LA NACION

Ese deseo del Atlético de conservar a Simeone en formol

- ‹ › desde europa Santiago Segurola —para La NaCIoN—

MADRID.– El derby madrileño más amable de los últimos años se cerró con empate (1-1) y con un nuevo récord estadístic­o de Diego Simeone, técnico del Atlético de Madrid desde diciembre de 2011. Desde entonces no ha perdido ningún partido de la Liga española en el Bernabéu, escenario temible para todos los equipos y especialme­nte para las anteriores ediciones del Atlético. Un mes antes de la contrataci­ón de Simeone, los ultras del Real Madrid pretendier­on humillar al viejo rival con una pancarta inolvidabl­e: “Se busca rival digno para derby decente”. El Real Madrid ganó 4-1, el típico resultado en aquellos tiempos. En los 12 años precedente­s, el Atlético no había sido capaz de ganar un partido al Real Madrid. Desde entonces, las cosas han cambiado radicalmen­te.

El giro sólo se puede explicar por el efecto Simeone en el Atlético de Madrid, donde el técnico argentino es un mito viviente. Sólo un personaje en la vasta historia del club alcanza el mismo predicamen­to para la hinchada. Es el difunto Luis Aragonés, legendario como jugador, entrenador y agitador del Atlético. Su nombre se invoca con un respeto absoluta, pero su influencia real es francament­e menor que la de Simeone. Desde enero de 2012, el equipo rojiblanco ha ganado una Liga, la Europa League y la Supercopa de Europa, ha disputado dos nm finales de Champions League y siempre ha figurado entre los tres primeros del campeonato español.

Son seis años de inequívoco esplendor, los mejores en la historia del club, que ha abandonado el estigma de eterno perdedor que le caracteriz­ó durante décadas. En los años setenta, Vicente Calderón, uno de los principale­s presidente­s en la historia del club, declaró que el Atlético era el pupas del fútbol español. La expresión se utiliza en España para calificar a los destinados a sufrir todo tipo de calamidade­s. Lejos de rebelarse contra la autocompas­ión, la hinchada y el equipo se resignaron con tanta frecuencia a la disculpa de la mala suerte que se instaló en la médula del Atlético de Madrid. Hasta el himno de Joaquín Sabina en el centenario del club (1902) se recreaba en el masoquismo. “Qué manera de sufrir, qué manera de palmar”, rezaba la letra, y todos los colchonero­s les pareció una referencia simpática y natural.

Más que por su aporte futbolísti­co, la trascenden­cia de Simeone radica en el giro copernican­o de un equipo, de un club y de una hinchada que ahora detesta perder. Con Simeone, el Atlético nunca ha sido el Pupas. El técnico argentino jamás ha utilizado esta expresión, ni tan siquiera en las finales de la Champions League que el Atlético perdió de forma angustiosa –en la prórroga y en la tanda de penales– con el Real Madrid, en 2014 y 2016. Al contrario, el Atlético es el equipo contra el que nadie quiere jugar. “Peor que ir al dentista”, se comenta en España.

Nadie ha ganado tantos partidos como Simeone en el Atlético. Suma 515 puntos en 243 partidos. Es decir, 2,11 puntos de promedio. Las cifras explican su impacto durante estos seis años, un periodo casi insólito en el fútbol actual, donde los entrenador­es son devorados con una rapidez frenética. Con Simeone ocurre lo contrario. Hace cuatro años que no gana un título, pero la hinchada colchonera tiene pánico a perder al técnico argentino. Es una especie de horror al vacío, la sensación de un mundo apocalípti­co después de Simeone. La nada, en definitiva. Esa adscripció­n fanática evita cualquier análisis crítico.

Es muy raro leer o escuchar un reproche, por leve que sea, a Simeone. A veces se llega a la caricatura. Acostumbra­da a un fútbol defensivo, contragolp­eador, sin apenas interés por la posesión de la pelota, con victorias cortas y muy pocos goles encajados, la gente del Atlético comenzó a preocupars­e en el arranque de la temporada anterior. A principios de noviembre de 2017, el Atlético era líder en la Liga, máximo goleador y menos goleado. Las victorias eran tan rotundas y el juego tan divertido que se decretó un estado de sospecha. Eso no podía ser bueno. Eso no figuraba en el manual del simeonismo. Se llegó a decir que el Atlético debía rechazar la tentación exuberante y placentera. De hecho, el ciclo expansivo terminó de un plumazo. El Real Madrid ganó 3-0 en el Vicente Calderón y se asumió con toda naturalida­d el regreso a las trincheras defensivas. Nadie se queja.

No se ha vuelto en el Bernabéu a ver una pancarta despectiva contra el Atlético. Ahora se le teme. Con Simeone al frente, el Atlético ha ganado ocho y ha empatado nueve de los 27 partidos que le han enfrentado al Real Madrid. Las estadístic­as hablan de una igualdad extrema entre los dos equipos, a pesar de la considerab­le distancia en el presupuest­o de los dos clubes. Es un viraje radical al que los hinchas del Atlético sólo encuentran un problema. ¿Qué ocurrirá cuando se vaya Simeone? Mejor no pensarlo. Si fuera por ellos, lo conservarí­an en formol.

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GABRIEL BOUYS / AFP
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