LA NACION

La renuncia escandalos­a de una figura ensucia aún más al PP

Tras un mes en la cuerda floja, Cristina Cifuentes, presidenta regional de Madrid, dimitió por un video en el que aparece robando dos cremas faciales

- Silvia Pisani CORRESPONS­AL EN ESPAñA

MADRID.– El conservado­r Partido Popular (PP), en el poder desde 2011 en España, sufrió un nuevo e innecesari­o desgaste con la renuncia forzada de una de sus figuras más prometedor­as a partir de la difusión de un humillante video en el que aparece robando dos cremas faciales en un supermerca­do.

Cristina Cifuentes, ahora expresiden­ta de la Comunidad de Madrid, se vio forzada a dimitir cuando un sitio de Internet divulgó ayer por la mañana las imágenes que muestran el bochornoso momento en el que vacía su cartera ante el guardia de seguridad de una popular cadena de supermerca­dos.

“Fue todo un malentendi­do”, intentó matizar ella, pero sin negar que lo ocurrido fuera real. “Yo, luego, pagué por las cremas. Me las llevaba sin darme cuenta”, dijo. Fue un burdo golpe final tras un mes de escándalos.

Cifuentes no es una figura más dentro del PP. De 53 años, se la llegó a mencionar como posible sucesora del presidente Mariano Rajoy para una futura candidatur­a. Lo ocurrido no solo sepultó su carrera sino que vuelve a ensuciar a un partido sometido a una inagotable cadena de escándalos (Ver aparte).

De hecho, una de las tantas bromas del día calificó de poco menos que irrisorio que, con todo lo que el partido tiene a cuestas, Cifuentes haya caído “por dos cremas que no cuestan más de 40 euros”, unos 1100 pesos.

“Ha hecho lo que tenía que hacer”, sostuvo parco, como suele serlo, el presidente Rajoy. Con eso, intentó dar por zanjado un escándalo que no parece fácil de cerrar.

La oposición del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y de la izquierda más radical de Podemos aspira ahora a desplazar al PP de la poderosa región de Madrid. Pero sin el respaldo de los liberales de Ciudadanos es difícil que lo consigan.

El caldo de cultivo venía macerando hace un mes. Cifuentes estaba ya en la mira por otro escándalo que no solo la salpicó personalme­nte y a su partido sino que, además, puso bajo sospecha al sistema de universida­d pública en España.

Es el caso del “mastergate”, tal como se llama la sospecha ,bastante fundada, de que la renunciant­e presidenta habría logrado un título de posgrado en la Universida­d Rey Juan Carlos (URCJ) sin haber cursado las materias del caso ni haber presentado y defendido un trabajo final de tesis.

La universida­d reconoció ya que las firmas de un supuesto certificad­o de graduación son falsas y la Justicia abrió una investigac­ión.

“Renuncio a ese máster”, dijo días atrás, en un fallido intento por cerrar el escándalo. Se aferró al cargo con uñas y dientes, pero, hasta dentro de su propio partido, crecía el malestar y la inquietud por el desgaste que eso causaba.

“Me veo obligada a dimitir tras haber sido sometida a una campaña de acoso y derribo”, dijo finalmente ayer, al anunciar su dimisión y alimentar, al mismo tiempo, la sospecha de que la difusión del video que la empujó fue, tal vez, una maniobra de sectores internos del partido.

Es que el video del tiro de gracia es de 2011. Alguien lo almacenó durante siete años para difundirlo apenas cuatro horas antes de que el presidente Rajoy se viera expuesto públicamen­te en una comparecen­cia ante el Congreso. “Se han pasado muchas líneas rojas en mi contra”, insistió la dirigente.

Todo fue como un minué de inusitada velocidad para los tiempos del PP. A las 9 se conoció el video, a las 11 Cifuentes reunió a su gabinete, a las 11.45 renunció y a las 12 apareció Rajoy en el Congreso de los Diputados, fresco como una lechuga, para bendecir la decisión y dar vuelta la página.

Medios locales aseguran que el presidente le soltó la mano apenas horas antes y que apeló a una de sus ministros, Dolores de Cospedal, para que llevara el mensaje.

Cospedal es amiga personal de Cifuentes. Se la vio entrar en la sede del gobierno madrileño casi al mismo tiempo en que se desencaden­aba la relojería que marcó sus horas finales. No tenía ya de dónde aferrarse.

“Creo que es lo mejor para todos, creo que el mal mayor sería la izquierda radical gobernando”, agregó la renunciant­e. Su dimisión hizo que Ciudadanos revisara su postura inicial de desplazar al PP del gobierno, en alianza con los partidos de izquierda.

A todo esto, ¿qué explicació­n hay para lo ocurrido con las cremas en el supermerca­do? La propia Cifuentes reconoció el incidente del robo, pero lo atribuyó a un “malentendi­do”.

Hija de un general, nacida en Madrid como séptima de ocho hermanos, Cifuentes fue una figura rutilante dentro del partido, en el que daba una imagen renovadora. Con estilo moderno, tatuajes, coleta rubia y un aire desafiante, se desmarcó de sus pares conservado­res en temas como el aborto o el matrimonio homosexual. Agnóstica y republican­a, era considerad­a una suerte de “alma libre” dentro de una organizaci­ón tradiciona­l. Pero, al final terminó cayendo por corrupción, el mismo gen que salpica a tantos de sus colegas de fila.

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Captura de video Cifuentes, en el momento en el que vacía su cartera ante un guardia de seguridad

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