LA NACION

El nuevo álbum de Jack White rompe sus propios moldes y se embarca en un viaje entre experiment­al y tradiciona­l

- Sebastián Ramos

Si alguna vez se pensó a Jack White como un fundamenta­lista, esos días han terminado con la edición de Boarding House Reach, su tercer álbum solista. aquí, el héroe de la guitarra del nuevo milenio quebró todas sus reglas y el resultado es el álbum más experiment­al y libre que haya grabado. Un cóctel que mezcla rock progresivo, hip hop, espíritu jazzero, spoken

words, guitarras funkies, blues y sintetizad­ores deformes sin por ello perder su identidad.

Una obra conceptual inspirada en el juego digital y el cut & paste de los que White había juramentad­o jamás abrevar, pero atravesada por una de las guitarras más creativas de las últimas dos décadas.

el álbum abre con “Connected by love” como si nada hubiera transcurri­do desde la edición de Lazzareto, su anterior trabajo de 2014, más allá de que alguno pueda presentir que White no es el mismo y de que ese tremendo duelo sobre el final de la canción entre el órgano y su guitarra suene un poco más deforme de lo esperado.

Pero tras los dos minutos y medio del segundo track, “Why Walk a dog?”, en plan príncipe de las tinieblas, la aparición de “Corporatio­n”, con White al grito de “¿Quién está conmigo?”, anticipa lo que vendrá. si el tema hasta podría ser un

outtake de The in sound from Way Out!, de los beastie boys, con el mismísimo Money Mark detrás de los teclados. Y la historia continúa con “abulia & akrasia”, apoyado en un violín y con el neo-blusero C.W. stoneking en un spoken word que no desentonar­ía en an american Prayer, de Jim Morrison.

de ahí a los ruidos y ruiditos de “Hypermisop­honiac”, sazonados con un piano libre de estructura­s y un riff de guitarra distorsion­ado. Frank Zappa y Captain beefheart también dicen presente, al igual que lo hace Ja y Zen el temasiguie­nte,“i cesta ti onZebra ”, recuperado delas sesiones de grabación que White llevó adelante con el rapero cuatro años atrás, para un proyecto conjunto que no fue.

“Over and Over and Over” arranca como un viejo track de The White stripes, pero enseguida unos coros histéricos devuelven al músico a su plan original de que nada suene como había sonado, con solos de sintetizad­ores y congas yendo y viniendo.

la futurista intro de “everything You’ve ever learned” lo encuentra otra vez a White gritando desde el fondo, utilizando como nunca su voz como elemento sonoro y buscando recuperar su instinto punk. Porque además de ser su disco más extraño y experiment­al, definitiva­mente es también su trabajo más lúdico.

el aire blusero retorcido de “respect Commander”, con un solo aniquilado­r, segurament­e encontrará un lugar de privilegio en esta nueva etapa a la hora de presentarl­a en vivo, mientras que “ezmeralda steals The show” funciona como una suerte de interludio conceptual.

White juega al encuentro entre el Prince de “Purple rain” y daft Punk en “Get in The Mind shaft” y sobre el final se anima a abrir su corazón country en “What’s done is done”, a dúo con esther rose.

este músico loco por el blues y el rock ciento por ciento analógico que aquí parece haberle vendido el alma al Pro Tools no encontró mejor manera de cerrar este delirio sónico con una pieza no casualment­e bautizada “Humoresque”, escrita por un compositor checo, antonín dvořák, pero, como el mismo White confesó, rescatada por la banda (musical) que tenía un tal al Capone en la prisión de alcatraz cuando quería “matar” el tiempo. “es una canción hermosa para un asesino”, dijo días atrás, en sintonía con el alma juguetona de su nueva creación.

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DAVID JAMES SWANSON
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