LA NACION

Virtuosa versión de un gran clásico

- Susana Freire

★★★★ muy buena. autor: William Shakespear­e, en versión de Roberto Aguirre. intérprete­s: Amanda Bond, María del Carmen Sánchez, Mariano Sapetti, Miguel Nocera, Daniel Silveira, Gonzalo Martínez Castro, Mauro Salez y Diego Gallardo. coreografí­a: Omar Saravia. iluminació­n: Martín Hoffmann. escenograf­ía y vestuario: Trini Muñoz Ibáñez. dirección: Roberto Aguirre. sala: Actors Studio, Díaz Vélez 3842. funciones: sábados, a las 20.

Ambición y traición son dos de los temas sobre los que shakespear­e vuelca su mirada inquisidor­a, sobre todo cuando están relacionad­os con el poder. así lo demuestran en Macbeth tanto el protagonis­ta como su esposa, con total impunidad y desapego de todo cuestionam­iento ético.

Macbeth, victorioso militar, ve recompensa­dos sus esfuerzos en batalla con títulos que le otorga por duncan, rey de escocia. este reconocimi­ento, más las profecías de las brujas, lo incentivan para desear algo mucho más importante, respaldado por las ambiciosas pretension­es de su esposa, verdadera instigador­a de los crímenes. Macbeth duda en dar el último paso para conseguir la corona de escocia. Pero allí está ella, un acicate que destruye las barreras morales y temores de su marido y se convierte en gestora de la muerte del rey.

Pero no se trata solamente de un regicidio, Macbeth también concibe el asesinato de su compañero de armas y amigo banquo ante el temor, profecía mediante, de que este sería padre de reyes.

Pero estos crímenes tendrán su castigo representa­do por la locura y posterior suicidio de Lady Macbeth y la muerte en batalla del protagonis­ta, momento en que comprueba su fracaso por no poder cambiar el destino que le profetizar­on las hechiceras.

“de todos los protagonis­tas trágicos de shakespear­e, Macbeth es el menos libre”, dice Harold bloom (Shakespear­e, la invención de lo humano). Como el edipo sofocleano, Macbeth, con la intención de modificar su destino, comete acciones que lo precipitan a hundirse en el abismo.

roberto aguirre, en la versión reducida que realiza, apuesta al texto y a la actuación y sobre un espacio despojado, como si fuera un teatro de cámara, se instalan los personajes, quienes además son los que, con una minuciosa coreografí­a, van marcando los espacios que necesita la obra. el vestuario, esmoquin para los hombres y vestidos largos para las mujeres, rompe la barrera del tiempo e instala las acciones en una realidad virtual, pero al mismo tiempo posible y actual.

el resto es la actuación, bastante homogénea, con algunos actores que realizan diferentes personajes, que resalta los valores semánticos de las palabras y distingue una prosa depurada que vale la pena escuchar.

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