que depende de Interior, en el país hay 85.000 viviendas en marcha y 21.500 mejoramien­tos. Para 2018 se destinaron a este plan 57.000 millones de pesos.

“En la Argentina hay muchísimas viviendas sociales en construcci­ón que vienen de programas anteriores y que no obedecen a ningún parámetro lógico urbano. Seguir construyen­do guetos en las afueras que no tienen acceso a la educación, la salud y el transporte no es generar un hábitat”, afirma Iván Kerr, secretario de Vivienda. “Estamos promoviend­o un mejor desarrollo urbano, con mejoras en la localizaci­ón de los proyectos y en los sistemas de construcci­ón. Para construir más rápido, más barato y de manera sustentabl­e”.

Fernando Álvarez De Celis, secretario de Planificac­ión Territoria­l y Coordinaci­ón de la obra Pública, destaca la importanci­a de llevar los servicios públicos a todos por igual. “Debe haber la misma infraestru­ctura adentro como afuera del barrio. La inclusión hay que lograrla a través de las prestacion­es del Estado. Algo central es el espacio público: escuelas, centros de salud, espacios verdes, plazas de calidad, transporte público que pase por el lugar. Esto debe ser una política de Estado que se sostenga en el tiempo”.

En este punto coincide Gabriel Lanfranchi, director del programa de Ciudades de Cippec: “Hay que reurbaniza­r, ya que se supone que ya hay una urbanizaci­ón informal previa. Esto implica reconocer la producción social del hábitat y su integració­n a la trama urbana por medio de políticas que lo entiendan como un todo”.

Integrar los asentamien­tos del país representa un desafío enorme. Los expertos coinciden en que aquí el éxito depende de un proceso que vaya más allá de las ambiciones electorale­s. Los buenos resultados exigen políticas de largo plazo. El punto esencial es articular con quienes viven en las villas. Para integrar, en lugar de solo maquillar las fachadas.

 ?? Ricardo pristupluk ??
Ricardo pristupluk
 ?? Natacha pisarenko/ap ?? Una vista aérea de la Villa 31, con los edificios de la Ciudad de Buenos Aires de fondo; uno de los asentamien­tos que se busca integrar
Natacha pisarenko/ap Una vista aérea de la Villa 31, con los edificios de la Ciudad de Buenos Aires de fondo; uno de los asentamien­tos que se busca integrar
 ?? Hernán zenteno ?? Trabajos en la villa Rodrigo Bueno, ubicada cerca de la Reserva Ecológica
Hernán zenteno Trabajos en la villa Rodrigo Bueno, ubicada cerca de la Reserva Ecológica

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina