Un festejo con fuegos artificiales y champagne
Los opositores de Lula celebraron en Curitiba su arresto; los petistas esperaron a su líder
CURITIBA.– Apodada por Luiz Inacio Lula da Silva como “la República de Curitiba” por ser sede de la fuerza de tareas de la operación Lava Jato, en la capital del estado de Paraná la detención del expresidente fue seguida como si fuera el capítulo más dramático de una telenovela y, cuando finalmente ocurrió, se celebró aquí con la emoción de haber ganado un Mundial de Fútbol. Estallaron fuegos artificiales, se escucharon expresiones de júbilo, bocinazos y gritos de “¡Justicia! ¡Justicia!”, mientras algu- nos curitibanos incluso salieron a festejar con champagne.
“¿Quién hubiera pensado hace apenas cuatro años [en 2014, cuando comenzaron las investigaciones del Lava Jato] que veríamos al intocable y todopoderoso Lula preso? Hoy creo que un Brasil mejor es posible para mis hijos. Es una demostración de que ya nadie está por encima de la ley y tiene garantizada la impunidad”, señaló a la nacion el médico Walter Passos, de 48 años, mientras compartía con amigos un espumante en una mesa callejera de un bar en el elegante barrio de Batel.
Más de un centenar de personas, opositoras a Lula, se acercaron a la sede de la Superintendencia de la Policía Federal, que se ubica sobre una loma en la región de Santa Cándida, al noreste de la ciudad, para ver el “milagro” de Lula preso, como lo calificaron. El enrejado edificio donde se ubica la sala-celda que alberga desde anoche a Lula ya tenía desde temprano reforzada la seguridad policial, incluso con efectivos del comando de operaciones tácticas y todas las calles de las inmediaciones cerradas al tránsito.
Vestida con una remera estampada que orgullosamente mostraba la cara del juez federal Sergio Moro, la empresaria Roseli Oliveira, de 56 años, se refirió a Lula y toda la dirigencia del Partido de los Trabajadores (PT) como “bandidos corruptos” a los que les había llegado la hora.
“El juez Moro fue el único que tuvo el coraje de empezar a limpiar la política, ahora solo deseo que continúe con su trabajo, quedan muchos aún por ahí, empezando por el presidente Michel Temer”, señaló Oliveira, para luego apuntar que sería bueno que la expresidenta Cristina Kirchner viniera a visitar a Lula. “Estoy segura de que le pueden reservar una celda también para ella ahí”, bromeó.
A su lado, otros manifestantes antiLula ondeaban banderas brasileñas, hacían sonar cornetas y compraban pequeños muñecos inflables que representaban a Lula preso, bautizado “Pixulecos”, en alusión al término que utilizaba el extesorero petista João Vaccari Neto –también en prisión en Curitiba– para referirse a los sobornos que recibía el PT –y otros partidos– dentro del esquema de corrupción en Petrobras.
Separados por una cuadra de distancia y un cordón policial, en otra esquina del complejo de la Superintendencia se apostaban los simpatizantes de Lula, más de 300. Había militantes petistas, sindicalistas, miembros de organizaciones estudiantiles, grupos de mujeres, de campesinos, de indígenas y representantes de colectivos homosexuales. Aguardaban la llegada del helicóptero que traería al exmandatario con una batucada y cánticos de “¡Lula sí, Moro no! Viva los obreros y la revolución” y “¡Lula, guerrero del pueblo brasileño!”. Por todo el improvisado campamento había carteles en los que se leía leyendas como “Somos millones de Lulas”, “Lula libre” y “Elección sin Lula es fraude”.
“Esta es una prisión injusta, parte del proceso de golpe que comenzó con Dilma, orquestado desde el exterior y llevado a cabo por las élites. Pero el pueblo se despertará, verá pronto lo que está perdiendo y lograremos que Lula quede libre”, dijo el cineasta Guilherme Daldin, de 25 años, perteneciente al Frente Brasil Popular.
Cansada de la espera, la profesora jubilada Lucía Favaro, de 71 años, se había sentado en el césped para decidir con unos amigos hasta cuándo se quedarían allí. Varios de sus colegas no duraron en afirmar que sería hasta que Lula llegara. “Es importante demostrarle que no está solo”.
“Lula fue el único presidente al que realmente le importaron los pobres. No sé mucho de asuntos judiciales, pero no descansaremos hasta que se revierta su detención. En mi vida aprendí a confiar en solo dos personas: Lula y ella”, apuntó, aferrándose a la medalla de la Virgen de Aparecida, patrona de Brasil.
De repente, una muchedumbre empezó a los insultos. Estaban dirigidos a un equipo de la televisora Globo que pretendía hacer un enlace en vivo. “Golpistas, ya tendrán que pedir disculpas”, increpaban los seguidores de Lula a los periodistas.