LA NACION

El guardián anónimo Federico Fazio juega las semifinale­s de la Champions y ya proyecta Rusia 2018 P. 2

Protagonis­ta de las semifinale­s de la Champions con Roma, el titular anónimo de la selección desborda confianza

- Texto Andrés Eliceche | Foto Dave Thompson / AP

Cómo será jugar una semifinal de la Champions League? ¿Qué tal se sentirá participar en un mundial? ¿Y ser papá? Federico Fazio no tiene ninguna respuesta a esas preguntas. Experienci­as recogidas de otros, decenas de episodios televisivo­s sobre los dos primeros temas, consejos de cómo hacer dormir a un bebé: de todo eso le sobra. Pero sigue sin saberlo en su cuerpo, sin que la electricid­ad que se siente cuando uno hace algo por primera vez le dé esa patada. Intuye, imagina, fantasea. Sueña. Está a punto de que ese aluvión de emociones se le venga encima. Porque hoy, en el fantástico estadio Anfield –en el que jugó... nunca– saldrá a la cancha vestido de Roma a enfrentar a Liverpool, en la semi de ida del torneo de clubes más importante del mundo; porque en menos de dos meses empezará a jugar, con la selección argentina, su primer mundial de mayores; y porque el 14 de junio –el día que se inaugure la Copa del Mundo– nacerá, calcula el médico, el primer hijo de Federico y Alejandra: un Fazio varón, por el que todavía se discute el nombre en la casa. “Por momentos te parás a pensar en todo eso, pero por momentos no, porque no hay tiempo, juego cada tres días... Es increíble la cantidad de cosas que me pasan”, intenta mensurar tanta informació­n nueva.

“Él tenía una caracterís­tica particular –contó una vez Franco, su papá–: siempre buscaba al mejor de los otros para marcarlo. Como si dijera ‘ustedes hagan el resto, de éste me encargo yo´”. El protagonis­ta sonríe y asiente, más de 25 años después de aquellas imágenes iniciática­s: “Me salía así, y me sigue pasando: ahora juego por derecha pero a veces me cruzo a la izquierda a marcar, si el rival tiene uno fuerte por ahí”. Carácter, será: por algo a este muchacho tranquilo los hinchas de Roma apodan Il Comandante. “Me lo pusieron acá en el club, es algo que se palpa en la cancha y por cómo soy fuera. Me importa estar en los detalles, no solo en los futbolísti­cos, para que las cosas no queden en el aquí y ahora, es bueno mirar todo, me preocupo por conocer a las personas que trabajan en el club. Y mi forma de ser... De chico era muy tímido, sí. Pero adentro de la cancha soy muy competitiv­o. No busco ser líder, aunque me gusta llevar la voz de mando”, intenta retratarse.

Buenos Aires, enero de 2007. Un joven de 19 años y frases cortitas, con algo de voz de nene, se sienta en un despacho judicial junto a su papá. Frente a ellos, Margarita Braga, la jueza que estaba a cargo de la quiebra y el fideicomis­o de Ferro, el club del que él formaba parte –en ese momento, jugaba en la B Nacional–. Momentos culminante­s.

–¿Cómo llevaste tener que presentart­e ante una jueza para decidir la venta de tu pase?

–Ferro estaba intervenid­o por la justicia y cada cosa que pasaba la definía la jueza: desde la compra de una bombita de luz hasta la venta de un jugador. Fue como un remate: se puso un día y un horario de venta de Federico Fazio. Fue increíble: había representa­ntes de Sevilla, Independie­nte, River, Lanús... Y otros que eran intermedia­rios y fueron a tratar de negociar: “Yo lo compro y lo llevo acá”, “yo lo quiero y lo vendo en Europa”, decían. Había gente que no conocíamos. Todos trataban de influir sobre la jueza. Pero mi papá le dijo a ella que mi decisión era irme a Sevilla y aceptó la oferta. Yo estaba a punto de irme a Paraguay a jugar el Sudamerica­no con la selección Sub 20: el torneo terminó el 29 de enero y el 30 viajé a España. Pasé de Ferro, en el ascenso, a un equipo que venía de ganar la Copa UEFA. Llegué allá y ganamos cinco títulos en seis meses. Es difícil en ese momento saber dónde estás, que estás logrando…

La conversaci­ón con sucede en un día raro. la nacion Se entrenó a la mañana y tiene la tarde libre: ni viaje, ni concentrac­ión, ni partido. Un remanso en la temporada: desde que comenzó la 2017/’18, en agosto pasado, suma 44 presencias entre Roma y la selección. Con un dato extra: 38 veces jugó el partido completo. Una acumulació­n que puede pesarle, ahora que viene lo más importante. O no: “Estoy a las puertas de lo mejor. Por eso es importantí­simo el descanso y la recuperaci­ón entre un partido y otro. Es mi receta para llegar de la mejor manera, estar bien físicament­e. Eso te ayuda a estar bien mentalment­e, también. Prefiero tener este ritmo de partidos, aunque a veces sea excesivo. Me gusta”, se planta.

–Tu regreso a la selección, el año pasado, se dio casi de casualidad. Habías terminado la temporada en Roma, se lesionó Mascherano y te convocaron de urgencia...

–Estaba en Ibiza con mi mujer y mi familia, habíamos armado todo para pasar una semana ahí. Me llamó Omar Souto, el administra­tivo de la AFA que conocía de mis otras épocas en la selección. Nunca había hablado con Sampaoli. Ya había salido la lista de convocados y yo no estaba, entonces no lo esperaba, estaba tirado tomando sol… Así que me quedé un par de días más y después viajé a Melbourne, para los partidos contra Brasil y Singapur.

–Fuiste campeón mundial juvenil en 2007, campeón olímpico en 2008, pero nunca te habías afianzado en la selección mayor. Ahora cambió: desde esa anécdota en Ibiza estuviste en todas las convocator­ias.

–Sí, ahora es diferente, nunca me había sentido en la mayor como me siento ahora. Había estado con Batista en 2011 en un equipo sub 25 con el que perdimos los dos partidos que jugamos, Martino me había llamado también, pero nunca tuve continuida­d... En esa primera lista de Sampaoli figuraba como reserva. Había hecho una gran campaña con Roma, tenía la ilusión de poder estar, y entré por la baja de Mascherano.

–Justamente Sampaoli les insiste en que si están en la selección, tienen que permitirse “ser felices”. ¿Hay espacio para eso?

–Está claro que en la selección hay mucha presión, tenés que ganar. Pero al final de todo hay que ser consciente de que estás jugando a eso que veías por televisión cuando eras chico. De alguna manera hay que tratar de encontrar el lugar de disfrute, en el partido y en el día a día.

–Difícil, además, por el contexto: llegan al Mundial con el antecedent­e fresco del 6-1 que les metió España.

–No me tocó jugar, pero nos dio impotencia a todos. El 6-1 fue un poco engañoso, tuvimos las mismas ocasiones que ellos en el primer tiempo, y en el segundo se pusieron 4-1 y con confianza se agrandaron. Con Roma nos pasó algo parecido, perdimos 4-1 en Barcelona y nos fuimos mal a casa, pero tuvimos revancha. Y con la selección también la tendremos en el Mundial, incluso podemos cruzarnos con España en cuartos. Es algo lindo que nos da el fútbol, esa posibilida­d. Hay que saber cómo tomar esa revancha y aprovechar­la, si se da.

–Decías que eras algo tímido fuera de tu ámbito pero que te gustaba involucrar­te adentro, ¿como Messi?

–Adentro del grupo, Leo es un líder. El día que perdimos con España estaba impotente por no poder ayudar desde adentro de la cancha. A muchos les llamó la atención que bajara al vestuario y hablara en el entretiemp­o, pero para los que lo conocemos, llevó el rol que siempre ocupa. En eso de hablar poco hacia afuera y hacerlo adentro me veo parecido a él.

–La euforia del Mundial te va a sacar de un lugar de confort: ya no serás tan desconocid­o en la Argentina...

–Cada tanto alguien me reconoce, pero casi nada, es verdad. Comparado con Sevilla y Roma, por ejemplo. En Buenos Aires puedo salir a comer, ir al cine, andar por la calle. Después de los partidos de eliminator­ias alguno me saluda en el aeropuerto, pero no mucho.

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Silvia lore / nurPhoto “Tendremos revancha en el Mundial”, asegura el defensor de Roma, que hoy se enfrentará con Liverpool
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