Tiene más cerca el título que la aprobación general
Más allá de la derrota ante Defensa y Justicia, el título de Boca se sigue cocinando a fuego lento. Por detrás de los tropiezos del puntero no aparece algún equipo que también esté a salvo de la irregularidad, de sus propios baches, o cráteres, como en el que cayó San Lorenzo ante Godoy Cruz. Uno a uno se fueron bajando mientras Boca mantuvo una línea de flotación. Hay menos dudas sobre la consagración de Boca que sobre el reconocimiento que recibirá en el momento del concepto final. Fue de aprobación en el semestre anterior, con la seguidilla inicial de ocho victorias y una imagen que mejoraba a la del campeón anterior. Pero todo se fue difuminando.
Guillermo Barros Schelotto ya se fue anticipando a este clima con varias respuestas, en el sentido de que observa que su equipo no recibe el reconocimiento que se me merece, se lo menosprecia y se lo infravalora. Le molesta que se haga más hincapié en los defectos y carencias que en las aptitudes. Como si los más de 400 días que lleva en lo alto de las posiciones fueran flor de un día. o una conjunción de la posición dominante que Boca construye entre su billetera para incursionar en el mercado de pases, la concentración de poder en la trilogía Macri-Tapia-Angelici y un balance favorable cuando se hacen las sumas y restas de los errores arbitrales. En la visión del mellizo, esto es como una pantalla que neutraliza cualquier elogio y virtud futbolística.
El Barros Schelotto más auténtico no es el que se enfría un poco en el vestuario y en las conferencias de prensa pospartido trata de no salirse del protocolo, sino el que segundos después del agónico 2-1 ante Talleres justificó de manera enfática su desahogo: “nadie nos supera. Eso ningún episodio lo va a cambiar, ni perder con River”.
Boca resignó tres puntos el sábado, pero en las tres fechas anteriores ganó cinco cuando los partidos se acababan, no les quedaban nada. Transformó en triunfos los que eran empates frente a Tigre y Talleres, y en empate lo que era derrota contra Atlético Tucumán. Sin esos cinco puntos, hoy igual estaría en la cima, dos por encima del sorprendente Godoy Cruz.
¿Boca podría jugar mejor? Claro, seguramente si no se lesionaba Fernando Gago. Sebastián Ribas y Santiago García, dos delanteros uruguayos que no irán al Mundial, ¿serían los goleadores de la Superliga si Darío Benedetto no se hubiera roto los ligamentos en noviembre? Muy difícilmente.
A casi todos los equipos que podían discutirle el liderazgo a Boca les costó encontrar una formación estable y rendidora, o al menos ese grupo de 13 o 14 futbolistas que les da seguridad a los directores técnicos. El mellizo sí dio con esa alineación, y la prueba más evidente es que ninguno de los refuerzos le sacó el puesto a los titulares, con la excepción de Tevez, que es un caso aparte porque se impone por peso propio y condiciona la elección que pueda hacer el mellizo. Entre la falta de ritmo con que llegó de China, el eterno debate sobre si es n° 9 o 9 y medio, y un desgarro que estuvo varios días envuelto en el misterio, Tevez aún no aportó el plus que se esperaba de él. Boca no lo necesitaba para alcanzar una punta que hace rato le pertenece, sino para que su propuesta futbolística fuera más convincente, alejara a los escépticos y callara a los detractores. Para que dentro de unas semanas sea un campeón sin culpas.