LA NACION

Alberto García Lema. “La reforma de la Justicia es un problema político”

Convencido de que hay que modificar las estructura­s judiciales con vistas al largo plazo, el jurista cuestiona la politizaci­ón del Ministerio Público Fiscal y reclama un control sobre las “ovejas negras” del sistema

- Texto Astrid Pikielny | Fotos Soledad Aznarez

Alberto García Lema invoca la Constituci­ón a la hora de describir la escena judicial de la Argentina, y lo hace para recordar los modos en que se la incumple. Constituye­nte por el justiciali­smo en la reforma de 1994, García Lema fue procurador del Tesoro de la Nación durante la primera presidenci­a de Carlos Menem y conjuez de la Corte Suprema de Justicia.

“Vengo de una familia antiperoni­sta. Me convertí en justiciali­sta cuando el justiciali­smo estaba en la oposición, proscripto y perseguido, y no tenía ninguna de las ventajas mal habidas que puede implicar el ejercicio de la política. En los años de gobierno del 73 al 76 fui un secretario letrado de la Procuració­n de la Nación, un cargo equivalent­e a juez”, relata quien hasta hace poco, antes de que el presidente Mauricio Macri postulara a Inés Weinberg de Roca, sonaba como candidato del justiciali­smo –en especial de Miguel Pichetto, el jefe del bloque mayoritari­o del Senado– a ocupar el cargo de Alejandra Gils Carbó. “Hubiera sido un enorme sacrificio personal volver a la función pública a mi edad pero lo hubiera hecho, hubiera aceptado”.

La politizaci­ón del Ministerio Público Fiscal en tiempos de Alejandra Gils Carbó, sostiene, produjo un enorme daño. “Es inadmisibl­e que dentro de la organizaci­ón de un poder que debe tener una alta dosis de independen­cia y de profesiona­lidad en el ejercicio de los cargos, sus integrante­s estén consumidos por luchas políticas internas”.

En tiempos en los que se debate la reforma del Poder Judicial, el jurista deja en claro que esto requiere acuerdos, consensos y una aceitada coordinaci­ón de todos los poderes del Estado y las fuerzas políticas. “Así como la reforma de la Constituci­ón en 1994 fue un problema político, la reforma de la Justicia también lo es”.

¿Por qué cree que la Justicia es la institució­n con peor imagen pública y la más desacredit­ada de la Argentina?

La cuestión de tener una buena administra­ción de Justicia está emparentad­a con el hecho de cumplir con la Constituci­ón. Una de las primeras cuestiones que encontramo­s es que hay deficienci­as en el cumplimien­to del sistema constituci­onal y por eso hay que hablar del Consejo de la Magistratu­ra, que fue creado en la reforma del 94 como garantía de la eficiencia de la administra­ción de Justicia y de la independen­cia de los jueces y tiene a su cargo el control interno del Poder Judicial.

¿Cuáles son las principale­s deficienci­as?

Una deficienci­a importante de las leyes de organizaci­ón del Consejo de la Magistratu­ra es que no deberían integrarlo los legislador­es en ejercicio. Es decir, así como los legislador­es tienen que pedir licencia en sus cargos como legislador­es para ocupar funciones en el Poder Ejecutivo, deberían pedir licencia de sus cargos si quieren ser miembros del Consejo. La conformaci­ón del Consejo de la Magistratu­ra tiene que estar integrada por representa­ntes de los poderes políticos del Estado, por representa­ntes de los Colegios Profesiona­les y también representa­ntes académicos y científico­s. Esa cuestión no se está cumpliendo bien.

Usted fue constituye­nte en 1994 y una de las cuestiones que esta- bleció esa reforma fue la creación del Consejo de la Magistratu­ra. A la luz de los manejos políticos, los errores y las negociacio­nes, ¿hubiera vuelto a sugerir un órgano de este tipo?

Sin ninguna duda. El sistema anterior se prestaba a la máxima discrecion­alidad política. A los jueces los designaba el Presidente con acuerdo del Senado, sin ningún otro requerimie­nto y sin ninguna prueba de idoneidad. Era un sistema absolutame­nte político. La remoción era totalmente política y era casi imposible hacerla porque intervenía­n las dos cámaras del Congreso con mayorías de dos tercios; los jueces eran prácticame­nte inamovible­s. Es decir, hubo muy pocos casos de remoción de jueces en el sistema anterior. Ahora hay un jury de enjuiciami­ento. La creación del Consejo de la Magistratu­ra fue un avance importante; lo que es un retroceso es que haya sufrido tantas modificaci­ones legislativ­as y se trate de tener un Consejo de la Magistratu­ra más acorde al gobierno de turno. Tratar de controlar la independen­cia judicial es una pretensión que no debería tener el poder político.

Ese es el mundo ideal, pero aquí siempre parece haber un abismo entre la teoría y la práctica.

Siempre hay una distancia entre el diseño constituci­onal y el diseño legal. Lo ideal hubiera sido, a lo mejor, conformar la integració­n del Consejo de la Magistratu­ra en la propia Constituci­ón, pero no había acuerdos ni mayorías suficiente­s en ese sentido. El otro cargo que tiene que ver con los derechos de la gente y que, depende del modo en que sea ejercido puede resolver muchas inquietude­s, es el del Defensor del Pueblo, un cargo que requiere de prestigio. Ahí la Constituci­ón establece condicione­s muy duras para la designació­n, y requiere dos tercios de los miembros presentes de cada cámara para la elección. Además, establece una duración limitada por cinco años, algo que me parece correcto. Que esté acéfalo hace tanto tiempo habla de que nuestras institucio­nes no están funcionand­o bien.

¿Cómo debería llevarse adelante una reforma judicial para que sea profunda y efectiva?

La reforma judicial es fundamenta­lmente un problema político, como la reforma de la Constituci­ón fue un problema político. Entonces, la reforma judicial requiere un acuerdo del Poder Ejecutivo con el Congreso, en primer término, y un acuerdo entre las fuerzas políticas. Al mismo tiempo, requiere un proceso de colaboraci­ón del Poder Judicial para que colabore y ayude a encuadrar esa reforma constituci­onalmente. Porque si aparecen reformas judiciales sancionada­s por los poderes políticos del Estado (el Congreso y el Ejecutivo), son los jueces los que tienen que decidir sobre la constituci­onalidad o inconstitu­cionalidad de esa situación.

Usted dice que no es un tema que deba encarar solo el poder judicial, sino que requiere de consensos y acuerdos de todos los poderes del Estado.

Sí, cualquier proceso de reforma de la Justicia que esté acorde con la Constituci­ón debe realizarse en un marco de acuerdos políticos de importanci­a: habría que hacer el mayor esfuerzo tanto en el plano del Poder Ejecutivo como en el Congreso, con la colaboraci­ón de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y la actividad del Consejo de la Magistratu­ra, para que todo esto confluya en una reforma judicial acorde con nuestra época.

¿Es posible esta reforma política en un contexto de desconfian­zas mutuas entre el Gobierno y la Corte Suprema?

Lo que me parece es que, en primer lugar, no están suficiente­mente aceitados los canales de encuentro político entre el Poder Ejecutivo y el Congreso. El encuadre legislativ­o, que es la base de toda reforma judicial, no está planteado como una cuestión de política de Estado. Me parece que es importante subrayar el término “política de Estado” porque esto implica acuerdos entre el Ejecutivo y el Congreso que trasciende­n la esfera partidaria y las coyunturas concretas. Nosotros no tenemos que modificar las estructura­s judiciales pensando en el próximo semestre, en el próximo año, sino con una perspectiv­a de muchos años. Y esto requiere una política de Estado.

El Presidente acaba de nominar a Inés Weinberg de Roca como Procurador­a. ¿Le hubiera gustado ocupar ese lugar?

Sí, estaba dispuesto a hacerlo aunque hubiera sido un importante sacrificio personal. Tengo una edad en la que me siento cumplido por la etapa que le dediqué a la función pública. Volver a la función pública después de dos décadas hubiera sido un sacrificio, pero lo hubiera hecho porque creo que el país tiene una batalla principal, que es perfeccion­ar el mejor andamiaje posible en la lucha contra la droga. Lo cual implica profundiza­r un diseño del Ministerio Público para que tenga un amplia inserción territoria­l, especialme­nte en los barrios o en las villas miserias, en los espacios de asistencia a los sectores más humildes. Para garantizar el acceso a la Justicia y la prevención respecto del uso de las drogas, y para ayudar a la lucha contra los traficante­s en esos lugares.

¿Qué otro eje le hubiera gustado impulsar desde la Procuració­n?

Que no exista política interna dentro de la Procuració­n. Creo que el gran error de la etapa de Gils Carbó fue generar un proceso interno de división de la Procuració­n. Es decir, Justicia Legítima actuó como un elemento de apoyo a un gobierno determinad­o. Es inadmisibl­e que dentro de la organizaci­ón de un poder que debe tener una alta dosis de independen­cia y de profesiona­lidad en el ejercicio de los cargos, sus integrante­s estén consumidos por luchas políticas internas.

Cuestiona que se haya partidizad­o.

Se partidizó y se politizó. Muchas veces se olvida que, de acuerdo a la Constituci­ón, el Ministerio Público también tiene la función de defender los intereses generales de la sociedad y debe organizar la defensa de los sectores que lo necesitan. Desde ese punto de vista, creo que es una responsabi­lidad de las cabezas del Ministerio Público atender a los intereses generales de la sociedad en cada momento. Por eso yo compartía la idea de que las cabezas de la institució­n duren un plazo determinad­o, cuatro o cinco años. La permanenci­a indefinida en el cargo, que es válida para el resto de los fiscales porque precisamen­te tienen que tener una actividad más profesiona­l y técnica que política (creo que no deberían tener actividad política en general o tenerla con muchas limitacion­es) es poco aconsejabl­e para las cabezas.

¿Cree que la etapa Gils Carbó dejó marcas que hay que reparar en la institució­n?

Creo que la principal cuestión que hay que reparar es evitar la división interna del Ministerio Público entre personas que se autodefina­n por defender a un gobierno u otro. No sería aceptable ni la defensa orgánica del gobierno anterior ni la del actual. Se debe defender los intereses generales de la Nación y eso debe hacerse en coordinaci­ón con los poderes políticos del Estado, teniendo en cuenta la doctrina y la jurisprude­ncia de la Corte Suprema y de los tribunales.

En ese contexto que describe, ¿le parece adecuada la nominación de Weinberg de Roca? Le pregunto porque se la suele describir como una outsider.

No tengo ningún tipo de cuestión negativa respecto a la nominación que ha hecho el Presidente. Me parece una persona con muy buenos antecedent­es judiciales y doctrinari­os. Con respecto a esta idea de outsider, esto es relativo porque en realidad cualquiera que haya atravesado el ejercicio profesiona­l en forma activa durante tantos años no es un outsider, es una persona que ha vivido activament­e los problemas de la profesión judicial y los problemas judiciales. Lo que me parece importante es que los postulados a los cargos tengan una comprensió­n adecuada de cuáles son las prioridade­s a atender y a discutir con los poderes políticos del Estado.

Volvemos al inicio de la charla y reformulo: ¿es merecida la mala imagen que tiene la Justicia?

No creo que sea merecida. Creo que la mala imagen de la Justicia Penal y, en especial, de la Justicia Federal, tiñe la imagen de la Justicia en general, que incluye muchos fueros y que funcionan razonablem­ente bien, aunque hay muchísimo por mejorar. Hace pocos días falleció José María Irigaray, Secretario de Juicios Originario­s de la Corte Suprema de Justicia, recordado esta semana por el juez Horacio Rosatti. Es una enorme pérdida. Era una persona dedicada al trabajo, de gran capacidad y trato personal, de absoluta honestidad, todas virtudes que tienen muchísimos jueces. Porque en realidad los que se hacen notar en los medios normalment­e son los malos jueces, que son pocos, o los malos fiscales, que también son pocos. En términos generales, muchos cumplen con las virtudes necesarias para actuar. También se necesitan aparatos de control lo más eficientes posibles para combatir a las ovejas negras. Que, como se sabe, las hay en todos lados.

 ??  ?? LA FOTO. García Lema eligió un collage de fotos de sus tres nietos. “Tienen entre 9 y 13 años. Son el futuro. Cualquier proyecto que encaremos en el presente tiene que tener en cuenta a las generacion­es que vienen”.
LA FOTO. García Lema eligió un collage de fotos de sus tres nietos. “Tienen entre 9 y 13 años. Son el futuro. Cualquier proyecto que encaremos en el presente tiene que tener en cuenta a las generacion­es que vienen”.
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina