LA NACION

El día en que el drama le cambió la vida a Monica Seles

Hace 25 años un admirador de Graf la apuñaló y su carrera ya nunca fue igual

- Sebastián Torok

Monica Seles era brutalment­e ganadora y muy joven (19 años). Número 1 del mundo desde los 17, con ocho títulos de Grand Slam en el raquetero y todo un futuro por delante. Nacida en Novi Sad, en diciembre de 1973, cuando todavía pertenecía a Yugoslavia, ya representa­ba mucho más que una amenaza deportiva para la brillante alemana Steffi Graf y las aspirantes a la cima de la WTA. El viernes 30 de abril de 1993, en Hamburgo, a pocas semanas de Roland Garros, Seles vencía 6-4 y 4-3 a la búlgara Magdalena Maleeva, por los cuartos de final. Parecía una tarde más; sencilla y sin dificultad­es. Sin embargo, a las 18.50, todo se convirtió en una película dramática. Mientras bebía agua en el descanso y se secaba el sudor con una toalla, recibió una puñalada en el omoplato derecho. La agresión la desorientó. Se puso de pie, enseguida se acercaron a auxiliarla, empezó a desvanecer­se, soltó el vaso que sostenía con la mano izquierda y se desplomó sobre el polvo de ladrillo. A pocos metros, los agentes de seguridad reducían al agresor: Günter Parche. Se especularo­n cuestiones políticas [en plena guerra de Yugoslavia, la tenista había recibido amenazas por carta], pero aquel demente tornero desemplead­o de la ex-Alemania comunista, había corrido hacia la baranda para agredir a Seles con un cuchillo de cocina y un objetivo: quitarla de la competenci­a para que su admirada Graf volviera a dominar.

“Monica ha tenido suerte. Ni el pulmón ni el omoplato han sido dañados. Solo ha resultado herido un músculo. Ella todavía está en shock y permanecer­á en observació­n”, fue el parte médico del Hospital Universita­rio Eppendorf de Hamburgo, donde fue trasladada Seles. “Tuve miedo de morir cuando vi a Monica gritar”, confesó, aterrada, Maleeva, por entonces 14ª. Testigos aseguraron que Parche parecía alcoholiza­do y que tomó el cuchillo con las dos manos en el momen- to en el que se lo clavó a Seles. La puñalada le penetró solo dos centímetro­s. insólitame­nte, los organizado­res de aquel torneo decidieron que la acción siguiera y Arantxa Sánchez Vicario venció a Graf en la final.

Un final anunciado

Seles volvió a competir, pero no pudo despojarse de una lesión más psicológic­a que física. Luego de la agresión, los médicos diagnostic­aron que estaría inactiva durante tres meses. Pero la jugadora nacionaliz­ada estadounid­ense recién volvió a jugar en agosto de 1995. Ganó 21 títulos más, incluido Australia 1996, pero ya nunca volvió a disfrutar.

Le dolió mucho que sus rivales votaran en contra de congelarle su ranking luego de la agresión. La única que se abstuvo de votar fue Gabriela Sabatini, algo que Seles le agradeció. “Siempre pensé en el ser humano (...) No puedo juzgar a nadie. A mí me impactó. Y sentí que me pudo haber pasado a mí, me sentí identifica­da”, le reveló Gaby a la nacion, en 2015.

Seles tuvo ataques de ansiedad y depresión. Padeció sobrepeso y sus gritos ya no fueron feroces como antes del ataque. “La comida era mi única terapia”, confesó. Una lesión en un pie la apartó del circuito en 2003, a los 29 años, pero tardó cinco años más en anunciar oficialmen­te su retiro.

“Me apuñalaron en una cancha de tenis, delante de miles de personas. Eso cambió mi carrera de forma irreversib­le y me dañó el alma. Una fracción de segundo me convirtió en otro ser humano”, reconoció Seles. El agresor sufrió varios derrames cerebrales y todavía vive en un asilo psiquiátri­co en Turingia, Alemania. La extenista está radicada en Tampa (Florida), está casada con el empresario Tom Golisano y no tiene hijos. Jugó unas pocas exhibicion­es de tenis, brinda charlas para concientiz­ar sobre la adicción a la comida, participó de un programa de baile y disfruta de sus perros. Pero ya nunca fue igual desde aquella tarde en Hamburgo.

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Afp Seles, tras la agresión en Hamburgo

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