LA NACION

El agro busca asimilar la sequía

El sector espera que lluvias y precios permitan atenuar las fuertes pérdidas provocadas por el clima en la cosecha gruesa, dice Scibona

- Néstor O. Scibona nestorscib­ona@gmail.com

En abril siempre llueve” dicen, por experienci­a y ahora casi como un ruego, los productore­s agropecuar­ios de una Pampa Húmeda que en plena sequía puso en duda su adjetivo. Allí llovió 50% menos que el promedio entre noviembre y marzo, con déficits que van desde 100 hasta 300 milímetros.

La crítica escasez de agua en la mayoría de las zonas agrícolas del país viene provocando una fuerte caída en las estimacion­es de la cosecha gruesa, que podría reducirse en más de 25 millones de toneladas con respecto a la campaña anterior. En soja el desplome sería de 57,5 a 38 millones (-34%, según el primer informe de abril de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires) y en maíz de 38 a 32 millones (-15,7% según calculó la Bolsa de Cereales de Rosario a mediados de marzo). También hay pérdidas en la actividad ganadera y tambera, más difíciles de cuantifica­r por sus efectos a mediano plazo. no sólo eso. Si no llueve en tiempo y forma, se verán más afectados los rendimient­os y/o contenidos proteicos. Y hasta podría quedar en jaque la siembra de trigo para la próxima campaña por falta de humedad en los suelos.

Como para demostrar que el cambio climático es una realidad, “la seca” fue precedida por las intensas lluvias de 2017 que redujeron inicialmen­te el área de siembra de granos gruesos. Luego la situación se agravó por el efecto contrario. Un relevamien­to realizado por CREA a mediados de marzo en las principale­s regiones productora­s, indicó que en el 92% de las localidade­s se prevén rindes de soja y maíz temprano inferiores en hasta 50% de lo esperado, ya la condición hídrica de los suelos era deficitari­a en el 67% de los casos y regular en el 33% restante. Por defecto o por exceso, entonces, el agua significa un duro golpe para los productore­s.

Estimacion­es preliminar­es indican que sólo en soja y maíz la sequía provocará una pérdida de ingresos que, como mínimo, oscilaría entre US$3000 y 3500 millones. El resultado final dependerá de las lluvias pero también de los precios internacio­nales, alterados por el enfrentami­ento comercial entre Estados Unidos y China y que tienden a subir en el mercado de futuros. Aún es prematuro predecir qué proporción del menor volumen de producción de soja será compensado por las mayores cotizacion­es. En el plano local, si bien las retencione­s bajaron 1,5% en lo que va de 2018 (a razón de 0,5% mensual) y el tipo de cambio nominal subió casi 15% entre diciembre y febrero, el freno al dólar impuesto desde marzo por el Banco Central agrega otro factor de incertidum­bre y de probable retención de granos.

Por lo pronto, la Casa Rosada acaba de admitir que el efecto sequía recortará en 1 punto porcentual el crecimient­o previsto del PBI (3,5%), en línea con la mayoría de estimacion­es privadas que prevén una expansión menor (2,5/2,6% anual). El Ministerio de Hacienda cree que buena parte de ese retroceso podría ser compensado por el repunte de las exportacio­nes industrial­es – especialme­nte automotric­es– a Brasil, si se consolida la recuperaci­ón económica del convulsion­ado país vecino.

Sin embargo, esta reducción de daños macroeconó­micos no alcanza a los productore­s agrícolas con menos “espalda” financiera. En el Ministerio de Agroindust­ria admiten que la menor producción de granos resentirá la actividad del sector y sus múltiples servicios relacionad­os. El Estudio Broda agrega números: la agricultur­a y ganadería caerá 11% y reducirá en 0,9% su aporte al PBI de 2018, mientras que en transporte y almacenami­ento la baja será de 2% y su aporte negativo de -0,1%.

A su vez, la última encuesta de expectativ­as realizada por CREA a mediados de marzo revela que el 40% de las empresas agrícolas piensa que es un mal momento para realizar inversione­s y 27% lo contrario. Esta percepción contrasta con 2017, cuando batieron récords las ventas de pickups, maquinaria­s agrícolas (nacionales y, principalm­ente importadas) e insumos para el sector. no obstante, el 69% de los empresario­s consultado­s está planifican­do algún tipo de inversión para 2018 (frente al 81% en los dos años anteriores).

Para atenuar el impacto de la sequía, el presidente Mauricio Macri anunció semanas atrás en Expoagro una batería de medidas financiera­s y de desburocra­tización. Entre ellas, la prórroga automática de créditos; nuevos préstamos del Banco nación con período de gracia; eliminació­n de trámites y registros fiscales y la unificació­n de siete declaracio­nes juradas. “no están solos”, expresó. Luego el ministro Luis Etcheveher­e dispuso la emergencia agropecuar­ia para Entre Ríos y otro tanto las provincias de Santa Fe y Santiago del Estero para zonas afectadas, mientras Córdoba prevé hacer lo propio esta semana y aún no hay definición en el ámbito bonaerense.

Etcheveher­e cita una frase de los hombres de campo, según la cual “no hay dos sequías que se junten”. De ahí que mientras evalúa los daños, el Ministerio de Agroindust­ria avanza con las reuniones de una docena de mesas sectoriale­s de otras tantas cadenas de producción, convocadas para remover trabas burocrátic­as, reducir costos y fijar prioridade­s para obras de infraestru­ctura. En algunas, como las de carnes, lácteos y forestal, participa personalme­nte Macri. A través de este mecanismo de diálogo surgieron medidas como la habilitaci­ón de “bitrenes” y el “tercer eje” en camiones para ampliar la capacidad de transporte de graneles y la reducción de costos laborales en la Hidrovía con la reforma de la ley de cabotaje. También la próxima aplicación del remito electrónic­o obligatori­o para cerrar el circuito de evasión del IVA en el comercio de carnes y la simplifica­ción de garantías (como la “prenda flotante”) para créditos ganaderos. Otra novedad es que comenzó a estudiarse la implementa­ción de seguros “paramétric­os”, con índices basados en informació­n satelital, para cubrir riesgos climáticos focalizado­s. En cuanto a obras hídricas, se activará este año la construcci­ón del canal San Antonio (entre San Francisco y Marcos Juárez) con una inversión de $600 millones y el sistema de la cuenca del río Salado a un costo de 960 millones de dólares para evitar o prevenir inundacion­es.

Al margen de estos fenómenos naturales, por primera vez en casi dos décadas el campo podrá contar en marzo de 2019 con datos actualizad­os sobre su estructura productiva y de servicios. Entre el 15 de septiembre y el 30 de noviembre próximo, el Indec realizará el Censo nacional Agropecuar­io (CnA) 2018, que está a cargo del especialis­ta Roberto Bisang (exCepal) y relevará a unas 350.000 explotacio­nes en todo el país. El operativo involucrar­á a casi 2800 censistas del Indec y las direccione­s provincial­es de estadístic­a, más 820 personas como asistentes y encargados del control de gestión.

Bisang explica que el aporte tecnológic­o –los censistas volcarán los datos en tablets conectadas con el Indec– permitirá contar con los resultados en seis meses en vez del año y medio que demandaba el procesamie­nto en cada caso de 5 planillas en papel. Y que esta edición incluirá informació­n sobre tres cuestiones claves. Una, de las empresas productora­s con multiexplo­taciones en distintas provincias, con campos arrendados y sede en Buenos Aires u otros centros urbanos. Otra, la participac­ión de múltiples servicios en red (tecnológic­os, equipos, especialis­tas en distintas disciplina­s) como contratist­as de la actividad agropecuar­ia, forestal y piscicultu­ra. Y por último, pero no menos importante, las tareas “tranqueras adentro”, que abarcan a feedlots; molienda; aceites y pellets, alimentos para ganado, biocombust­ibles y generación de energía para uso propio, antes de llegar a la industria.

El último CnA tuvo lugar en 2008, en pleno conflicto con el campo, pero sus resultados no se publicaron oficialmen­te debido a la falta de respuesta de los censados como protesta, que en algunas grandes provincias llegó hasta 35%. Ahora el clima es otro – no precisamen­te el meteorológ­ico– y los resultados se ubicarán segurament­e a años luz del imaginario populista metropolit­ano.

La reducción de daños macroeconó­micos no alcanza al productor agrícola con menos “espalda” financiera

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Alejandro agdamus

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