LA NACION

Menos autos y más tecnología, claves contra el colapso de tránsito

En el exterior, también apuestan por zonas restringid­as.

- Mauricio Giambartol­omei

Cada vez que Alejandro Gorosito sale desde su casa en Ezeiza hasta su trabajo en la ciudad de Buenos Aires, se embarca en un viaje a lo desconocid­o. Sabe bien que, ante cualquier imprevisto, los 40 minutos que tarda habitualme­nte en recorrer esos 43 kilómetros pueden convertirs­e en varias horas.

La jungla porteña se activa a primera hora cuando 700.000 vehículos ingresan a la ciudad para convivir con una plaza estable de 900.000 autos particular­es, 10.000 taxis y 37.000 colectivos. Los colapsos empiezan en las autopistas Panamerica­na, Ricchieri o Acceso Oeste y se trasladan a la General Paz o Lugones y, más tarde, a los barrios. Según un informe de CAFBanco de Desarrollo de América Latina los viajes ida y vuelta entre el hogar y el trabajo en el área metropolit­ana insumen, en promedio, 90 minutos por día.

El caso de Gorosito es el de millones de personas, tanto en la Argentina como en la mayoría de las principale­s ciudades del mundo, y uno de los grandes desafíos globales: resolver la movilidad de las personas y la distribuci­ón equitativa del espacio público.

Las ciudades líderes en la implementa­ción de nuevas políticas relacionad­as al tránsito apuestan a dos fórmulas: a las zonas de circulació­n vehicular restringid­as; y a la aplicación de la tecnología en función de una movilidad más eficiente, donde los autos autónomos son el futuro.

“La discusión varía, pero apunta a que en 2025 habrá vehículos autónomos circulando en las calles. Hay pruebas en más de 40 ciudades. La carrera entre Google, Tesla y Uber por desarrolla­r el mejor modelo es fuerte”, aseguró Nicolás Estupiñan, coordinado­r de Transporte Urbano del CAF, y exvicemini­stro de Transporte de Colombia.

Para el especialis­ta, existen otras búsquedas que serán frecuentes en los próximos años. “San José de Costa Rica, Londres y San Pablo promueven los vehículos eléctricos; hay ciudades que apuestan por el car sharing (auto compartido) y otro grupo que fomenta los autónomos. Lo ideal sería un modelo que agrupe los tres. Cualquier modelo, en forma independie­nte, no aportaría beneficio para reducir la congestión”, destacó.

Un escenario de innovación tan sofisticad­a es difícil de imaginar en Buenos Aires donde, a pesar de un progresivo camino hacia la tecnología, las puertas a plataforma­s como Uber están cerradas. La ciudad, en cambio, avanza hacia un modelo que también tiene peso en las metrópolis más importante­s del mundo: la restricció­n vehicular.

La construcci­ón de carriles exclusivos, que desde 2011, cuando empezó con el metrobús de la avenida Juan B. Justo, ya sumó más de 60 kilómetros en ocho líneas diferentes. La instalació­n de una red de ciclovías que llegó a los 200 kilómetros. Y la incipiente pero progresiva incorporac­ión de tecnología aplicada al tránsito, como la instalació­n de carteles de leyenda variable, las aplicacion­es móviles como BA Cómo Llego y la puesta en marcha de un nuevo Centro de Gestión de la Movilidad. Todas estas medidas, ¿alcanzan para garantizar los ocho millones de viajes que se hacen a diario en la ciudad?

Atenas, en Grecia, y Estocolmo, en Suecia, fueron pioneras en los 80 y 90, respectiva­mente, en la creación de zonas de tránsito limitada. En Gran Bretaña, Londres, desde 2003, implementó un sistema de peaje urbano denominado

congestion charge, mediante el cual se cobra una tarifa a los vehículos que circulan dentro de un área determinad­a. “La lógica aplicada fue muy simple: reducir el tránsito en el centro de la ciudad y generar fondos para reinvertir en transporte público. El objetivo del alcalde de ese momento, Ken Livingston­e, fue alcanzado”, explicó Andrés Larriera, argentino residente en Londres entre 2001 y 2017 y, además, exdirector ejecutivo a cargo del lanzamient­o del proyecto de ciudades inteligent­es y nuevas energías en Reino Unido para Hitachi.

“El volumen de tránsito en la zona del congestion charge es hoy un 20% más bajo que hace una década, lo que deja más espacio para ciclistas y peatones. La mejora fue notable: no solo desde los indicadore­s, sino que fue evidente para los ciudadanos que conducían automóvile­s, tomaban Uber o andaban en bicicletas públicas”, agregó Larriera.

Años antes de las restriccio­nes o tasas de congestión hubo otros sistemas en distintas ciudades. En Curitiba, Brasil, se dio el primer paso en los años 70 con la aplicación de un sistema de transporte público que resultó efectivo: la Red Integrada de Transporte. Se trata de un corredor de tres vías, con prioridad para los colectivos biarticula­dos (con capacidad para transporta­r hasta 270 pasajeros) que circulan por la arteria central, mientras los vehículos particular­es y taxis lo hacen a los costados. Ese modelo fue el replicado en el metrobús porteño.

Pero hoy, en las ciudades líderes en la implementa­ción de nuevas políticas relacionad­as a la movilidad, la búsqueda de soluciones tiene un perfil innovador apoyado en la tecnología. Por ejemplo, en San Francisco,EstadosUni­dos,loscolecti­vos del transporte público adaptan sus recorridos de acuerdo a la demanda de los pasajeros que, en tiempo real y mediante aplicacion­es digitales, solicitan un traslado.

Experienci­as de car sharing a través de plataforma­s como Uber son parte de las apuestas para reducir la circulació­n de vehículos a corto plazo. En Uruguay, Montevideo permite el uso de apps para el transporte,

medida que se encuentra en estudio en Santiago de Chile. pero el impacto de esta alternativ­a quedó demostrado en un estudio hecho en Lisboa, Portugal, donde se concluyó que si una flota de autos compartido­s estuviera a disposició­n de los pasajeros las 24 horas podría retirarse hasta el 90% de los vehículos.

Austin y San Francisco, en EstadosUni­dos,yVancouver,enCanadá, encabezan la carrera por desarrolla­r vehículos autónomos que podrían funcionar bajo el mismo concepto para reducir la plaza de automóvile­s. En Alemania, ciudades como Bonn, Essen y Mannheim, estudian ofrecer el transporte público gratuito con ese objetivo. Si la experienci­a funciona, se replicaría en otras urbes alemanas, algo que ya ocurre en 20 ciudades de Francia como Châteaurou­x o Gap.

¿podrían aplicarse en Buenos Aires estas medidas? “En los últimos ochos años pusimos mucho foco en la segregació­n del colectivo y en aumentar la frecuencia del subte. Ahora apuntamos a la tecnología, como el arribo predictivo de los colectivos, para una gestión óptima de la flota. El reclamo ahora es la frecuencia”, explicó el secretario de Transporte y Tránsito porteño, Juan José Méndez.

En España, Madrid estableció una zona de alto impacto ambiental de 523 hectáreas donde se restringe el ingreso de los vehículos más contaminan­tes. En junio se cerrará el tránsito en la zona del centro denominada Área de prioridad Residencia­l (ApR). Además, ya se redujeron carriles en La Gran Vía y hay calles que se cierran y se peatonaliz­an. “Dentro de poco, esta zona será solo zona peatonal”, pronosticó el argentino Cristian Alvarado, que trabaja en un local.

En Barcelona, el área ambiental es de 9200 hectáreas y se denomina Zona de Bajas Emisiones (ZBE). Allí, a partir de diciembre, se prohibirá la circulació­n de vehículos con más de 20 años. La ciudad ofrecerá tres años de transporte público gratuito a quien desguace un vehículo contaminan­te y se comprometa a no adquirir otro en esos tres años.

La restricció­n vehicular porteña se asemeja a la de Italia: en Roma existen diversas zone a traffico limitato (zona de tránsito limitado) donde solo pueden circular autos con permisos específico­s. para obtenerlo se debe pagar un canon anual de 250 euros. para Ana Ferrari, argentina que vive en esa ciudad, las ZTL deberían ser aún más restrictiv­as. “Comparada con otras ciudades europeas, pienso que Roma es demasiado permisiva: pese a las ZTL, sigue habiendo demasiados autos en el centro histórico”, contó.

Con al menos 103, italia es el país europeo con más ZTL. Estas zonas no solo redujeron drásticame­nte el tránsito (en Brescia, por ejemplo, la cantidad de vehículos bajó un 50%), sino también propiciaro­n mejoras en el transporte público y una reducción de la contaminac­ión.

El de Londres, donde desde octubre pasado además de las 11 libras diarias por acceder a la zona se les aplica un cargo extra de 10 libras a los vehículos fabricados antes de 2006, es uno de los ejemplos más estrictos de restricció­n. También en oslo, Noruega, se cobra un peaje de entre 44 y 55 coronas (4,60 euros).

“Todas las soluciones que reducen la cantidad de vehículos son positivas. Donde hay problemas de movilidad la solución es otorgar el espacio al transporte que lleva más gente”, planteó Andrés Fingeret, especialis­ta en movilidad y tránsito, extitular del instituto para la política de Transporte y Desarrollo (iTDp) en Buenos Aires.

Más allá de la restricció­n vehicular, según los analistas, la tasa de congestión no es una política pensada para aplicar en Buenos Aires, al menos en el corto plazo. La apuesta porteña y del área metropolit­ana es mejorar el transporte público. Una de las previsione­s es que cuando finalice el soterramie­nto del tren Sarmiento (un túnel de 22 kilómetros entre Castelar y Caballito) y la Red de Expresos Regionales (conectará las líneas ferroviari­as del norte, sur y oeste) los pasajeros diarios del tren pasen de 1.400.000 a 4.000.000 de toda la región, lo que produciría una reducción de vehículos.

“Habría que ponerle más énfasis a la expansión de la red de subte, aunque se haya instalado que la construcci­ón es cara”, opinó Andrés Borthagara­y, director para América Latina del instituto para la Ciudad en Movimiento. “En un carril pueden circular 1500 personas por hora en vehículos; en metrobús, 10.000; y en subte, 20.000”, agregó.

La propuesta se sostiene con los casos de Santiago de Chile, San pablo, Ciudad de México, Busan,

(Corea del Sur), o Tel Aviv (Israel) donde el subte se sigue ampliando. Buenos Aires, con una población de 3.000.000 de personas, tiene una red que apenas supera los 60 km. Enfrentada a ciudades de similar población, como Madrid (3.100.000) o parís (2.270.000) la desventaja es grande: bajo tierra de la capital española corren 294 km de vía y en la de Francia, 214 km.

¿Hacia dónde apuntarán las políticas de la movilidad metropolit­ana? El eje de la discusión seguirá siendo el uso del espacio y del transporte público por sobre los automóvile­s. A corto plazo no se vislumbra un proyecto para ampliar la red de subte porque se espera que al potenciar la trama ferroviari­a de 850 kilómetros (110 km en la ciudad), esa ecuación sea resuelta. También se espera que la aplicación progresiva de tecnología, a una escala diferente de lo que ocurre hoy en el mundo, sean parte de la solución.

Con la colaboraci­ón de Silvia Pisani, Elisabetta Piqué, Luisa Corradini, Nelson Fernández y Federico Grünewald

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