LA NACION

esta versión de manu no admite despedidas

- Diego Morini

OAKLAND.– Si cuando toma un triple y lo acierta se le sale el alma para celebrarlo y de la misma manera se enoja al fallarlo, algo todavía late con fuerza. Si se molesta muchísimo porque toma una mala determinac­ión en el cierre de un partido, como sucedió anteanoche ante Golden State con un pase lejos del alcance de LaMarcus Aldridge, quiere decir que no le da lo mismo este asunto. Si fue el último partido de Emanuel Ginóbili es imposible determinar­lo, aunque quedó claro que este desenlace de temporada no lució como una despedida. Se tomará un tiempo para comunicar su determinac­ión, hablará con su familia, pero sabe íntimament­e que puede competir. Y no es un detalle menor para él no sufrir al día siguiente de un partido. Así, pensar en otra aventura a los 41 no sería una locura. Pero se juegan muchas otras cosas. Y claro, si se acabó, desde hace rato todo está pagado. Es diferente este Ginóbili al de otros años. Siente más y calcula un poco menos. Y allí está el único punto para el final. El día de día con la familia juega su papel: ir a buscar a la escuela a Luca o los fines de semana ver jugar al básquetbol a Dante y a Nicola ocupan su cabeza... Más allá de la decisión, esta versión de Manu no admite despedidas. A los casi 41 es un animal competitiv­o y eso borra cualquier fecha de vencimient­o.

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