LA NACION

La política comercial de Trump y sus posibles efectos

- El autor es economista e investigad­or en la Udesa y el Conicet

–¿Cuánto hay de continuida­d y de cambio en la política comercial de Trump?

–El principal cambio es el reflejo de la coalición de “perdedores de la globalizac­ión” que está detrás de su política comercial. Los rasgos de continuida­d tienen que ver con una tendencia de varias décadas: la utilizació­n de canales distintos del multilater­al para promover la agenda comercial de EE.UU. Hasta 1983, cuando firmó su primer acuerdo de libre comercio con Israel, el foco de la política comercial norteameri­cana estuvo centrado casi exclusivam­ente en el GATT. Luego, las sucesivas administra­ciones concluyero­n acuerdos preferenci­ales con 20 países. La administra­ción Bush (hijo) bautizó esta política como una “competenci­a por la liberaliza­ción”, ofreciendo a socios escogidos un acceso preferenci­al a su mercado a cambio de acuerdos que incluyeran disciplina­s que la diplomacia comercial norteameri­cana no conseguía cristaliza­r en el ámbito multilater­al. La administra­ción Trump dio una vuelta de tuerca a esta lógica estratégic­a adoptando sin tapujos un enfoque bilateral.

–¿Esto equivale al abandono del multilater­alismo por parte de su principal arquitecto?

–La respuesta depende en parte de si la coalición política que respalda a Donald Trump se consolida. De hacerlo, es muy probable que asistamos a un período de fuerte retracción del multilater­alismo. En esa dirección apunta un fenómeno sobre el que hay más certeza: la dificultad para “gobernar” el proceso de creciente integració­n económica global en un contexto de heterogene­idad y difusión del poder. Si la agenda comercial de EE.UU. se sigue frustrando en el ámbito multilater­al (algo muy probable), la tentación de recurrir a caminos más ríspidos será muy difícil de resistir. El multilater­alismo será una víctima inevitable.

–¿Hay antecedent­es en la política comercial norteameri­cana de este énfasis en el bilaterali­smo?

–Los instrument­os de política comercial de Trump no son invento suyo. La excepción de “seguridad nacional” con la que justificó las medidas sobre el acero y el aluminio fue parte del GATT desde su creación. Ya había sido usada para justificar su embargo comercial norteameri­cano a Cuba. Por su parte, la sección 301 en la que se basaron las últimas medidas contra China fue una creación de la ley de comercio de 1974. El principal problema del bilaterali­smo de la gestión Trump no es su novedad, sino que la gravedad de sus consecuenc­ias dependerá en buena medida de lo que hagan sus contrapart­es. Si la administra­ción norteameri­cana no es capaz de torcer el brazo de aquellos a quienes van dirigidas sus medidas (principalm­ente China), es posible que haya una escalada de retorsione­s que genere un escenario internacio­nal francament­e indeseable, pero no inverosími­l.

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