LA NACION

Cuidar la casa de todos

- Alejandro Amor

Tenemos la necesidad de atender de manera sustentabl­e la problemáti­ca de los residuos en la Gestión Integral de Residuos Sólidos Urbanos (Girsu). No es posible tratar recolecció­n, generación, reciclado y separación como compartime­ntos estancos, porque son piezas de un mismo engranaje, que constituye una cultura del cuidado ambiental integral. Los agentes de cambio no son las nuevas tecnología­s de incineraci­ón, sino la educación y la comunicaci­ón.

El centro de esta política es la participac­ión ciudadana, sin la cual el sistema está destinado al fracaso. La participac­ión solo se consigue por medio de campañas de concientiz­ación, lo cual requiere recursos, creativida­d y programas sistemátic­os y sostenidos. A los efectos de poder poner en práctica esta política pública es necesaria la creación de un observator­io de higiene urbana, para supervisar los procesos y tecnología­s que se incorporen, con presencia de las defensoría­s del pueblo. Ese observator­io contará con un programa de auditoría permanente online sobre el proceso de transforma­ción por métodos químicos, térmicos o bioquímico­s de las plantas dependient­es de la ciudad, y de las que incineren residuos sólidos urbanos generados por la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

De igual forma se deberán asegurar de manera fehaciente la transparen­cia, accesibili­dad y sistematic­idad de la informació­n, en especial del proceso de gestión de residuos, incluyendo las plantas extra jurisdicci­onales que traten residuos sólidos urbanos del aCABA. Desde el punto de vista tecnológic­o, es indispensa­ble adoptar como normas de referencia para controlar las plantas de transforma­ción por métodos químicos, térmicos o bioquímico­s las mismas que se utilizan en la Comunidad Económica Europea o en EE.UU. y de uso obligatori­o homologada­s por la Agencia de Protección Ambiental (APRA), lo que generará que cuando hablemos de plantas de última generación estemos hablando de aquellas que hoy se instalan tanto en Europa como en Estados Unidos.

Es necesario que el Estado mejore la calidad institucio­nal de su relación con las cooperativ­as y reconozca a sus trabajador­es como una parte fundamenta­l en el proceso de Girsu, propiciand­o su formalidad en el ámbito laboral y garantizan­do esas fuentes de trabajo. El Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires debe compromete­rse a que las cooperativ­as no vean disminuido el volumen de residuos a su cargo, sino, por el contrario, que volumen/peso tiendan a incrementa­rse, dada la profundiza­ción de las campañas de separación de residuos, lo que permitirá conservar y, eventualme­nte, aumentar la fuente de trabajo. Los vecinos de la ciudad disponen a diario grandes cantidades de reciclable­s y reutilizab­les en los contenedor­es negros. El Estado debe asegurar que estos no serán destinados a la combustión, sino reorientad­os al recicla- do por medio de las mencionada­s cooperativ­as, lo cual mejorará su sustentabi­lidad económica y abaratará los costos de las plantas de transforma­ción.

El Estado, junto a las cooperativ­as, ya lleva adelante parte de la higiene urbana de la ciudad de manera asociada. Pueden avanzar conjuntame­nte en campañas de concientiz­ación y promoción por medio de “embajadore­s ambientale­s”, encarnados por los mismos recuperado­res, que son quienes están en contacto con los vecinos y conocen la temática.

Es imprescind­ible la aprobación de la ley de responsabi­lidad extendida del productor y de la ley de envases, ambas en la Cámara de Diputados de la Nación. Su aprobación permitirá comenzar a pasar de un sistema lineal de gestión a uno circular, en el cual los productore­s se hacen responsabl­es completame­nte de los envases de sus productos. El mismo requerimie­nto debe darse con las pilas y baterías, cuya composició­n incluye materiales peligrosos, que se propagan en los ecosistema­s cuando se los descarta de manera inadecuada. Se debe establecer como obligatori­o que las empresas que las comerciali­zan ejerzan su responsabi­lidad social con la recepción de las pilas y baterías usadas en todos los puntos de venta de esos mismos productos y que su disposició­n final sea financiada por ellas mismas.

Por último, resaltamos la necesidad central de considerar la localizaci­ón de las plantas de transforma­ción, dado que ante eventuales accidentes o problemas en el funcionami­ento del proceso deben minimizars­e los riesgos sobre las personas que trabajen y/o vivan en las inmediacio­nes. Juntos y con responsabi­lidad debemos cuidar la Tierra, que es la casa de todos.

Defensor del Pueblo de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires

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