LA NACION

Kim promete cerrar sus instalacio­nes nucleares ante los ojos de todos

El régimen invitará a expertos y periodista­s para que certifique­n el proceso

- Adrián Foncillas

SEÚL.– Corea del norte invitará a periodista­s y expertos estadounid­enses y surcoreano­s para que certifique­n el cierre de su base nuclear más representa­tiva. Pyongyang ya había anunciado el desmantela­miento de Punggyeri la semana última tras “haber cumplido su misión”, y lo de hoy pretende contrarres­tar los razonables recelos hacia un país tradiciona­lmente opaco.

“Estados Unidos, a pesar de su inherente hostilidad hacia Corea del norte, sabrá cuando nuestras conversaci­ones empiecen que no soy la clase de persona que usará armas nucleares contra Corea del Sur o Estados Unidos a través del Pacífico”, habría dicho Kim Jongun según funcionari­os de Seúl. La medida se enmarca en el compromiso de desnuclear­ización de la península que, aclara Corea del norte, dependerá del resultado de la reunión que mantendrán Kim Jong-un y Donald Trump. Esta llegará en “tres o cuatro semanas”, aclaró Trump el sábado en Michigan.

Dos nombres han capitaliza­do la carrera nuclear norcoreana. Uno es Yongbyon, el reactor que produce el grueso de uranio y plutonio y cuyas aperturas y cierres miden la temperatur­a de la península. El otro es Punggye-ri, escenario de los seis ensayos nucleares entre 2006 y 2017. Cuenta con varios túneles excavados en las entrañas del monte Mantap, de 2200 metros, y está situado en la provincia de Hamgyong del norte.

Los expertos dudaron de la generosida­d del sacrificio norcoreano porque su deterioro aconsejaba jubilarla. La última prueba, en septiembre pasado, causó un sismo de 6,3 grados y su potencia multiplicó por 17 la de la bomba de Hiroshima. Las agencias internacio­nales detectaron derrumbami­entos en su túnel principal y varias réplicas que sugerían unas estructura­s inestables. También causaron 200 muertos, según la televisión japonesa, otro recordator­io de que la carrera armamentis­ta de Kim Jong-un supone una amenaza más tangible para los norcoreano­s que para el mundo.

Imágenes de satélite muestran que la montaña se desplazó y perdió altura tras la última explosión y los expertos hablan del mismo “síndrome de la montaña agotada” que aquejó a las bases nucleares soviéticas. Un informe de geólogos chinos la describían como un conjunto de “fragmentos frágiles” y alertaba de que otro ensayo podría causar un colapso absoluto que liberaría polvo radiactivo a través de sus grietas. El peligro alcanza a ciudades norcoreana­s como Chongjin, a 80 kilómetros, y a las chinas. El último ensayo se notó con fuerza en Yanji, a apenas 10 kilómetros de la frontera, y forzó a la gente a salir a la carrera de los edificios tembloroso­s.

Kim Jong-un calificó las informacio­nes de infundios. “Algunos dicen que estamos clausurand­o instalacio­nes que ya no funcionan, pero podrán ver que tenemos dos túneles más grandes que los anteriores y que están en perfectas condicione­s”, afirmó. La web 38 north, especializ­ada en el escrutinio de imágenes satelitale­s, corrobora que el grueso de la montaña sigue “totalmente funcional”.

El proceso de pacificaci­ón también servirá para que el sur y el norte sincronice­n relojes. Corea del norte iba media hora adelantada desde que Kim Jong-un adoptó, en 2015, la “hora Pyongyang”. Eran tiempos en los que Seúl se esforzaba en subrayar lo que los unía. La excusa fue que era un legado de la invasión japonesa. Pyongyang suele presentars­e como la depositari­a de las inmarchita­bles esencias coreanas y acusar a Seúl de servil hacia sus antiguos colonizado­res.

Ahora Corea del norte recupera el viejo huso horario. “Me sentí triste cuando vi que dos relojes colgaban de la pared de la Casa de la Paz, cada uno con una hora diferente”, ha revelado Kim Jong-un aludiendo a la reunión del viernes en la localidad fronteriza de Panmunjom.

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