decidido a reparar su error, recibe a tres víctimas de abuso en Chile
A partir de hoy y durante los próximas días, tres abusados se hospedarán en Santa Marta y tendrán reuniones individuales con Francisco; “quiere pedirles perdón”, informó su vocero
ROMA.– Francisco se reunió varias veces con víctimas de abusos sexuales cometidos por sacerdotes en el Vaticano y fuera de él. Pero a partir de hoy, en un hecho sin precedente, y para demostrar su voluntad de dar vuelta la página en un escándalo que ha manchado como nunca su credibilidad y la de la Iglesia, hospedará en la residencia de Santa Marta, su “casa”, a Juan Carlos Cruz, James Hamilton y José Andrés Murillo, tres víctimas chilenas, a quienes invitó a pasar el fin de semana con él.
“Durante estos días de encuentro personal y fraterno, el Papa quiere pedirles perdón, compartir su dolor y su vergüenza por lo que han sufrido y, sobre todo, escucharlos en todas aquellas sugerencias que puedan realizarle para evitar la repetición de semejantes hechos reprobables”, adelantó ayer el vocero papal, Greg Burke.
“El Papa recibirá a las víctimas individualmente, dejando hablar a cada una de ellas todo el tiempo que sea necesario”, agregó.
Cruz, Hamilton y Murillo fueron víctimas del sacerdote Fernando Karadima, que en 2011 fue hallado culpable por el Vaticano de abuso de menores en las décadas de 1970 y 1980, y fue condenado a una vida de oración y penitencia. El Papa los invitó al Vaticano después de haber recibido un informe de 2300 folios que realizó, a pedido de él, el arzobispo maltés Charles Scicluna, sobre el caso de un cuestionado obispo chileno, Juan Barros.
Barros, que fue mano derecha de Karadima, fue acusado por estas víctimas de haber encubierto sus crímenes. Pero en los últimos años fue respaldado contra viento y marea por Francisco, que incluso en su viaje a Chile, en enero pasado, lo defendió públicamente, lo que provocó indignación en la opinión pública.
Pero al regresar de ese viaje, marcado a fuego por el escándalo Barros, Francisco entendió que algo no cerraba y decidió reabrir el caso, consciente de que de él dependía su credibilidad en el manejo del escándalo de abusos sexuales en el clero. Envió entonces a Chile a Scicluna, máximo experto en pedofilia, famoso por su investigación sobre otro carismático sacerdote, el mexicano Marcial Maciel, fundador los Legionarios de Cristo.
Acompañado por el sacerdote español Jordi Bertomeu, de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Scicluna escuchó el testimonio de 64 personas durante su misión, que abrió una virtual caja de Pandora en Chile. Entre esas personas, no solo las tres víctimas ya mencionadas, sino también sacerdotes y obispos chilenos y representantes de la diócesis de Osorno.
Luego de haber leído el informe de Scicluna, un dossier que lo dejó consternado y que va mucho más allá del caso Barros, el Papa les envió hace dos semanas una dramática carta a los obispos chilenos. En otro hecho sin precedente, en la misiva volvió a pedir perdón y, con inmensa humildad, reconoció haber “incurrido en graves equivocaciones de valoración y percepción de la situación, especialmente por falta de información veraz y equilibrada”.
En una acción drástica e inusual, también convocó a todos los obispos chilenos el mes que viene a Roma, para discernir con ellos las “medidas” a tomar para “reparar en lo posible el escándalo y restablecer la justicia”. Se espera una gradual renovación de obispos y que rueden varias cabezas en el episcopado chileno, de línea conservadora desde los tiempos en que fue nuncio allí el cardenal Angelo Sodano.
Según pudo saber la nacion, el Papa se reunirá individualmente hoy con Murillo; pasado mañana, con Hamilton; el domingo, con Cruz, y el lunes, con los tres juntos. De las tres víctimas, que pertenecían a la exclusiva parroquia El Bosque, que lideraba Karadima, Cruz es el único que siguió siendo un católico practicante pese a los abusos sufridos. Sus otros dos amigos son ateos.
Al confirmar ayer su inédito encuentro este fin de semana con Francisco, el Vaticano dijo que “el Santo Padre pide oraciones por la Iglesia de Chile en este momento doloroso, esperando que estos encuentros puedan desarrollarse en un clima de serena confianza y sean un paso crucial para remediar y evitar para siempre los abusos de conciencia, de poder y, particularmente, sexuales en el seno de la Iglesia”.
El escándalo de abusos sexuales a menores en el clero estalló en Estados Unidos el 2002, al final del pontificado de Juan Pablo II, cuando una investigación periodística forzó al Vaticano a actuar. Se vieron luego también sacudidos por la salida a la luz de centenares de casos países como Irlanda, Alemania, Australia, Italia, Chile, entre otros y recientemente la Argentina, con el caso del Instituto Próvolo de Mendoza. Durante el pontificado de Benedicto XVI, también marcado por este escándalo, se reformó la legislación y comenzó una “política de tolerancia cero” que redobló Francisco, que convirtió el encubrimiento por parte de un obispo o superior religioso en un delito castigable por el derecho canónico.