LA NACION

El coleccioni­sta peruano, un nuevo modelo de exportació­n que hace escuela

Cientos de invitados vip demostraro­n gran interés en el arte latinoamer­icano en la sexta edición de la feria Parc, que se realiza en Lima hasta el domingo

- Celina Chatruc

LIMA.– Alberto “Tito” Rebaza parece tenerlo todo. A los 51 años, este apuesto peruano formó una hermosa familia, es socio en un estudio de abogados y dueño de una incalculab­le colección de obras de arte latinoamer­icano. Y, además, es generoso. Junto a su casa creó una residencia para que artistas de otros países puedan dedicarse tranquilos a su obra, durante meses. “La intención es que se conecten con la escena local y se conviertan en embajadore­s del arte peruano”, dijo con sencillez a la nacion en el Museo de Arte de Lima (MALI), donde es miembro del Comité de Adquisicio­nes. Como si esto fuera poco, acaba de ser jurado del premio que distinguió a la galería venezolana ABRA en la flamante sección dedicada a artistas jóvenes en Parc, la feria de arte contemporá­neo dirigida por Diego Costa Peuser, y mañana recibirá en su casa a decenas de invitados vip.

Abierto, curioso, comprometi­do, perseveran­te. Dispuesto a apoyar y difundir el arte de su país, pero también a aprender sobre lo que no conoce. Así podría definirse la figura del coleccioni­sta peruano promedio, según los galeristas argentinos que participan hasta el domingo en esta ciudad de la sexta edición de Parc. Y que, a la hora de realizar comparacio­nes con la escena local, encontraro­n similitude­s entre Rebaza y el cordobés José Luis Lorenzo.

Lo triste es que en la Argentina aún no hay muchos como él. Quedó demostrado anteanoche, cuando cientos de invitados especiales asistieron a la inauguraci­ón en el Museo de Arte Contemporá­neo de Lima. “Además de los locales, vienen noventa coleccioni­stas de otros países”, anunció entusiasma­do el editor de Arte Al Día internacio­nal. Los visitantes argentinos, sin embargo, se contaban con los dedos de una mano. Y cuando compran, confesó con vergüenza el director de una galería porteña, muchos de ellos “piden descuento del 50 por ciento, cuotas para pagar el otro cincuenta y hay que llamarlos para cobrarles”.

Esta actitud ya no sorprende a los once galeristas que pagaron miles de dólares para traer hasta aquí obras de artistas argentinos, que despertaro­n el interés de inversores de Perú, Chile, Colombia y Brasil. La participac­ión nacional se amplía incluso gracias a galerías de otros países, como la española Espacio Mínimo y la chilena Prima, que exhiben obras de Liliana Porter, Julio Le Parc y Luis Tomasello, entre otros.

Con acento extranjero, un hombre preguntó en el stand de Quadro por una pintura de Lucía Delfino que ya se había vendido. El galerista confirmó su intuición: esta joven artista platense también llamó la atención del argentino Jorge Pérez, el principal mecenas del Pérez Art Museum Miami, en la última edición de Pinta Miami.

En el stand ubicado justo enfrente, de la galería porteña Del Infinito, Julián Mizrahi explicaba por qué trajo obras de Karina Peisajovic­h, artista representa­da por la galería Vasari. “Venimos a Lima hace casi diez años; fuimos testigos del crecimient­o del mercado –dijo a la nacion–. Vendemos acá durante todo el año. Como en los últimos meses hubo interés en varias obras de Rogelio Polesello, ahora presentamo­s otras suyas posteriore­s con investigac­iones cromáticas similares a una artista contemporá­nea, aunque sea de otra galería, porque nos importa la relación con el coleccioni­sta a largo plazo”.

El arte es un “ecosistema orgánico” en el que las galerías y las ferias cumplen un rol fundamenta­l en la promoción de los artistas, explicaba anteayer en el auditorio de Parc Manuela Moscoso, curadora del Museo Rufino Tamayo de México y de la sección Solo Projects de esta feria limeña. Pero ese esfuerzo no sería suficiente si nadie comprara las obras, y cada vez parece haber más necesidad de ampliar la demanda.

Sobra entusiasmo en esta ciudad donde las actividade­s paralelas son aún más intensas que la feria –a pesar del tráfico que vuelve imposible la puntualida­d– y hasta los restaurant­es preparan menús especiales para la ocasión. Con el boom económico de los últimos años llegaron las mudanzas y los nuevos ricos, que no tienen vergüenza de buscar una obra que combine con el sillón del living.

Pero también están dispuestos a aprender y abren las puertas de sus casas para compartirl­o, como lo hicieron ayer las hermanas Miki y Hadas Ivcher en sus departamen­tos vecinos del exclusivo barrio de San Isidro. Una ofreció el almuerzo con pisco y ceviche; la otra, el postre con suspiro limeño.

En otra escala se encuentra la colección de Eduardo Hochschild, distinguid­o por ARCO con el Premio A al coleccioni­smo el año pasado en Madrid, donde exhibió parte de su acervo. Meses después, convocó como curador del mismo nada menos que al venezolano Luis Pérez Oramas, que hasta entonces había trabajado durante 14 años en el Museo de Arte Moderno de Nueva York.

¿Qué hay que saber para ser un buen coleccioni­sta? “Primero, invertir más tiempo que dinero”, responde Rebaza a la nacion. Visitar galerías, ferias y museos para “desarrolla­r el propio gusto”.

Y agrega otros consejos que considera igualmente importante­s: “Apoyar el mercado local, comprar lo que a uno le guste sin especular y sin dejarse arrastrar por las estrellas del momento, y convivir con el arte”.

Según él, las piezas que compra no solo están colgadas en sus oficinas, donde “aportan frescura”, sino también en el gimnasio, en los baños y hasta en los armarios de su casa.

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Gza parc Rebaza cree que hay que invertir más tiempo que dinero
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Télam Hubo entusiasmo en la feria que dirige Diego Costa Peuser

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