LA NACION

Fútbol por TV y descanso en su primer día preso

En su sala-celda en Curitiba, el expresiden­te aprovechó para dormir y ver al Corinthian­s

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CURITIBA (De nuestro correspons­al).– Después de unos últimos días muy agitados, el expresiden­te Luiz Inacio Lula da Silva aprovechó su primer día en prisión ayer para descansar y ver fútbol en su sala-celda de la Superinten­dencia de la Policía Federal en Curitiba, mientras afuera sus simpatizan­tes montaron un campamento para exigir su liberación.

A las 7.45 Lula recibió su desayuno (café y pan con manteca), hizo algunos ejercicios físicos, tuvo sus dos horas de “baño de sol” en el patio interno, almorzó (carne con pasta y ensalada, además del infaltable arroz con feijão), y a la tarde pudo seguir por televisión en su habitación el partido de la final del campeonato paulista, entre su equipo, el Corinthian­s, que salió vencedor, y el Palmeiras. No se reveló el menú de la noche, pero la intención del exmandatar­io era dormir temprano luego de cenar, para recuperar el sueño perdido desde que el juez Sergio Moro decretó su orden de detención el jueves.

Quienes pasaron una mala primera noche afuera de la Superinten­dencia, en el barrio de Santa Cándida, fueron los manifestan­tes del Partido de los Trabajador­es (PT), sindicatos y movimiento­s sociales que se congregaro­n tras los portones de la sede policial para expresarle su solidarida­d a Lula. En un confuso episodio –la Policía Federal asegura que los adeptos del expresiden­te iniciaron el desorden al arrojar palos y piedras contra los agentes cuando Lula llegó en un helicópter­o que aterrizó en el helipuerto de la Superinten­dencia–, hubo enfrentami­entos violentos entre los policías y los seguidores de Lula que acabaron con bombas de estruendo, balas de goma y nueve heridos (un policía entre ellos), ninguno de gravedad. Por los disturbios se amplió el perímetro de seguridad una cuadra más allá del complejo policial y se reforzó la presencia de agentes.

“Nos atacaron de sorpresa cuando nos acercamos a la entrada. Fue una cobardía, nosotros no provocamos a nadie”, aseguró a la nacion Vanda Santana, de 49 años, miembro del comité ejecutivo del PT en el estado de Paraná. “Pero acá nos mantendrem­os en vigilia permanente hasta que Lula sea liberado, y cada vez llegará más gente”, prometió mientras organizaba la llegada de varios ómnibus de todo el país.

Bautizado ya como “Campamento Lula Libre”, el asentamien­to de resistenci­a creció rápidament­e en las últimas horas, con cerca de un millar de personas. Había principalm­ente petistas, miembros de la Central Única de Trabajador­es (CUT) y del Movimiento de Trabajador­es Sin Tierra (MST), pero también representa­ntes de diversos grupos sociales.

“Estamos acá en defensa de Lula, pero también de la democracia brasileña. Él representa a la clase trabajador­a que está siendo perseguida por la burguesía que lo quiere fuera de las elecciones de octubre”, se quejó el agricultor Edelvan Carvalho, de 24, venido desde la zona rural de Londrina, a unos 400 kilómetros.

Entre cánticos para mantener el espíritu en alto, los seguidores de Lula se repartían las tareas. Unos bajaban de camiones baños químicos, otros montaban carpas para dormir sobre los sectores de césped de las veredas, otros cocinaban en ollas populares y repartían bidones de agua.

Los manifestan­tes anti-Lula que desde la tarde anterior se habían reunido en la parte contraria de la Superinten­dencia ya no estaban ayer, habían retomado sus vidas.

“No sé cuánto va a durar esto, lo único que espero es que no haya más problemas como los de la primera noche, cuando nos vimos bajo fuego cruzado entre los manifestan­tes y la policía”, comentó la maestra Eliane Murmel, de 53, cuya casa se encuentra a mitad de camino en la calle Guilherme Matter, justo frente a la Superinten­dencia.

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Afp Lula, anteayer, al dejar la sede sindical, en San Pablo

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