Periodistas asesinados
Tras 18 días del secuestro de tres periodistas ecuatorianos por exmiembros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), el presidente de Ecuador, Lenín Moreno, confirmó que fueron asesinados, en lo que configura el más grave hecho de violencia protagonizado por un grupo disidente surgido tras la desmovilización de la guerrilla colombiana.
El 26 de marzo pasado, cuando pasaban un retén militar en la frontera entre Ecuador y Colombia, los tres hombres de prensa que trabajaban para el periódico El Comercio, de Quito, fueron secuestrados por miembros del denominado frente Oliver Sinisterra, un grupo criminal conformado por exintegrantes de las FARC cuyo jefe es el ecuatoriano Walter Patricio Artízala Vernaza, alias Guacho, un sujeto involucrado con las mafias del narcotráfico que ha demostrado absoluto desprecio por la vida humana.
Se trata de una de las tan mentadas y perseguidas disidencias de las FARC que, al autoexcluirse del proceso de paz, desperdiciando la oportunidad histórica de reinsertarse en la vida civil, deben ser tratadas como meras bandas criminales y recibir el mensaje de que no tendrán una segunda oportunidad.
El periodismo en América no deja de ser una profesión de alto riesgo, en especial en aquellos territorios donde aún existen grupos armados ilegales a los que no les tiembla el pulso a la hora de acribillar inocentes y un elevado nivel de impunidad que muchas veces deja sin castigo estos aberrantes delitos. El cobarde crimen que sufrieron estos tres reporteros constituye una afrenta imperdonable contra la libertad de expresión y una nueva prueba de la vulnerabilidad de los periodistas latinoamericanos que se juegan todo por contar lo que está sucediendo, atreviéndose a denunciar corrupción, narcotráfico o abusos de poder. Además del dolor y de la indignación por estos asesinatos, queda la exigencia de que se haga justicia.
Resulta obvio que los criminales quisieron enviar un mensaje de fuerza que involucrara a uno de los pilares fundamentales de la democracia, como lo es la prensa independiente, y, además, crear un clima de terror con el cual garantizar el narcotráfico que inunda la región. Mientras el negocio de la droga avance por el mundo sin respetar fronteras, seguirán cayendo inocentes.
El periodismo es un puntal de la democracia y la información, un bien común de orden superior. Por consiguiente, no debe permitirse que se censure a la prensa de ninguna manera; mucho menos, mediante las balas. Porque, como bien señaló Albert Camus, “una prensa libre puede ser buena o mala, pero sin libertad la prensa nunca será otra cosa que mala”.