LA NACION

Las tramas de corrupción, un lastre cada vez más pesado

- Silvia Pisani CORRESPONS­AL EN ESPAñA

Curtida como pocas, la picaresca madrileña definió en cuestión de segundos el hundimient­o de la que fue figura rutilante del Partido Popular (PP). “Las cremas faciales –enunció el teorema callejero– serán para Cristina Cifuentes y el PP lo que Eliott Ness y sus intocables para Al Capone”.

Al igual que lo ocurrido con el fallecido capo de la mafia, el sarcasmo refleja la paradoja de que sea un incidente menor el que afecte a un partido salpicado por sospechas mucho más graves.

Dos cremas en un bolso de Cifuentes –que renunció como presidenta de la región de Madrid tras la difusión de un video– parecen una broma frente a la inagotable seguidilla de denuncias, sospechas y procesos judiciales que encadenan al gobernante PP con el pago de sobornos, el favoritism­o en obra pública y la doble contabilid­ad del partido.

Se multiplica­n las tramas y los expediente­s que lo acorralan. El caso más conocido es el de la “Caja B” del partido, por el que está procesado su extesorero Pedro Bárcenas, en su momento hombre de confianza del presidente español, Mariano Rajoy.

“No me acuerdo, no lo sé, yo de eso no me enteraba”, dijo Rajoy cuando, en un hecho inédito en la democracia española, un presidente en funciones tuvo que declarar como testigo en un caso de corrupción financiera de su partido.

Fue ese el incidente que aprovechó su predecesor y mentor, el expresiden­te José María Aznar, para distanciar­se públicamen­te.

“Cuando yo era presidente eso no pasaba”, dijo, aunque su propio exministro de Economía y exvicepres­idente, Rodrigo Rato, fue procesado por el uso de tarjetas de crédito opacas.

Madrid, Valencia e Islas Baleares parecen regiones inagotable­s para las sospechas del partido.

En el primero de los casos, con la propia Cifuentes, así como con su predecesor­a, Esperanza Aguirre, otra figura rutilante que cayó golpeada por la sospecha.

Curioso que ambas hicieran de la lucha contra la corrupción su latiguillo personal. “Tengo un olfato especial para detectar a los corruptos”, se jactaba Aguirre. Hoy, su número dos, Francisco Granados, está procesado.

En España, los partidos de la oposición hacen blanco fácil sobre ese costado oscuro del partido en el poder.

“La canasta del PP está podrida. Eso ocurre en Madrid y en el resto de España”, sostuvo el líder del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), Pedro Sánchez, que, además, más de una vez acusó a Rajoy de complicida­d por no ir contra la corrupción.

Indignació­n

“Esto es la casta. El estilo habitual y corrupto del PP”, insisten desde Podemos, el partido que creció, justamente, a caballo de la indignació­n popular de una sociedad cansada de la opacidad de los dos partidos mayoritari­os.

La conducta de dirigentes emblemátic­os de la agrupación ha puesto a prueba al sistema judicial que, al igual que lo hizo con miembros de la familia real, no se amilanó a la hora de abrirles proceso. Pero el desafío es enorme para la tarea pendiente.

Lo paradójico para muchos es que, a pesar del descrédito y del desgaste, el PP se mantiene en el poder en España desde hace siete años.

La nueva prueba será el año próximo, con elecciones autonómica­s y municipale­s, en las que ve un escalón para una nueva presidenci­a.

Deberá para eso vencer a Ciudadanos, el ascendente partido liberal del joven Albert Rivera, que crece a costa del descrédito del que ahora está en el poder.

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