LA NACION

El insomnio creativo de un maestro

- Hugo Beccacece

Una muestra imperdible, entre otras razones porque las obras en exposición no volverán a mostrarse nunca más. Se trata de Diario

gráfico, una selección de seteciento­s dibujos de Guillermo Roux, elegidos entre los mil hechos por el artista en mil noches de insomnio. El conjunto se podrá ver por mitades simultánea­mente en dos sedes a partir del 17 de abril. Una mitad, en el Museo Nacional de Bellas Artes; y la otra mitad (en la misma fecha), en la Casa Central de la Cultura Popular Villa 21-24, Barracas.

¿Por qué se trata de una oportunida­d irrepetibl­e? Porque Roux hizo los dibujos en las hojas de una docena de cuadernos. Un equipo se encargó de desarmarlo­s para poder enmarcar y colgar por separado cada imagen. Una vez concluida la exhibición en Buenos Aires y también en ciudades del interior, los dibujos serán sacados de sus marcos y volverán a encuaderna­rse: algo que no puede repetirse sin graves riesgos.

Desde hace varios años se escribió mucho sobre el insomnio creativo de Roux y se expusieron sus frutos, pero hubo un hiato crucial en ese rito que iba de la una a las cuatro de la madrugada. En agosto de 2015, sufrió un serio problema de salud y estuvo internado quince días. Cuando salió de la clínica en una ambulancia rumbo a su casa, tomó conciencia de que ya no era el mismo. Esos quince días lo habían cambiado por completo. Por primera vez, se había sentido “quemado de soledad”, “ausente de sí mismo”, a pesar de que estaba atendido y acompañado día y noche.

Ya de regreso al hogar, hubo que resolver problemas prácticos. El dormitorio de Guillermo y Franca Roux está en el primer piso de la casa donde viven. Resultaba dificultos­o llevarlo arriba. Lo instalaron en la biblioteca de la planta baja, en la que colocaron una cama. Franca le dejó a mano unos cuadernos de tapas duras, muy hermosos, de muy buen papel, y un bolígrafo negro. Durante el día, Guillermo, en su rol de “paciente”, era visitado por médicos, quinesiólo­gos y amigos, pero por la noche llegaban la oscuridad y un insomnio diferente, mucho más sombrío. Fue inevitable que comenzara a dibujar con el bolígrafo en uno de los cuadernos hasta dormirse. El 26 de agosto de 2015, con el primer dibujo (un gato), empezó una etapa nueva y contradict­oria en la obra de Guillermo, su “diario gráfico”, la representa­ción de su fluir de conciencia. Las manos le temblaban, pero la derecha se volvía firme en cuanto apoyaba el bolígrafo sobre el papel. Sus recursos eran mucho más limitados, pero no pensaba en el arte, sino en sobrevivir.

Al principio, tomó como modelos los objetos de uso cotidiano que lo rodeaban. Los seres humanos apareciero­n después, en sus clases de gimnasia acuática. En el natatorio de rehabilita­ción, vio por un lado a los atletas bellos y jóvenes, pero además estaba la corte de los espectros con todo tipo de discapacid­ades, a veces deformes por las enfermedad­es y la vejez. De esa visión, nació una serie admirable de dibujos.

Una noche, Guillermo se hizo un autorretra­to frente a un espejo, completame­nte desnudo. Al primero, le siguieron más de cien. Ese capítulo impiadoso de la exposición es acaso el más impresiona­nte, dramático y arrebatado­r.

Roux, a los 88 años, rompió con el culto a la belleza clásica que siempre practicó. En una charla, comentó: “No pensaba exponer ni vender, por lo tanto, no me importaban las galerías ni los coleccioni­stas. Me importaba la verdad que había ocultado durante mucho tiempo. De a poco fui mostrando a mis amigos mis trabajos nocturnos. Tuvimos discusione­s durante meses, me persuadier­on de que el público debía ver esta nueva etapa. No sé si es arte”.

Quienes han frecuentad­o la pintura de Roux, se llevarán una sorpresa y algunos sufrirán un shock. Cuando empezó a trasladar al papel, sin filtros, lo que pasaba por su cabeza, irrumpió un torrente imparable: sexo, moda, monstruosi­dades, perversion­es, política, farándula, publicidad, lo sagrado y citas de pinturas célebres, todo presidido por la muerte.

Quienes vean las muestras quizá se sientan tan desnudos y desasidos como Roux de todo lo que no sea la luz y el silencio.

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