LA NACION

Una tarea urgente para el futuro defensor del niño

La opinión de cuatro candidatos sobre cómo abordar esta problemáti­ca

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Buscar maneras de llevar justicia y reparación a las víctimas de abuso sexual infantil será una de las tareas del defensor del niño de la Nación cuando finalmente sea nombrado, algo que se espera suceda este año. El puesto está vacante desde 2006 y se le suman 19 provincias donde tampoco fue designado. “La Argentina hoy tiene infancias fragmentad­as, distintas según las provincias; en algunas está más protegida, en otras, no tiene ni voz ni voto”, sostiene la diputada Carla Carrizo, titular de la comisión bicameral encargada de selecciona­r a uno de los 68 postulante­s para ejercer la defensoría nacional.

En diálogo con la nacion, cuatro candidatos opinaron sobre cómo mejorar el abordaje del abuso infantil, destacando la escasa formación de los operadores judiciales y la necesidad de garantizar el derecho del niño a ser oído.

El foco en la Justicia

Marisa Herrera, especialis­ta en derecho de familia e investigad­ora del Conicet, resalta la urgencia de trabajar en políticas de prevención, donde destaca el rol y la capacitaci­ón de los docentes, por ser la escuela uno de los principale­s lugares para detectar los abusos. También subraya el trabajo que debe hacerse para, una vez en el ámbito judicial, no revictimiz­ar a los chicos.

Nora Pulido, coordinado­ra del Colectivo de Derechos de Infancia y Adolescenc­ia, considera que un gran desafío es capacitar a los funcionari­os judiciales. “En los expediente­s de abuso vemos de qué manera actúan no solo los jueces, sino los equipos técnicos de los juzgados, encargados de oír al niño”, sostiene Pulido. “No son escuchados, no es tenido en cuenta lo que dicen. Es un problema gravísimo”, advierte la candidata. “En esa encrucijad­a estamos en el Poder Judicial y el defensor tiene mucho que decir”, concluye.

Juan Facundo Hernández, abogado orientado en derechos humanos y también parte del Colectivo de Derechos de Infancia, insiste en el desinterés por la voz de la víctima. “Un chico de 4 o 5 años, aunque la cámara Gesell donde lo entreviste­n esté acondicion­ada, algo que no siempre pasa, difícilmen­te le cuente mucho a una persona que vio dos o tres veces”, indica. En cambio, señala que “en un espacio de terapia, ante un profesiona­l que está matriculad­o y obligado a decir la verdad, o en la escuela, ese chico sí puede contar muchas cosas, y sin embargo no se tiene en cuenta en sede judicial”.

Para Laura Musa, exdiputada y directora de la Fundación SUR, “que el niño sea oído es que lo sea sustancial­mente, y para eso hay que tener buena escucha y deben estar formados todos los operadores por los que atraviesa el menor, con su silencio primero y con sus complicaci­ones para comunicars­e”. Por eso plantea que hay que “exigir rigurosida­d a quienes van a estar cerca de los niños y sus dificultad­es”.

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