LA NACION

Un equipo especial de la Gendarmerí­a rastrea el delito en la deep web

Trabajan en lo que llaman “ciberpreve­nción del crimen”; analizan las 24 horas sitios sospechoso­s

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Investigar hacia dónde va el delito. Este es uno de los conceptos básicos que maneja el equipo de cuatro personas del Departamen­to de Delitos Informátic­os (DDI) de la Gendarmerí­a. Fue creado como parte de una iniciativa para mejorar las herramient­as de prevención de delitos en la web, lo que ellos llaman “la ciberpreve­nción del crimen”. Y aunque las formas de delinquir siguen siendo las mismas, el uso de la tecnología como medio y herramient­a se ha masificado. Entre lo que más investiga el DDI en el ámbito digital se encuentran la venta de drogas, la captación de personas para trata laboral o sexual y la pornografí­a infantil.

Estos detectives buscan formas creativas de “pensar” el delito informátic­o; saben que los delincuent­es siempre van a tratar de sobrepasar las medidas de seguimient­o. Por eso hacen búsquedas proactivas a diario como parte de la tarea de prevención; además, colaboran en las causas judiciales que surgen de denuncias por delitos informátic­os.

Una de las aristas más significat­ivas de su trabajo es una inmersión dentro del mundo de la deep web, que aloja todo aquel contenido de Internet que no está indexado por los motores de búsqueda convencion­ales como Google o Yahoo!, y que en los últimos años se convirtió en un medio idóneo para las personas que buscan vender y comprar drogas, intercambi­ar videos y fotos de delitos sexuales contra menores, armas y otras mercadería­s ilegales que se ofrecen en estos sitios.

“En nuestra unidad sabemos que el ciberdelit­o usa la tecnología como fin, medio y eventualid­ad. Es una distinción importante que hacemos para luego poder investigar cada caso en particular”, explicó Fernando García, uno de los integrante­s del grupo.

“Sabemos que muchos delincuent­es tienen como fin la alteración de documentos electrónic­os o el robo de una base de datos para vender, que hay grupos especializ­ados en hacer fraudes con tarjetas de crédito, tomar identidade­s digitales y explotarla­s –lo que en la jerga se conoce como un muerto digital, porque una persona está usurpando la identidad de otra–; todos estos delitos usan la tecnología netamente como un fin, y esto es parte de lo que nos toca investigar en la unidad”, informó.

El Departamen­to de Delitos Informátic­os tiene su base central de

operacione­s en el Edificio Centinela, la sede central de la Gendarmerí­a en el barrio porteño de Retiro, donde los expertos buscan adelantars­e al delito las 24 horas, detectando problemáti­cas online que luego se convierten en casos concretos.

“El trabajo importante pasa por el análisis, que es el valor agregado que le damos acá a la informació­n cruda”, explicó a Sebastián la nacion Cabral, uno de los integrante­s del Departamen­to de Delitos Informátic­os. “Los datos están online, pero si no se analizan, no sirven. Por eso, cuando pasan por acá se transforma­n en informació­n”, agregó.

Una gran parte de los delitos que investigan provienen de descubrimi­entos propios gracias a las herramient­as tecnológic­as que usan en el trabajo. Otro tanto proviene de denuncias de todo tipo (incluidos los cibercríme­nes) radicadas en la línea especial que tiene la Gendarmerí­a (0800-888-8804) o en el correo electrónic­o 0800denunc­ias@ gendarmeri­a.gob.ar.

Allí también generan lazos de trabajo con expertos de otros países para poder atacar de manera más eficiente este tipo de delitos que no conocen de límites y que son de naturaleza transnacio­nal. Desde Estados vecinos hasta los Estados Unidos, el trabajo y la informació­n se comparten cuando es necesario. Con Francia, por caso, hay un convenio internacio­nal que permite resolver casos más eficientem­ente. Por otra parte, los investigad­ores nacionales pronto podrán acceder a algunos de los servicios del FBI, a partir de un acuerdo de colaboraci­ón para una temática que es de las más preocupant­es en nuestro país: la protección de menores.

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