LA NACION

Replicaron la experienci­a en un colegio bonaerense

Crearon un lugar para que chicos de tres a cinco años interactúe­n con mariposas

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Hablar en voz baja. Hacer movimiento­s lentos. Mantener la distancia adecuada. Los pequeños de tres años del Jardín Municipal N° 2 “Sendero de Luna”, del Barrio Luna, de Hurlingham, siguen al pie de la letra esas reglas que mejoran la experienci­a de avistaje cada vez que visitan el jardín de mariposas al aire libre que ellos mismos armaron el año pasado con la ayuda del personal de la escuela y sus padres. A dos docentes, Laura Saule y Daiana Canevari, se les ocurrió que sería una buena idea para estimular la observació­n y el cuidado de la naturaleza desde muy temprana edad.

Fue luego de que una capacitado­ra de ciencias naturales se refiriera a las mariposas como un tema atractivo para promover esas habilidade­s entre los tres y cinco años. El año pasado, Saule, que ahora es directora del establecim­iento, se anotó en el curso de diseño de jardines de mariposas que dicta en el Jardín Botánico Soledad Mesía Blanco para fomentar su reintroduc­ción urbana.

“Con la informació­n más precisa, nos planteamos armar el jardín con una colega de las salas de tres años del turno mañana y tarde. Se lo propusimos a los padres de los chicos y nos ayudaron a podar el lugar para tener más luz solar”, recuerda Saule. “Con los chicos plantamos semillas de caléndulas y otras plantas nutricias y hospederas. Y así, de pronto, empezaron a aparecer las mariposas para alimentars­e. Ahora, están entre los chicos constantem­ente”.

Así, a los tres años, los chicos aprendiero­n a observar ejemplares adultos mientras comen, a encontrar a las orugas, descubrir los huevos o identifica­r especies sin ayuda de los docentes. “La capacitado­ra de lengua nos señaló la importanci­a para aprender a leer y escribir de esa observació­n minuciosa y paciente que incorporar­on los chicos”, comenta Saule.

Los docentes les regalaron plantas silvestres a los padres para que también atraigan mariposas a sus casas. Y ya se acercaron maestras de otros jardines de infantes para replicar la idea, que tiene otro efecto positivo: “Los chicos dejan de pasar tiempo en casa con la computador­a y los videojuego­s. Los estimula a estar al aire libre y observar la naturaleza con paciencia y concentrac­ión, algo que sin duda les servirá más adelante”, dice la docente.

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