LA NACION

Metáfora sobre el equilibrio y la disolución de un sistema de vida

- Pablo Gorlero

Durante las reuniones creativas de la versión original de El violinista en el tejado, el director y coreógrafo Jerome robbins estaba obsesionad­o con una pregunta que repetía sin que nadie le ofreciera una respuesta convincent­e: ¿de qué se trata esto? Él necesitaba la respuesta justa para poder encontrarl­e la fuerza al proyecto. Con perseveran­cia, al repetirla una y mil veces, en una de esas interminab­les reuniones alguien respondió: “se trata de la disolución de un sistema de vida”. Y la felicidad invadió al director. “ahí es donde hay que empezar. Hay que mostrarle al público mucho sobre ese modo de vida que está por disolverse. nuestra obertura será sobre esas tradicione­s que van a cambiar”, decidió. a partir de ahí, el proyecto tomó forma y el grupo creativo, que incluía al gran Harold Prince como productor, encontró el sentido, el concepto de esta obra que estrenaron el 22 de septiembre de 1964, en el imperial, de broadway, donde permaneció en cartel durante 3242 funciones. Hasta el 21 de julio de 1971 fue la obra de mayor permanenci­a en cartel en la Gran Manzana (con cuatro importante­s reposicion­es: en 1976, 1981, 1990 y 2004). la idea surgió a partir de una pintura que Marc Chagall creó en 1912: El violinista.

Un productor visionario como alejandro romay tenía que traerla a la argentina por primera vez. la estrenó el 2 de julio de 1969 en el astral, con adaptación propia y de César Tiempo, y un elenco encabezado porraúlr os si yPauli na singerman. el éxito lo impulsó a comprar el Teatro argentino, adonde mudó la obra en 1970. Fue uno de los musicales que más tiempo permanecie­ron en cartel: casi 3 años en el astral y en el argentino; además de dos reestrenos en 1980 y en 2002. esta pieza tenía un atractivo especial: contaba con todos los elementos alegóricos de la cultura judía de la europa oriental: la noche del viernes, la casamenter­a, la boda, la danza de las botellas, las dotes, la fe religiosa y, sobre todo, la vida en los pogromos. es una obra especial: memoria, tradición y el recuerdo del sino de un pueblo perseguido por la intoleranc­ia. el violinista, como personaje, es una metáfora de la superviven­cia, del equilibrio de un estilo de vida.

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hernán zenteno

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