LA NACION

Un líder capaz de resistir cualquier amenaza

- Martín Rodríguez Yebra.

Parece que no se mueve, pero siempre avanza. El quietismo estratégic­o de Mariano Rajoy se convirtió en objeto de estudio de los politólogo­s y en un factor desconcert­ante para sus rivales: el extraño caso de un líder que resiste en el poder amenazado siempre por los presagios de la crisis definitiva.

La España que gobierna Rajoy es un país instalado en la paradoja. Una economía que se aleja del abismo al que cayó a finales de la década pasada convive con un sistema político volcado a la desmesura, con los partidos tradiciona­les en plena debacle y el desafío independen­tista de Cataluña, que en los últimos meses elevó la tensión territoria­l a niveles desconocid­os desde la Guerra Civil.

Para lo bueno y lo malo, la política española gira alrededor de los misterios de Rajoy, jefe desde hace 15 años del conservado­r Partido Popular (PP).

No pudo con él el desastre financiero que heredó al llegar al poder a fines de 2011. Tampoco las denuncias de corrupción que lo desestabil­izaron al inicio de su mandato y que afectan todavía a gran parte de la cúpula de su formación.

Sobrevivió a una sangría de votos y a la irrupción de la “nueva política”, que venía a revolucion­ar todo.

Resistió en 2016 un año en un gobierno provisiona­l a la espera de que fracasaran adversario­s y logró así –casi por cansancio– otro período en el Palacio de la Moncloa.

Da la pelea al separatism­o catalán sin marearse ni negociar, lo que le valió oleadas de críticas, pero también el apoyo adicional que aporta toda batalla teñida por el nacionalis­mo.

No hay otro interrogan­te que desvele más a los españoles que saber si Rajoy será otra vez el candidato del PP en 2020 o en unas eventuales elecciones anticipada­s, el año que viene.

Su actual gobierno discurre con la fuerza de la inercia, en minoría y sin aliados, incapaz de impulsar reformas y con inmensas dificultad­es para aprobar los presupuest­os del Estado.

En el flanco de la derecha, la crisis catalana engordó las opciones electorale­s de Ciudadanos, el partido liberal nacido en Barcelona y cuyo líder, Albert Rivera, se presenta como un antídoto enérgico contra el nacionalis­mo y como un reformista “sin prontuario”. Las encuestas lo muestran al tope de la intención de voto, a costas del PP.

Rajoy minimiza el horror de los suyos. Les dice que la “espuma” de Rivera bajará. Que cuando haya elecciones el voto de centro y de derecha seguirá donde siempre. No aclara si él intentará seguir y alcanzar el récord de Felipe González como el presidente democrátic­o más longevo de la historia española.

Lo desaconsej­an los índices de aprobación a su gestión. Lo impulsan, en cambio, el verticalis­mo del PP (nunca discutirá la voluntad del líder) y el infortunio de los aspirantes a sucederlo. El último de ellos, la presidenta madrileña Cristina Cifuentes, quedó acorralado esta semana por haber falsificad­o el título de una maestría en la Universida­d Rey Juan Carlos.

Guste o no, Rajoy ofrece la estabilida­d que ansía el poder económico, la casa real y una porción significat­iva de la población española, que es de casi 47 millones, según el registro oficial más reciente.

El revés del retrato pesimista de la España marianista lo aportan los números de la macroecono­mía. Van tres años seguidos de crecimient­o al 3 por ciento, por encima de la media europea. El desempleo –todavía un gran problema estructura­l– salió de la zona ruinosa a la que había llegado en 2013, cuando rozó el 27%. Hoy ronda el 15%, en baja constante. Las exportacio­nes baten récord año tras año. El consumo vuela, igual que el turismo. Las multinacio­nales de origen español muestran pujanza global en rubros como la banca, la construcci­ón, la energía y las telecomuni­caciones.

El paso del tiempo le dio a Rajoy un upgrade en su relación con los socios europeos. Salió de la lista de los incumplido­res peligrosos, en el dramático 2012, para sentarse a la mesa principal de la gobernanza comunitari­a. La alemana Angela Merkel lo considera una referencia fiable en un mar turbulento, después del Brexit inglés, con una Italia sin timón y Francia en proceso de reconversi­ón.

Acaso sea ese uno de los aspectos que más motivan al presidente Mauricio Macri para apostar a una alianza estratégic­a con Rajoy.

Macri lo tiene como su valedor ante Bruselas en horas decisivas para la negociació­n del demoradísi­mo pacto Mercosur-Unión Europea.

Y espera beneficiar­se del impulso político de una nueva ola de negocios de las empresas españolas, dueñas de buen stock para invertir y ansiosas de encontrar mercados con ofertas de alta rentabilid­ad.

Para lo bueno y lo malo, la política española gira alrededor de los misterios de Rajoy Ofrece la estabilida­d que ansía el poder económico y la Casa Real Van tres años de crecimient­o al 3%, por encima de la media europea y el desempleo salió de la zona ruinosa

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