LA NACION

comenzaron las tareas para su demolición

La Ciudad espera abrir en marzo próximo la sede del Ministerio de Desarrollo Humano y Hábitat; quedarán solo tres de los 14 pisos; aún unas pocas familias residen en las cercanías de ese edificio en ruinas

- Valeria Musse

La demolición de parte de una pared marcó de manera oficial el inicio del fin para el desolado Elefante Blanco, un gigante de hormigón que se asoma en Villa Lugano y que, durante décadas, fue la imagen del abandono. Será un trabajo casi artesanal, ya que la implosión no es viable por su proximidad con Ciudad Oculta. Y mientras arrancan los trabajos para tirar abajo el imponente edificio, el gobierno de la ciudad continúa las conversaci­ones con una decena de familias que aún viven en la manzana.

Las protagonis­tas de gran parte de la obra serán dos tipos de maquinaria­s: las minibobcat con martillo y las minirretro­excavadora­s. Días atrás, una grúa extendió su brazo para elevar estos rodados de trabajo hasta el piso 15 del inmueble, donde están los tanques de agua. Operada cada una por un hombre (resguardad­o con soga de seguridad y arnés), el objetivo es que demuelan las losas por piso. Previament­e, se apuntalan los cimientos del enlosado inferior, explicaron a la nacion los ingenieros a cargo de la obra.

A medida que se avance en cada sector, los escombros se llevarán hasta la planta baja por una caja de hormigón que correrá por un conducto preparado en su momento para el ascensor. Recién cuando la demolición esté más próxima al subsuelo, entre el cuarto y quinto piso, entrarán en acción las máquinas de mayor porte. En los costados de la estructura donde haya proximidad con viviendas se colocarán andamios con protección.

El jefe de gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, destacó que “va a haber un gran espacio verde que va a estar diseñado en conjunto con los vecinos”. Y agregó: “Donde vemos este Elefante Blanco va a haber chicos jugando a la pelota, gente mayor tomando mate”.

Las autoridade­s esperan que el inmueble desaparezc­a por completo en septiembre próximo. En tanto, en el predio de dos hectáreas, pero más próximo a la avenida Piedrabuen­a, toman forma los cimientos del futuro Ministerio de Desarrollo Humano y Hábitat. Su titular, Guadalupe Tagliaferr­i, dijo que el proyecto significa “cambiar el barrio” y “traer Estado”.

El proyecto para tirar abajo la mole de hormigón –que había sido diseñada como hospital para enfermos de tuberculos­is, pero el plan quedó trunco a mediados de 1950– lleva varios meses de demoras. No se podía concretar hasta que se relocaliza­ran las familias que vivían “pegadas” al inmueble, con sus casillas apoyadas sobre el edificio. El abandono al que estaba sometida la estructura provocó que fuera ocupada por personas que vivían en condicione­s deplorable­s. Tagliaferr­i indicó que hay 10 familias en los alrededore­s del Elefante Blanco, “aunque no se ven afectadas por la demolición porque sus casas no están apoyadas en el edificio”. “Estamos seguros de que también vamos a acordar con ellas para que se muden. No es un buen lugar para vivir”, agregó.

Para el acuerdo con cada grupo familiar se hacen audiencias dentro de una mesa de diálogo, conformada en una causa a cargo de la jueza Elena Liberatori, para evaluar cada caso. “Queremos garantizar que la gente pueda mudarse a una vivienda en mejores condicione­s. Seguimos trabajando con las familias que quedan para que la compensaci­ón sea adecuada”, agregó el defensor público Ramiro dos Santos Freire.

Rosana Gallo, de 41 años, es una de las personas que continúan participan­do de esas audiencias. Desde una de las ventanas de su casa, construida “con tanto esfuerzo” durante dos décadas, puede ver los cimientos del futuro ministerio. “Nos dijeron que nos iban a dar poco más de un millón de pesos para que pudiéramos comprar una casa en otro lugar, pero nos dieron solo una parte que no nos alcanza para nada”, cuenta la mujer, madre de 10 chicos.

Después de 17 años, Miriam Campuzano dejó su morada a escasos centímetro­s del Elefante. Hace menos de un mes recibió en su cuenta bancaria el subsidio del Ministerio de Desarrollo Humano porteño y compró su vivienda en otro barrio. “Es más grande. Hay que hacerle arreglos, pero está mucho mejor”, afirma. “Por suerte, estoy cerca; al otro lado de Ciudad Oculta”, agrega, conforme.

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RICARDO PRISTUPLUK Para eliminar los pisos más altos, se utiliza maquinaria especial para desmontar el hormigón armado

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