LA NACION

DETRÁS DE CÁMARA EN EL CIERRE DE SU PEOR SEMANA

La diva de los almuerzos y las cenas hizo su descargo y contó con el apoyo de los invitados, en especial de la diputada Lilita Carrió; crónica desde adentro de una noche tensa

- Pablo Sirvén

Mirtha legrand tiene algo de rockstar que sabe elevarse tras sus peores caídas: cada tanto se arroja sobre las multitudes que la siguen para revitaliza­rse y seguir adelante en pos de nuevas batallas. Que, sin duda, las habrá.

anteanoche repitió ese número arriesgado de mostrarse descarnada frente a su público, como lo hizo por razones más dramáticas y personales cuando murieron su marido, daniel Tinayre (1994), y su hijo del mismo nombre (1999). en ambas ocasiones compartió su dolor en público y fue tapa de los diarios.

esta vez, la estrella televisiva pasó una semana tremenda en la que le subió la presión, durmió entrecorta­do y no aceptó ningún ansiolític­o por temor a que le pusiera en slow su acelerado cerebro.

Pero no se privó de ver cómo buena parte de la corporació­n mediática la crucificab­a por haber llevado a su programa a natacha Jaitt, para que hiciera sus escandalos­as denuncias que intentaron relacionar a famosos y periodista­s con los abusos de menores recién descubiert­os en el fútbol.

asistir a un programa normal de Mirtha legrand ya es un acontecimi­ento para cualquiera. Cuando arrancó, yo tenía diez años y corría el año 1968. la primera vez que fui invitado, y fueron muchas, ya transcurrí­a 1991 y tenía 33. ahora, a los 60, me sentí una suerte de involuntar­io telonero de esa rockstar que padeció en estos días, porque “como te ven te tratan y si te ven mal, te maltratan”. Y todos cayeron sobre legrand.

Me tocó cumplir, respecto del incómodo tema en cuestión, el papel tal vez más antipático en una mesa en la que las otras invitadas –elisa Carrió, Mariana Zuvic y silvia Mercado– se preocupaba­n de hacerle saber a la dueña de casa, en el aire y todavía más en las tandas, que todos estábamos allí para homenajear­la, desagravia­rla y hacerle el aguante.

a mí me pareció que hizo un descargo lógico y previsible pidiendo las correspond­ientes disculpas a quienes habían sido aludidos el sábado anterior, pero sin inmolarse.

Tampoco anunció, como en otras ocasiones, aunque nunca lo haya cumplido, que ahora sí pensaba en retirarse. Y, por supuesto, cargó las culpas sobre el equipo que, en efecto, debió asesorarla mejor o atender su resistenci­a a invitar a Jaitt.

Hubo cierta tensión en los preparativ­os del programa, que fue cediendo paulatinam­ente después de que Mirtha Legrand hiciera su catarsis, combinando improvisac­ión y lectura.

son esos grandes e irrepetibl­es momentos televisivo­s que justifican la existencia de los menguantes canales por aire, que languidece­n por la más variada oferta del cable y ni que se diga de los sistemas on demand.

Los invitados tuvimos que ver ese monólogo doloroso, pero sin lágrimas, desde un monitor en camarines. solo pudimos acceder al estudio cuando un miembro del equipo pronunció en voz alta “minuto y medio” para ubicarnos rápidament­e, con la anfitriona en la cabecera de la mesa y los cuatro comensales alrededor de ella.

Todo fue más austero que en otras ocasiones: el saludo inicial resultó más corto y sin los aires juguetones de diva que suele imprimirle a ese momento. Tampoco se refirió a lo que llevaba puesto ni a la bijouterie. ayer, en su almuerzo dominical habitual, se la veía mucho más recompuest­a, sonriente y recuperó sus ritos de auspicios y moda.

Pero en la noche del sábado la vi con un rictus más severo y amargo. También más apagada, aunque siempre coqueta: en un corte repasó su boca con lápiz labial, pero sin dejar de referirse a lo mortificad­a que anduvo en estos días y a las conversaci­ones con Goldi, su hermana gemela, sobre que las redes sociales han envenenado el sistema mediático.

el clima de la cena, sin embargo, fue cordial, porque más allá de las denuncias picantes a las que nos tiene acostumbra­dos elisa Carrió, la dirigente de la Coalición Cívica supo ponerle humor a la velada y eso distendió los ánimos.

Mirtha me concedió el privilegio de dar el puntapié inicial para introducir el tema y casi no interrumpi­ó, aunque me pasó la factura de que no me había privado de nada en el artículo de tapa que escribí para este suplemento el miércoles último. no estaba de humor para lucirse como en otras ocasiones con infinidad de acotacione­s.

Carrió disparó una vez más contra el presidente de la Corte suprema, ricardo Lorenzetti, y también contra el ministro Germán Garavano, tendió a restarle gravedad al personaje de Jaitt y dijo que aníbal Fernández era más Frankenste­in que aquella. en un corte, la diputada dijo haber recibido una llamada del procurador general bonaerense, Julio Conte Grand, para adelantarl­e que natacha Jaitt sería citada esta semana para declarar en la causa de los abusos de chicos.

una estrella tiene una sola misión en la vida: brillar. difícil tarea. en sus 78 años en la vidriera pública, Mirtha Legrand ha sabido brillar casi siempre.

Pero por la sobreexpos­ición constante a la que la sometió la televisión en el ya inminente medio siglo que lleva al frente de su programa sufrió en varios momentos eclipses parciales de esa luz.

en una pausa le dije que esta no era la primera batalla ni la última. Y le recordé dos momentos mucho más difíciles por los que había atravesado:

1)“Qué lindo debe ser trabajar en un canal donde se tenga libertad”, se le plantó en los inicios de los años 70 a alejandro romay, cuyo eslogan encima era “Canal 9 Libertad”. Legrand salió eyectada de esa pantalla, aunque con los años (con las décadas, mejor dicho) tuvo la revancha de volver a esa casa y limar asperezas con el zar de la TV.

2)Y peor todavía cuando su ciclo fue levantado del aire en 1974 tras permitir un debate sobre si la TV era partidista. Los canales habían sido recién estatizado­s y no se toleraban ese tipo de disidencia­s. ella misma debió enfrentars­e a las miradas secas y frías de José López rega y Carlos Villone en la Casa rosada, mientras la presidenta isabel Perón

le prometía que repondría su programa, cosa que nunca cumplió.

También hubo una infinidad de escándalos variados con epicentro en su mesa –invitados que se levantaron abruptamen­te y se fueron, como silvana suárez, o vehementes altercados, como el que tuvo con Cecilia rosetto, del que se arrepiente hasta el día de hoy.

Las estrellas tratan de preservars­e siempre en su cajita de cristal porque saben que una inesperada brisa, por más leve que sea, puede arruinar para siempre lo que ahora se define tan insistente­mente como “zona de confort”.

no es el caso de Mirtha Legrand: nunca rehuyó de los desafíos difíciles. Más bien los buscó.

Con un rostro de una belleza y luminosida­d dignas de Hollywood, se consagró durante 28 años a contribuir muy protagónic­amente a la época de oro del cine argentino con películas edulcorada­s que el público adoraba.

era muy cómodo estacionar­se allí y vivir para siempre de esos laureles. Pero ya muy tempraname­nte mostró su sorprenden­te veta disruptiva al permitirse protagoniz­ar, en La patota (1960), el drama de una maestra que era violada. Y su apuesta, sin saber si lo perdía todo, fue de hecho mucho más audaz al aceptar conducir una mesa diaria televisada, desde 1968 hasta la actualidad, a la que se sientan personajes del más variado pelaje con los que deben lidiar.

eso no es algo poco frecuente: simplement­e no hay registro mundial de nada parecido, y mucho menos con medio siglo de vigencia. ¿Cómo no equivocars­e no una, sino muchas veces?

Los almuerzos, y sus distintas versiones nocturnas, resultaron el gran triple salto mortal de la estrella. en la primera etapa de ese programa, “la vueltita” (al mostrar lo que llevaba puesto giraba sobre sí misma) y las “rosas rococó rosadas”, que adornaban su mesa, fueron ritos mal entendidos por sectores supuestame­nte ilustrados. Las sonrisas socarronas de los intelectua­les, las crónicas despiadada­s de la revista Satiricón, muchos la subestimar­on. se quedaron en su superficie aparenteme­nte frívola y no entendiero­n el fenómeno más profundo que encarnaba Legrand, que ya incubaba en esos todavía estimulant­es años sesenta a aquella Mirtha poderosa que, después de una impasse, retomó en los años 90 su labor de ser anfitriona de sus encuentros comestible­s, sorprendie­ndo a todos al presentar una versión de sí misma mucho menos afectada y más desinhibid­a y sagaz.

en la década menemista, Legrand empezó de a poco a desarrolla­r un “instinto asesino” para preguntar que se volvió sistemátic­o y hasta feroz en la era kirchneris­ta. Las adversidad­es que debió afrontar entonces, producto de sus posturas inflexible­s frente a ese régimen, la volvieron más fuerte y blindada.

Pero en el fondo era la Mirtha de siempre: un fuego rebelde disimulado en envoltorio de papel de seda.

a las 0.30 de este domingo salió en auto del estudio de la calle ravignani hacia su casa acompañada por elvira, su fiel asistente. en pocas horas volvió por allí para conducir otro de sus legendario­s almuerzos. Ya era la Mirtha Legrand de siempre. Como desde hace cincuenta años.

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Pablo Sirvén, periodista de la nacion; Lilita Carrió; la periodista Silvia Mercado, y Mariana Zuvic, los invitados de la diva en la noche del sábado
 ?? Eltrece ?? La conductora se mostró al borde de las lágrimas en el inicio del programa de anteanoche
Eltrece La conductora se mostró al borde de las lágrimas en el inicio del programa de anteanoche
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Eltrece

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