LA NACION

El movimiento estudianti­l, el desafío inesperado que puso en retaguardi­a a Ortega

Fue el que encendió la mecha de las protestas contra una reforma en el sistema jubilatori­o y ahora pide la salida del presidente

- Paula Markous

Desde el jueves pasado, Humberto Méndez tiene un alias de lucha. “Me dicen ‘Hache’ por seguridad”, cuenta a la nacion por teléfono desde Managua. El joven nicaragüen­se, de 22 años, es uno de los líderes estudianti­les que se atrinchera­ron en la Universida­d Politécnic­a (Upoli), el centro neurálgico de las protestas contra el gobierno del presidente Daniel Ortega.

Fueron los estudiante­s los protagonis­tas de las manifestac­iones que empezaron hace una semana luego de que Ortega decretó aumentar el aporte jubilatori­o, una medida que tuvo que dar de baja el domingo pasado por la presión popular. Es que a las tomas universita­rias se sumaron saqueos y cortes de calles que paralizaro­n al país, sin clases y con escasez de nafta. En total, por lo menos 27 personas murieron en los choques con la policía, que según denuncian los estudiante­s disparó con balas reales.

Ayer, Méndez estaba seguro en su casa. El estudiante de tercer año de Finanzas estuvo tres días atrinchera­do en la Upoli. “El jueves comenzaron las manifestac­iones pacíficas en las afueras de la universida­d, pero cuando empezaron a enviar a los antimotine­s y a la policía ahí abrieron los portones y me atrincheré. Usé el mortero un par de veces para defenderme”, cuenta, y destaca que el apoyo de la gente que vive en los alrededore­s de la Upoli fue incondicio­nal.

El estudiante abandonó el sábado la toma porque su familia estaba muy preocupada. No bien estuvo afuera escribió en las redes sociales que estaba bien. Solo recibió unos golpes cuando intentó impedir que ingresara la policía.

Otros estudiante­s no tuvieron la misma suerte. “La policía oprimió a mis amigos y compañeros. Los estudiante­s que fueron encarcelad­os fueron golpeados, les amarraron las manos y se las pusieron moradas. Fueron los presos los que ayudaron a nuestros estudiante­s, ya que los policías no les daban de comer y los golpeaban”, dice a la nacion, indignada, Elsa Flores (19 años), una estudiante de Derecho de la Upoli.

Ayer, el gobierno liberó a decenas de jóvenes detenidos, que contaron en los medios cómo habían sido abandonado­s en las rutas, descalzos y despojados de todas sus pertenenci­as. Los nicaragüen­ses pudieron escucharlo­s gracias a que Ortega levantó también ayer el bloqueo al canal de televisión 100%Noticias, que había sido censurado. Aunque el gobierno liberó a algunos detenidos, los desapareci­dos, según organismos de derechos humanos, suman unos 60.

Flores explica que ella colaboró en la toma llevando víveres, remedios y dinero. “También busqué autos disponible­s porque las ambulancia­s no querían llevar a nuestros heridos”, cuenta.

Aleksander Castillo, de 19 años, también participó al repartir víveres. Pero el estudiante de Finanzas contó a la nacion que hizo el camino inverso a Flores. Él les llevaba comida a los manifestan­tes del barrio Villa Rafaela Herrera, que estaban en las calles aledañas al campus de la Upoli y que habían formado barricadas con pedazos de pavimento para que la policía no pudiera pasar.

“Participé porque era una lucha que nos convenía a todos. La raíz del problema es la forma de querer hacernos pagar por los errores que cometió el gobierno por mala administra­ción del Instituto del Seguro Social (INSS). Consideré que era muy injusto que a los que ya están retirados se les quitara el 5% de su pensión”, explica.

“El gobierno había robado la plata del INSS y quería que los ciudadanos pagáramos –dice Flores, en la misma línea–. Comencé a manifestar­me contra la reforma porque a mí me perjudicar­á en un futuro, perjudica a mi familia y a toda la sociedad”.

Los tres estudiante­s insisten en que las manifestac­iones empezaron de forma pacífica. Los primeros en salir a la calle fueron los estudiante­s de la jesuita Universida­d Centroamer­icana. Después el movimiento se extendió hasta las estatales Universida­d Nacional Agraria y Universida­d Nacional de Ingeniería. La ola de protestas llegó luego a la Upoli, la única casa de estudios donde permanecen unos 200 manifestan­tes atrinchera­dos, indecisos sobre si se van a sus casas o si aprovechan para presionar a Ortega e impulsar otras reformas.

Méndez denuncia que la mayoría de los que quedan en la Upoli forman parte de partidos políticos que nada tienen que ver con los estudiante­s y Castillo concuerda. “Estamos coordinand­o para que se desaloje la universida­d porque ya se cumplieron algunas de nuestras peticiones y la toma ya no es un punto de presión. Creemos que la lucha seguirá, pero ya no de esta manera”, dice Castillo.

Paro nacional

¿Cuál es ahora el objetivo de los estudiante­s? La renuncia de Ortega, pero no por medio de la toma. Ayer, los líderes estudianti­les hicieron un llamado a un paro nacional a todo el sector universita­rio público y privado para que el gobierno responda a sus demandas, entre ellas, la apertura de una mesa de diálogo amplio, en la que tengan representa­ción y que aborde temas relacionad­os con la institucio­nalidad y la democracia.

“Queremos que el régimen de Ortega se vaya. No planeamos realizar o promover una guerra. Pero de ahora en adelante se planea crear un movimiento que represente la voluntad de los estudiante­s y de la comunidad en general. Pedimos elecciones libres y sin trampas”, dice, en referencia a las últimas elecciones de 2016, que ganó Ortega y que la oposición calificó de una farsa.

Méndez dice que para que Ortega se vaya todo el país debe manifestar­se. Pero sabe que el camino ya empezó. “Los estudiante­s saben que no pueden contra ellos. La clave que para un país progrese somos nosotros, los universita­rios”.

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