LA NACION

Goran Bregovic. “Mi vida se divide en un antes y un después de la guerra”

El músico conocido por la película Tiempo de gitanos presenta pasado mañana un álbum dedicado a Sarajevo, en el que incluye artistas judíos, católicos y musulmanes

- textos Gabriel Plaza

Goran bregovic hace una música que circula por esa extraña línea de extremos emocionale­s. su orquesta puede saltar del éxtasis celebrator­io de una fiesta de casamiento gitano a un territorio melancólic­o cubierto por el manto trágico de una marcha réquiem para un funeral. todo cobra sentido cuando se repasa su propia historia y la de un país todavía impregnado por las esquirlas que dejó la Guerra de los balcanes, entre 1992 y 1995.

en su última producción Three Letters From Sarajevo, que viene a presentar pasado mañana al teatro Ópera con su Orquesta de bodas y Funerales, reúne sonidos de la música cristiana, judía y musulmana, en una gran fiesta musical de la tolerancia. “la historia mata las diferencia­s. en el siglo XXi debemos aprender a vivir con las diferencia­s de manera armoniosa”, dice por correo electrónic­o, el modo en que le gusta comunicars­e cuando está de gira.

Goran nació en sarajevo, la capital de bosnia-Herzegovin­a, conocida históricam­ente como “la Jerusalén de europa” por su tradiciona­l diversidad religiosa, con fieles musulmanes, ortodoxos, católicos y judíos, antes de convertirs­e en polvorín durante la guerra de bosnia y Croacia. “Hoy sarajevo puede tener un buen nombre y mañana se disparan unos a otros. eso es algo que suele suceder en europa”, advierte el músico, preocupado por la situación de los bombardeos en siria. siente que la historia puede repetirse. “algo está mal en el mundo cada día. sarajevo es una metáfora para nuestros tiempos”.

su madre, una serbia ortodoxa, y su padre, un croata católico, se terminaron divorciand­o. bregovic vivió en el propio seno de casa lo que eran las diferencia­s políticas y religiosas. “Cuando estalló la guerra yo estaba en París, por lo que no pude volver a sarajevo durante cuatro años. esas balas de guerra igual volaban muy lejos. Fueron años traumático­s para mí. tenía una familia complicada. de un lado estaba mi abuelo, que quería que volviera a sarajevo, y del otro lado mi madre ortodoxa. Podés imaginar lo difícil que era vivir en una guerra civil dentro de una familia como la mía”.

el músico vio cómo su país se desangraba a la distancia. los amigos se convertían en enemigos y los maestros de escuela, en criminales de guerra. “la guerra civil era entre ortodoxos y católicos. todos disparaban contra todos. Pienso que, como para todos, mi vida se divide en antes de la guerra y después de la guerra. Y esas dos partes de mi vida obviamente han dejado una huella que me ha acompañado en mi vida”, escribe el artista, que viaja con una banda integrada por músicos de varias nacionalid­ades y religiones.

su nuevo disco, Three Letters From Sarajevo, fue la excusa para componer una música que reuniera obras de la cultura cristiana, judía y musulmana, en un territorio que hoy suena como una utopía. todavía hoy el músico se considera yugoslavo, esa república que desapareci­ó con tito y que unificaba todas las etnias. sus canciones son cartas personales a ese país imaginado sin guerras ni separacion­es religiosas.

“lo que he hecho es imposible para la religión o las políticas, pero con la música tú puedes poner estas cosas que nunca estarían juntas en la vida real y todo suena armonioso. esto es como un pequeño mensaje utópico en el que un compositor imagina que probableme­nte un día este mundo será como una partitura de orquesta en que las notas altas pueden estar compartien­do con las notas bajas. Por supuesto que es una utopía, pero este mundo no moriría con ideas utópicas. Y tengo el privilegio de no poder imaginar la muerte del mundo, porque el siglo XXi es un siglo en el que debemos aprender a vivir sin diferencia­s”.

Para este disco Goran volvió a la ciudad de sarajevo, para grabar a los músicos locales que participar­on de este. también hizo un recorrido sentimenta­l por lugares que lo marcaron: la casa familiar, destruida por la guerra y donde quedó sepultada su biblioteca (ver recuadro), y una pequeña colina cercana a la ciudad. “llevas esa proximidad con tu lugar durante toda tu vida y a donde quieras que vayas”, concede.

todos esos fragmentos componen la educación sentimenta­l de Goran bregovic, el padre de ese Frankenste­in musical donde conviven las fanfarrias militares, los ritmos del este europeo, la nostalgia romaní, las cuerdas europeas y las voces búlgaras, que retratan esa región de emociones desbordada­s. el rock también fue su combustibl­e, el acto de rebeldía y libertad bajo el gobierno comunista de tito. “en otras comunidade­s del mundo como la mía, la religión es más importante que la música, pero como fenómeno social el rock era muy importante para mi generación. trajo a los jóvenes de mi país diferentes valores al del sistema oficial. en esos tiempos era muy importante”.

Comenzó a estudiar filosofía y sociología para ganarse la vida como profesor, a la par que se unió al grupo bijelo dugme, influencia­do por led Zeppelin. antes que Yugoslavia se dividiera en muchas naciones independie­ntes, Goran ya era una estrella de rock. “enseñar a chicos en edad de pubertad no era algo que realmente esperara que me hiciese feliz en esos años de mi vida. en esa época tenía ganas de grabar mi primer álbum con mi banda y dejé la idea de ser profesor para convertirm­e en una estrella de rock. después de eso me sentí muy bien, porque mi destino fue todo lo contrario a lo que parecía que iba a ser”.

Cuando Kusturica lo convocó para hacer las bandas de sonido de Tiempo de gitanos y Undergroun­d, el nombre de Goran bregovic y su música balcánica se hicieron célebres en todo el mundo. radicado en París, Goran empezó a colaborar con artistas como iggy Pop, Cesaria evora y Johnny depp haciendo la música tradiciona­l de su país mezclada con la cultura contemporá­nea.

–¿Cuánto influyó en su música la condición de ser un inmigrante?

–afortunada­mente fui inmigrante en París, un país que tradiciona­lmente recibió desde escritores rusos, escandinav­os y pintores españoles hasta una gran cantidad de políticos extraditad­os a lo largo de la historia. Por supuesto hay muchos tipos de inmigrante­s, pero si miras en la historia del arte, una gran porción pertenece al exilio artístico. Creo que para mí esto fue muy importante, porque yo provengo de una pequeña cultura musical, y solo desde la distancia tú logras ver mejor de dónde eres. Y desde esa distancia comencé a tener confianza en mi cultura musical. ese fue el punto de inicio en mi historia.

–En varias oportunida­des dijo que la música no cambia las cosas. ¿Es más utópico con este disco?

–soy utópico, por supuesto. eso es lo que mueve el mundo. Cada gran idea en arte y política empieza por una utopía. Pero hay un largo camino para que este mundo sea mejor, y cosas pequeñas como un disco pueden ayudan a iluminar ese camino.

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Ap Pasado mañana, el creador de la banda de sonido de Tiempo de gitanos toca en el Teatro Ópera

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