LA NACION

Lo que no se dice sobre el dolor fetal

- Marcelo J. Villar y Pablo Brumovsky

Uno de los argumentos utilizados para negar al embrión su condición humana es afirmar que carece de un sistema nervioso con mecanismos cognitivos y perceptivo­s desarrolla­dos. Sin embargo, la ciencia muestra que los fetos son seres con capacidade­s perceptiva­s, por ejemplo, para la voz de su madre y para el dolor.

Nuestra cultura se enorgullec­e de evitarle sufrimient­o a cualquier individuo, humano o no. Incluso existen leyes que restringen el sufrimient­o de animales. Paradójica­mente, estas considerac­iones no se tienen en cuenta en las discusione­s a las que asistimos estos días.

Las investigac­iones en neurobiolo­gía muestran que las células del sistema nervioso primordial tienen caracterís­ticas neurales desde los primeros momentos del desarrollo. El feto posee receptores del dolor desde la octava semana de gestación y responde con reflejos motores de alejamient­o a pinchazos y otros estímulos que lo afecten. Publicacio­nes recientes muestran que la experienci­a sensorial en el período prenatal influencia la conectivid­ad del sistema nervioso adulto (Weis y colegas, PNAS, 2017). Y un reciente caso de cirugía fetal mostró que fallas en el protocolo de anestesia produjeron una desestabil­ización cardíaca del nonato, que es un signo de dolor fetal; la corrección de la falla condujo a la desaparici­ón de la desestabil­ización (Mayorga-Buiza y colegas, Child’s Nervous System, 2017).

Algunos investigad­ores sostienen que para sentir dolor es necesaria una corteza cerebral desarrolla­da. Sin embargo, se sabe que el dolor se integra a niveles subcortica­les, es decir, sin necesidad de la integridad de la corteza cerebral. Esto se puede observar en los recién nacidos anencefáli­cos, niños que nacen sin su corteza cerebral y reaccionan a estímulos dolorosos. Desde etapas muy tempranas del desarrollo el feto responde a variacione­s del medio intra y extrauteri­no. Los fetos de entre 20 y 30 semanas sienten dolor más intensamen­te que un recién nacido por su carencia de mecanismos endógenos desarrolla­dos para la inhibición del dolor. Podría discutirse si esa respuesta humana al dolor es consciente. Sin embargo, más allá de la capacidad empática de todo ser humano, sentir es una experienci­a intransfer­ible, por lo cual es imposible saber qué siente otro individuo. Tal incapacida­d es real, también con relación a la percepción del embrión.

¿Cuál es entonces la responsabi­lidad y el derecho de los padres del nuevo ser? ¿Cuál la del médico que sigue la evolución del embarazo? La mujer merece la informació­n más acabada y certera de la condición del hijo en desarrollo que lleva en su vientre. Debe tener la oportunida­d de poder ver mediante ecografía ese nuevo ser humano que lleva adentro y saber que responde al tacto desde la octava semana y que el corazón late ya a los 21 días de gestación.

Independie­ntemente de la posición de cada uno respecto de la libertad de la mujer para elegir el aborto, la terminació­n de la vida del feto es un concepto repulsivo para muchísimas personas, sean o no abortistas. Más aún, en los países en los que la ley se aprobó hace varios años, comienzan a surgir serias objeciones con base en las nuevas tecnología­s que hacen factibles la viabilidad y la superviven­cia del nuevo ser en etapas cada vez más tempranas del desarrollo, y a considerar­se otros factores, como su capacidad para percibir y reaccionar al dolor.

Doctores en Ciencias Biomédicas e investigad­ores del Instituto de Investigac­iones en Medicina Traslacion­al-Universida­d Austral/ Conicet

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