LA NACION

Sardelli acciona el airbag. “Como meca musical, el rock ya murió”

El cantante de la exbanda teenager cuenta su proyecto para Netflix

- Texto Sebastián Ramos | Foto Mauro Alfieri

Patricio Sardelli tenía 17 años cuando salió el primer álbum de Airbag, la banda que armó en la casa de sus padres, en Don Torcuato, junto a sus hermanos Gastón y Guido, que en aquel 2004 contaban con 20 y 15 años respectiva­mente. Unos niños rockeros que inmediatam­ente saltaron a la fama, vendieron miles de discos, fueron reconocido­s como revelación por MTV, llenaron teatros y salieron de gira por el mundo. “Fue un peligro”, confiesa Pato ahora, catorce años después, miles de kilómetros recorridos y seis discos más tarde, al recordar aquel éxito prematuro que marcó para siempre a Airbag.

“Las bandas la suelen pegar a los 28 o 30 años, pero a los 17 estábamos muy expuestos, con lo bueno y lo malo. Yo había terminado el secundario, pero Guido estaba en la primaria y dejó el colegio. O tocaba en el Orfeo, en Córdoba, o rendía Matemática y mi vieja, que era rehippie, nunca puso una piedra en el camino. Ahora miro para atrás y me parece que lo hicimos bastante bien, porque no es fácil sobrevivir al éxito de tan pendejo. No creértela, no hacer boludeces, aunque las hicimos. Pensá que en nueve meses pasamos de tocar en un pub de Don Torcuato a hacer dos funciones en el Gran Rex”.

Las historias de limusinas, hoteles caros y las mil y una fantasías rockeras cumplidas en la adolescenc­ia se cruzan ahora en la charla con Sardelli con la puesta en marcha de un ambicioso proyecto que el músico quiere llevar a Netflix, la convicción de que el rock ya ha dado todo lo que tenía para dar, su pasión por el cine, la quiebra de la marca de guitarras Gibson, Slash, el peronismo, la música clásica, Beethoven, Napoleón, el capitalism­o, su posición libertaria y la candente discusión acerca de qué significa ser machista en la sociedad de hoy. ¿Los chicos crecen? Así parece.

Sentado en un bar de Palermo, horas antes de subir al escenario de Obras Sanitarias (ayer la banda se presentó allí, en el marco del Rock & Chop), el guitarrist­a y cantante de Airbag habla de todo y sin casete.

–¿Tocar con una sinfónica como lo hicieron a fines del año pasado en el Luna Park estaba entre tus fantasías de niño rockero?

–No sé si cuando empezamos, porque al principio con lo único que fantaseaba era con tener una pared de Marshall, pero ese tipo de desafíos están buenos. Nosotros seguimos fantaseand­o todos los días con diferentes cosas, porque si no, sos un trucho. Al menos nosotros lo vivimos así, fantaseamo­s todo el tiempo, cada vez con cosas más pensadas, que podemos manejar, pero todo el tiempo queremos más. Ahora estamos terminando de editar el material del sinfónico y filmando cosas para generar el contenido que queremos armar.

–¿De qué se trata ese proyecto?

–La idea es hacer ocho capítulos, como si fuera una serie, en el que en cada uno se mezcla una pieza del sinfónico con una historia de ficción. En un punto es bastante política y gira en torno al poder y su relación con la música. Empieza con la Sinfonía N° 5, de Beethoven, que tenía una relación muy extraña con Napoleón, de quien primero fue muy admirador, pero al que terminó odiando. La mayoría de las piezas selecciona­das para la serie son clásicas. Está Mozart, que también tuvo problemas con la política. En esa época el poder manejaba al pueblo con la música y elegían qué compositor se tenía que escuchar. A Mozart lo querían prohibir porque era un rebelde, un punk, y hacía una música desafiante y sexual. Después está la canción de Vangelis que fue parte de la banda sonora de Blade Runner, una película que cuenta cómo el poder controla a la gente.

–¿Cómo surgió la idea de unir el concierto con la ficción?

–A Netflix no le interesan los conciertos, porque dicen que para eso la gente va a YouTube. Ellos quieren un contenido diferente y me parecía superinter­esante poder contar toda esta idea que queríamos hacer. Escribimos el guion y lo estamos filmando juntos con Gabriel Grieco.

–Con él ya codirigist­e varios de los videos de Airbag, ¿cuándo empezaste a vincularte con lo visual?

–Cuando empezamos a hacer videos, no me gustaba ninguno, porque casi siempre los directores que contratás son del palo de la publicidad y en la mayoría de los casos los videos terminan siendo muy publicitar­ios. Tienen una calidad zarpada, pero por ahí no tienen nada que ver con el cine, con contar una historia más real. A mí me gusta el cine desde muy chico y cuando llegó el momento de hacer el video de “Cae el sol”, nos pusimos con Guido a escribir una historia y, como técnicamen­te no tenía las herramient­as, le dije a Gabriel, que es un amigo, de codirigirl­o.

–¿Te pusiste a estudiar algo ?

–A mí manera, porque yo soy todo autodidact­a. Me gusta ir a sets de filmacione­s de películas. Lo estudio, pero a mi modo. Nunca fui bueno para la doctrina, me cuesta muchísimo. Igual, Tarantino no estudió nada, pero tiene horas y horas de ver películas. Yo sé lo que quiero contar, pero me falta la técnica y me dejo ayudar en eso. A Guido también le gusta mucho el cine, es un lenguaje apasionant­e. Creo que el rock y el cine están muy conectados, porque el cine llega a su cometido en los 70. Y el rock también. En los 70 sucede lo más grande del rock y después empezó a caer y naturalmen­te sigue cayendo. Led Zeppelin, Deep Purple, Pink Floyd, ahí estuvo lo mejor del rock. Y en el cine también: Coppola, Scorsese, Carpenter, Spielberg...

–¿Sos de los que apoyan la teoría de que “el rock ha muerto”?

– No murió, porque hay cosas hechas gigantes, hay discos de Queen grabados. Pero como protagonis­ta y meca de la música, ya murió. Ya pasó lo mejor del rock. Es como la música clásica, que tuvo su pico y ya está, no hay compositor­es del nivel de Beethoven y no va a haber, porque es una cuestión de la naturaleza del hombre: ya pasó por ahí. Tengo una visión medio apocalípti­ca y creo que la música viene cayendo desde entonces, desde ese pico del 1700 y 1800. El rock es inferior a la música clásica y el pop también. Por más que yo haga rock. Lo dijo Charly García: para hacer música clásica hay que estar muerto, no se puede competir con lo hecho.

–¿Y dónde encontrás la motivación para seguir haciendo rock?

–Somos la resistenci­a. Además, no podría hacer música electrónic­a tipo David Guetta. A mí me gusta lo que hacemos y por supuesto que todavía hay gente a la que le gusta esta música, pero de ahí a pensar que van a venir décadas de superrock, olvidémosl­o. Principalm­ente, porque todo el consumo capitalist­a va hacia otro lado, nos comprime y va convirtién­donos en seres que no tengan que pensar tanto. En todo sentido, en el cine, en la música, en la ropa. El mercado comprime para que todos seamos iguales. En la música sucede lo mismo, el top ten de Spotify es todo música bailable berreta, no es Michael Jackson. La música bailable para mover el orto en el boliche, está bien para el boliche, pero para todo el día y que todos escuchen eso... No hay identidad, quieren que todos seamos cada vez más iguales y compartamo­s lo mismo. Antes ibas a un videoclub y elegías qué querías ver, ahora Netflix te dice qué querés ver, cuál es la tendencia qué tenés que consumir. Hoy hay que ser ordinario y básico, se ha perdido el estilo, porque si no, sos un extravagan­te. Todo es igual o parecido y mientras pienses menos, mejor.

–Por lo visto, estás interesado en la política.

–Sí, aunque el que más metido está es Gastón y por más que tengamos diferentes opiniones, yo le consulto mucho a él porque sabe. Él es más socialista, marxista a morir y yo soy más libertario. Pongo la libertad por sobre la igualdad. El pone la igualdad por sobre la libertad. Aunque suene parecido, son dos cosas diferentes. En el disco Libertad, tocamos mucho eso, en canciones como “Otoño del 82”. Después mi viejo es peronista a morir . Porque el peronista es peronista y yo lo entiendo. Para mí Perón hizo cosas buenas y cosas no tan buenas, pero al que le dio algo bueno, no se lo olvida. Por eso el peronista siempre es peronista. Pero estaría bueno empezar de cero otra vez, a ver si hay algo nuevo para nosotros.

–Hablando de libertades e igualdades, en los conciertos de Airbag muchas chicas se quitan los corpiños...

–Sí, en nuestros conciertos sucede

que las chicas se sacan el corpiño, pero no hay un pibe desubicado que las quiera toquetear. Sucede una expresión de libertad que me encanta. Los chicos van a divertirse y pasarla bien. Las pibas están en tetas y te juro que no hay ninguno que las esté mirando, cada uno está en la suya, nadie se zarpa. Por otro lado, el debate sobre la cuestión de género me parece bien, pero hay algo que me choca y es cuando empieza a intervenir en la creativida­d de alguien. Nosotros tocamos en vivo “Me gusta ese tajo”, de Spinetta, y hoy ese tema no se podría componer. Tampoco los Guns’n’Roses podrían cantar “I used to love her, but I have to kill her”. Una cosa es componer una canción que dice que le robaste un beso a una chica en la calle y otra cosa es ir y hacerlo. Creo que hay un nivel de censura zarpado. Porque uno puede ser machista y ser buena persona. Yo no tengo esas creencias, pero mis padres y mis abuelos sí, porque se formaron así y son buenas personas. Una cosa es abrirle la puerta del auto a una chica y otra querer pegarle.

–Un poco sí, porque lo que sí creo es que tenemos que tener los mismos derechos, pero con estas pelotudece­s que pasan en el canal de chimentos, se corre el foco de donde debe estar. Hay minas a las que las cagan a palos de verdad o las violan y no pueden abortar. Nosotros el tema del aborto lo planteamos el año pasado, cuando hicimos el videoclip de “Cicatrices”, con Juan Palomino y Florencia Torrente y contamos una historia y hacemos una pregunta y ponemos a debate el tema. Yo estoy a favor de la despenaliz­ación, pero también creo que hay que acompañarl­a con educación y respeto.

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