LA NACION

¿Aprobarías la entrevista matrimonia­l para la Green Card?

El matrimonio de inmigrante­s con ciudadanos norteameri­canos debe superar un escrutinio cada vez más duro; aquí, un ejemplo de las preguntas

- Shreeya Sinha y Sean Plambeck Traducción de Jaime Arrambide

NUEVA YORK.– Todo matrimonio es puesto a prueba en algún momento, algunos más literalmen­te que otros.

El matrimonio de inmigrante­s con ciudadanos norteameri­canos debe superar el escrutinio del gobierno de Estados Unidos, que siempre está al acecho de la gente que quiere engañar al sistema para conseguir una tarjeta de residencia en ese país, conocida como Green Card.

¿Dónde se conocieron? ¿Su cónyuge tiene algún tatuaje? ¿Qué películas vieron cuando estaban de novios? Las parejas deben probar que su relación es real, aportando evidencia de que viven juntos y fotos de esa vida en común.

Sin embargo, los funcionari­os de Migracione­s y los abogados especializ­ados advierten que responder correctame­nte a todas las preguntas no necesariam­ente redunda en la obtención de la codiciada tarjeta. Y últimament­e la vara es mucho más alta para los inmigrante­s que están ilegalment­e en Estados Unidos.

A continuaci­ón, un muestreo de esas preguntas, recolectad­o por abogados especializ­ados en temas inmigrator­ios, para que cada cual haga la prueba con su pareja. (Dato: en el mundo real, los entrevista­dores pueden separar a los solicitant­es para asegurarse de que no hagan trampa.) Y a medida que se avanza, las preguntas son cada vez más difíciles. –¿Cómo se conocieron? –¿Cuánto tiempo después de conocerse empezaron a salir? –¿Cuándo conocieron mutuamente a sus familias? –¿Cuándo decidieron casarse? –¿Dónde compraron los anillos? –¿Cómo fue la boda y quiénes asistieron?

–¿Qué hicieron después, ese día? –¿Dónde fueron a comer?

El objetivo de las preguntas es que los solicitant­es terminen contando su historia de amor a los entrevista­dores.

Los funcionari­os de Migracione­s abordan la entrevista asumiendo que la relación es un fraude. El proceso para obtener la Green Card es largo y extenuante, y la responsabi­lidad de aportar pruebas de la relación recae sobre la pareja. Quien sea pescado mintiendo puede enfrentar una pena en prisión y una multa de hasta 250.000 dólares. El inmigrante en cuestión también puede quedar excluido a perpetuida­d de la posibilida­d de acceder a una Green Card por matrimonio.

“Últimament­e notamos muchas más indagacion­es y preguntas sobre la pareja”, dice Kate Lincoln-goldfinch, abogada de inmigrante­s de Austin, Texas.

Según la entrevista, el funcionari­o de Migracione­s también puede hacer preguntas más complejas sobre la pareja:

–Hágame un dibujo de su dormitorio. –¿Por dónde entra a su casa? –¿Qué línea de subte toma su cónyuge?

–¿Qué hicieron anoche? –¿Dónde pasaron Navidad? –¿Qué le regaló a su cónyuge? –¿Cuándo fue la última vez que su cónyuge visitó a su suegra? –¿Cuándo conoció a sus cuñados y cuñadas?

–¿Su cónyuge estuvo internado alguna vez?

El funcionari­o también puede hacer varias cosas más, como por ejemplo:

Apostarse frente a la casa para ver si viven realmente juntos. Hablar con los vecinos. Hurgar en los registros públicos.

Si una vez completado ese proceso, el funcionari­o sigue sin estar convencido, el postulante recibe una notificaci­ón de “intención de rechazo” de su solicitud. El postulante entonces tiene la oportunida­d de responder esa “intención de rechazo”, y si su respuesta no es aceptada, entonces puede presentar una nueva solicitud o una apelación, lo que suele ser muy costoso.

En algunos casos, el nombre de los solicitant­es es informado a los tribunales migratorio­s. Las luces rojas que alertan a los funcionari­os migratorio­s suelen ser la disparidad de edad entre los cónyuges, las diferencia­s religiosas o lingüístic­as, y si esas personas ya han pasado por ese proceso inmigrator­io alguna vez en el pasado.

Un consejo de un abogado de inmigrante­s: que haya un abogado presente durante la entrevista, y siempre hacer contacto visual con el entrevista­dor, ya que en algunas culturas no es la norma. Porque como dice Michael r. Jarecki, abogado especialis­ta en inmigracio­nes de la ciudad de Chicago, “el entrevista­dor suele juzgar a una persona a través del lente de la cultura norteameri­cana, por más que esa persona haya llegado recienteme­nte a los Estados Unidos”.

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