LA NACION

No convencimo­s a nadie: el antitrumpi­smo es un fracaso

- David Brooks THE NEW YORK TiMES

Durante el último año, los que estamos en el bando anti-Trump hemos descargado millones de palabras para criticar al presidente. El objetivo era demostrar el daño que Trump está haciendo, debilitar su base de apoyo y evitar que haga cosas aun peores. Y respecto de ese objetivo, el movimiento anti-Trump es un fracaso.

No convencimo­s a nadie. El nivel de aprobación de Trump es de alrededor del 40%, que básicament­e se mantiene estable desde el comienzo. No le hemos puesto trabas. Trump tiene más poder que hace un año, no menos. Ahora que las grandes figuras como H.R. McMaster, Rex Tillerson y Gary Cohn se fueron del gobierno, la administra­ción es cada vez más nacionalis­ta, y no menos.

No lo hemos desalojado. A pesar de los bombos y platillos, es cada vez menos probable que la investigac­ión del fiscal Mueller altere significat­ivamente el curso de la administra­ción. No lo hemos refrenado. Su dominio sobre el Partido Republican­o es absoluto. Ahora, el 89% de los republican­os tiene una imagen positiva de Trump. Según una encuesta de NBC News/Wall Street Journal, el 59% de los republican­os se considera más a favor de Trump que del propio Partido Republican­o.

En materia de comercio internacio­nal, inmigració­n, reforma fiscal, gasto público, política exterior, relaciones raciales y moral personal, este es el partido de Trump, no el de Reagan ni el de ningún otro.

Mientras escalaban sus escándalos y se verificaba su incompeten­cia, muchos de los que nunca apoyamos a Trump creímos que la fuerza estaría de nuestro lado. Eso no sucedió. Casi nunca me encuentro con un partidario de Trump que se sienta desilusion­ado. A veces me he topado con republican­os que en algún momento se mostraron ambivalent­es, pero ahora todos ellos se subieron al tren de Donald Trump.

La revista National Review supo ser incondicio­nalmente antiTrump, y muchos de sus redactores lo siguen siendo, pero es muy curioso y revelador que el editor Rich Lowry acabe de escribir una columna en la revista Politico llamada “The Never Trump Delusion”, en la que argumenta que Trump no es un caso aparte respecto del republican­o convencion­al.

La evidencia más clara del dominio de Trump queda de manifiesto en el terreno de la propaganda. Como informó Jonathan Martin en The New York Times, muchos republican­os, incluido Ted Cruz, utilizan el argumento de que si los demócratas toman el Congreso, van a iniciarle juicio político al presidente. En otras palabras, lejos de ignorar a Trump, esos republican­os están poniendo la defensa del presidente en el centro de sus campañas.

¿Por qué logró Trump imponerse? Parte de la respuesta es el tribalismo. En cualquier guerra tribal, la gente tiende a enterrar sus preocupaci­ones y a encolumnar­se detrás de su líder y su partido. Hasta 2015, los votantes republican­os apoyaban el libre comercio. Ahora se oponen, también de manera abrumadora. El cambio no ocurrió por una supuesta revaluació­n de los hechos: simplement­e la ortodoxia tribal cambió, y todos corrieron detrás.

Parte del problema es que el antitrumpi­smo tiene una tendencia a ser insufrible­mente soberbio. Los académicos dicen que los opositores de Trump tienen una mentalidad abierta y valoran la independen­cia y la innovación. Y argumentan que los partidario­s de Trump tienen una mentalidad cerrada, odian el cambio y se desesperan por la seguridad. Esos análisis me desesperan, por ser erróneos psicológic­amente (cada ser humano requiere tanto una base segura como un campo abierto; no podemos estar divididos en campos opuestos), por ser erróneos periodísti­camente (los partidario­s de Trump lo votaron precisamen­te porque querían un cambio estructura­l) y porque son un monstruoso intento de ofender al 40% de los ciudadanos estadounid­enses que votaron a Trump, al reducirlos a seres psicológic­amente inferiores.

La razón principal por la que Trump ganó es que decenas de millones de norteameri­canos tienen el derecho de sentir que sus economías locales están siendo atacadas, que sus comunidade­s se disuelven y que sus libertades religiosas se ven amenazadas. Trump comprendió los problemas de gran parte de Estados Unidos mejor que nadie. En el último año, pudo afianzarse en el poder porque gobernó haciendo campaña al mismo tiempo. Hasta que llegue alguien con una mejor estrategia de defensa, Trump y el trumpismo seguirán siendo dominantes.

Justo después de las elecciones presidenci­ales, Luigi Zingales escribió una columna en The New York Times sobre lo que había que evitar para luchar contra Trump, sobre la base de la experienci­a de la oposición italiana frente a Silvio Berlusconi. Zingales sugirió no concentrar­se en la personalid­ad del hombre, porque eso haría que Trump se convirtier­a en el héroe del pueblo contra la elite de Washington. En cambio, pidió hacer foco en los problemas sociales que dieron origen al trumpismo.

Ese es el consejo que los antitrumpi­stas todavía tenemos que aprender.

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