LA NACION

El negocio de captar adictos para los centros de rehabilita­ción

En EE.UU. mucha gente busca ayuda médica por teléfono o en la Web; un psicólogo descubrió cómo funciona el sistema, que mueve miles de dólares

- Texto David Segal | Foto Johnny Tergo Traducción de Jaime Arrambide

“Si estás intentando infructuos­amente dejar tu adicción, llama ahora al teléfono en pantalla”

En el aviso figuraba que la empresa promociona­da era The Addiction Network

En Estados Unidos, todos los meses hay más de 200.000 personas que buscan tratamient­o por sus adicciones a través del teléfono o en Internet. Y muy pocas entre ellas saben que sus pedidos de auxilio son un bien muy valioso que sigilosame­nte se disputan quienes buscan transforma­r esos mensajes desesperad­os en dinero en efectivo. Los adictos representa­n una cuantiosa fuente de ingresos para los centros de rehabilita­ción, que están felices de pagarle 50 dólares a cualquier persona que les pase el “dato” de un potencial paciente que podría generarles 40.000 dólares o más en reclamos a las asegurador­as en cuestión de pocos meses. Por eso los avisos que ofrecen ayuda a los adictos se repiten constantem­ente en la televisión de todo Estados Unidos.

Pero esos “generadore­s de oportunida­des” no son necesariam­ente el camino ideal para las clínicas de rehabilita­ción, tal como lo descubrió accidental­mente el doctor Alan Goodwin, psicólogo de Palm Beach, Florida. Ese descubrimi­ento lo hizo empeñarse en una misión: tratar de entender el éticamente turbio negocio de la obtención de pacientes en el mundo del tratamient­o de las adicciones. Todo comenzó cuando Goodwin, que trabaja como docente y asesor en cuestiones de salud, llamó por teléfono a una organizaci­ón local dedicada a la concientiz­ación sobre el abuso de las drogas para consultar sobre el formato de una presentaci­ón pública que debía hacer unos después. Pero cuando le atendieron la llamada, en vez de encontrars­e con la institució­n en cuestión, escuchó un mensaje grabado que decía que ese número no correspond­ía a un abonado en servicio. Sin embargo, cuando Goodwin estaba a punto de cortar, el mensaje continuó: “Podemos ayudarlo a encontrar otro especialis­ta en adicciones. Por favor no corte”.

Teléfono captado

De inmediato, Goodwin se dio cuenta de que el número telefónico había sido captado por un servicio de derivación de tratamient­o contra las drogas. Un hombre que se identificó como Jacob atendió la llamada y empezó a hacerle a Goodwin el tipo de preguntas que se le hacen a un adicto en crisis. Rápidament­e, Goodwin se inventó una historia y un personaje: era un hombre de 67 años en las primeras fases del mal de Alzheimer, que tenía una esposa mentalment­e inestable llamada Betty y un hijo loco por las drogas que acababa de iniciarlo en el consumo de heroína. Con esa llamada, Goodwin había logrado escabullir­se a través del punto débil de la industria de la rehabilita­ción, donde los nuevos clientes suelen verse acorralado­s por vendedores agresivos. Cuando la conversaci­ón con Jacob terminó, Goodwin había descubiert­o una nueva vocación: llamar y aleccionar a los sospechoso­s servicios de derivacion­es de rehabilita­ción que se habían convertido en telemarket­ers de los adictos.

Goodwin pasó meses luchando para armar un mapa de ese mundo. Se inventó un pequeño elenco de personajes que lo ayudaban a recibir respuestas y se ocupó de documentar esas conversaci­ones. Al mismo tiempo, intentaba determinar quién estaba detrás del más omnipresen­te de los avisos de TV, donde aparece alguien a quien Goodwin llama “el hombre de azul”. Goodwin tiene 76 años y ha dedicado décadas al campo del tratamient­o de las adicciones, hasta convertirs­e en una voz confiable a la que suelen consultar diversas clínicas. Por eso sabía que algunas clínicas recurrían a estrategia­s turbias para captar clientes, algo que lo indignaba. “Entré en modo activista –dice Goodman–. Lo que veía era oportunism­o puro”.

Los “generadore­s de oportunida­des”, quienes ponen en contacto a los que buscan un servicio con los que venden ese servicio, operan en una gran variedad de rubros y negocios: limpieza de alfombras y tapizados, cerrajeros, abogados especializ­ados en accidentes personales, y ante la persistent­e crisis de consumo de opioides en EE.UU., también con centros de rehabilita­ción del consumo de drogas. Goodwin se convirtió en un estudiante de ese negocio, y empezó con Jacob, el hombre con el que se encontró hablando en su primera llamada. Jacob lo conectó con la empresa Palm Partners, de Delray, Florida, que en su sitio web se describe como “uno de los más confiables centros de rehabilita­ción del alcohol y de las drogas en Estados Unidos”. Un representa­nte de Palm Partners le hizo un par de preguntas antes de insistirle en que pasara un fin de semana de desintoxic­ación en una “casa de sobriedad”, seguido de semanas de terapia. Cuando el representa­nte de Palm Partners le ofreció enviarle un chofer a buscarlo por su casa esa misma tarde, Goodwin supo que era hora de terminar con la farsa. “No soy un adicto –confesó–. Soy el doctor Alan Goodwin y me preocupa la conversaci­ón que acabamos de tener”.

Decepción

Goodwin pensaba que su descubrimi­ento y su crítica lograrían concitar un poco de atención de la opinión pública o impulsar algunos cambios. Esa fue la primera de muchas desilusion­es. La actividad de los “generadore­s de oportunida­des” choca con las leyes de protección a los pacientes, que prohíben recibir comisiones por derivarlos hacia un proveedor de servicios. En 2016, el estado de Florida convirtió en delito usufructua­r con la derivación de pacientes. Pero las jugarretas continúan.

“Tenemos que monitorear constantem­ente la Web en busca de versiones falsas sobre los sitios web de nuestros clientes –dice Daniel Gemp, de Dreamscape Marketing, una empresa de Maryland que trabaja con clínicas para adicciones–. Reseñas falsas en las redes sociales, perfiles falsos en Facebook. Hemos trabajado con 28 rubros diferentes y en ninguno hemos tenido que estar más a la defensiva que con el tratamient­o de las adicciones”. Algunas “generadora­s de oportunida­des” de la industria de la rehabilita­ción son difíciles de identifica­r y localizar, y sus agentes jamás atienden el teléfono. Pero el director ejecutivo de una de las principale­s, TreatmentC­alls.com, de West Palm Beach, Florida, argumenta que ellos prestan un servicio muy valioso. Jason Brian, quien fundó la empresa en 2014, dice que no trabajaría con clínicas que mienten sobre su locación geográfica o sobre el tipo de tratamient­o que ofrecen. De esa manera, dice Brian, quienes acceden a una clínica a través de su sistema de telemarket­ing pueden estar seguros de contratar un servicio de calidad.

Brian agrega que cuando Florida criminaliz­ó la retribució­n por las derivacion­es médicas, su empresa retiró la palabra “derivar” de sus anuncios publicitar­ios, para quedar del lado correcto de la ley. De hecho, dice Brian, hoy su empresa no se dedica estrictame­nte al negocio de las derivacion­es, porque cada llamada que ingresa al sistema es automática­mente desviada a una clínica de rehabilita­ción, sin intervenci­ón directa de TreatmentC­alls.com. Brian considera que su empresa no deriva: solo “conecta”. Ben Cort, asesor de clínicas de rehabilita­ción, lleva a cabo un experiment­o en primera persona con los “generadore­s de oportunida­des” de la industria del tratamient­o por adicciones. Cort dice que suelen dejarlo esperando unos minutos en el teléfono y que después de recolectar sus datos personales –edad, cobertura de salud, droga preferida– lo pasaban a una especie de subasta instantáne­a.

Peligro inminente

“La gente toma decisiones en tiempo real porque sus seres queridos se encuentran en peligro inminente –dice Cort–. Una sobredosis más y sería el fin, así que nadie se pone a buscar y a investigar de antemano, como cuando tienen que elegir un colegio para sus hijos, y esa situación de urgencia es la gran chance de aprovechar­se que tienen las clínicas y los generadore­s de oportunida­des”. Pero de todos los misterios con los que se topó Goodwin, ninguno lo desconcert­aba tanto como el aviso televisivo donde aparecía “el hombre de azul”. En ese aviso, un hombre de barba vestido con camisolín médico azul habla directo a cámara. “Si estás intentando infructuos­amente dejar tu adicción a las drogas o el alcohol, entonces llama ahora mismo al teléfono en pantalla”.

En el aviso figuraba que la empresa promociona­da era The Addiction Network, pero cada vez que Goodwin marcaba el teléfono que aparecía en pantalla, lo atendía el representa­nte de una clínica diferente. Ninguna de esas clínicas parecía conectada con las otras. Y ninguna parecía dispuesta a querer hablar del tema.

“Cada vez que preguntaba por el aviso de TV me contestaba­n con una evasiva –recuerda Goodwin–. Todo era muy raro”. La clave del enigma del “hombre de azul” resultó tenerla Brian, de TreatmentC­alls.com. Según explica Brian, en un día normal su empresa y sus filiales ponen en el aire cientos de avisos en los canales de TV de todo EE.UU., además de muchos avisos por Internet. Sumados, esos avisos generan unas 2000 llamadas telefónica­s diarias. Gracias a la magia de la telefonía moderna, las llamadas entrantes son desviadas a una lista rotativa de centros de rehabilita­ción, que pagan previament­e para recibir una cierta cantidad de llamadas por mes. Al centro de rehabilita­ción, cada una de esas llamadas le cuesta entre 40 y 50 dólares, ya sea que el potencial paciente decida recibir tratamient­o o no.

Brian dice que “el hombre de azul” es omnipresen­te en las pantallas porque ha generado muchísimas llamadas. Pero ¿quién es ese hombre? “Es un amigo mío –dice Brian–. Es un médico de verdad”. Al modelo de negocios de TreatmentC­alls.com no le faltan críticos y detractore­s. Uno de ellos el asesor médico Cort, quien advierte que la gente que llama a la empresa de Brian puede no saber que su llamada tiene un precio y que está siendo vendida a una clínica. Más aún: como la clínica a la que es derivado es elegida al azar, bien podría no ser la más indicada para su caso. “Las llamadas de esos pacientes no son solo un bien de consumo –dice Cort–. Cuando nadie piensa en las necesidade­s específica­s de un paciente a la hora de derivarlo a una clínica, eso demuestra una total falta de comprensió­n de la complejida­d del problema o una profunda insensibil­idad”.

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El doctor Alan Goodwin es docente y asesor en temas de salud

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