Intensificar el gradualismo para fortalecer la coalición oficialista
El acuerdo para “prorratear” el aumento tarifario del gas y pagarlo en cuotas, postergar los ajustes sobre las tarifas sociales y revisar criterios para hacer más efectiva la aplicación de multas ante incumplimientos de las empresas energéticas dejó satisfechos a todos en el oficialismo. Al radicalismo, porque recobró un protagonismo que pocas veces tuvo en la era Macri; a Elisa Carrió, porque una vez más pudo jugar el papel del tábano sabio, capaz de asestar una oportuna picadura para advertir a lo más alto del poder político sobre la necesidad de efectuar correcciones, y al gobierno nacional, porque lo acordado no tendría mayor impacto fiscal.
La salida que el Gobierno y sus aliados encontraron a una cuestión sensible para vastos sectores de la población, fundamentalmente en el área metropolitana, fue una intensificación del gradualismo. “Entre dos extremos representados, de un lado, por la soberbia tecnocrática y, del otro, por el pretendido desconocimiento de la situación conflictiva, derivada de subsidios irresponsables e irrazonables que dejó el kirchnerismo, optamos por la mejor solución: más gradualismo”, sintetizó una autorizada voz del radicalismo tras el entendimiento alcanzado en la Casa Rosada. Atrás quedó la propuesta kirchnerista de retrotraer las tarifas al 1° de enero de 2017.
Los síntomas de crisis societaria en la coalición Cambiemos quedaron, al menos por ahora, superados. Claro que el deseo de mayor participación en el poder por parte del radicalismo seguirá latente. Macri les pidió a sus socios que le llevaran una propuesta alternativa para la recomposición tarifaria que no afectara la meta fiscal de este año y, finalmente, aceptó la sugerencia. Un gesto en aras de mostrar una cohesión que su gobierno necesitaba, sobre todo después del susto que le dio la oposición peronista un día antes, cuando estuvo a punto de lograr el quórum en la Cámara de Diputados para voltear los aumentos tarifarios.
Sería equivocado considerar que la concesión –mínima, por cierto– que Macri les hizo a sus aliados puede debilitar el liderazgo presidencial. En el Gobierno leen las encuestas y advierten que el tema de las tarifas viene creciendo con fuerza, especialmente en la clase media. También perciben que la marca Cambiemos, que fue relevante en las urnas en 2015, ha perdido peso específico en la ciudadanía. El entendimiento alcanzado es una manera de devolverle protagonismo.
Y nadie en Balcarce 50 desconoce que el perfil crítico de la diputada Carrió hacia ciertas medidas gubernamentales ayuda a que no pocos sectores de la ciudadanía que votaron a Macri y cuyas expectativas en materia económica y ética han empezado a caer, vean en la líder de la Coalición Cívica un reaseguro para enderezar al Gobierno ante posibles desvíos. Es una aliada incómoda pero, a la vez, necesaria y útil.