“¿Pagar por usar un Facebook sin avisos? Parece que más bien tendría que ser al revés”
Mark Zuckerberg sugirió, cuando se presentó ante el Senado de Estados Unidos, que quizá podría haber en el futuro una versión paga de Facebook, sin avisos.
Lo de los avisos lo dijo sin ambages, porque el modelo de negocios de muchos de estos servicios web es como el de la TV abierta, pero más eficiente para el avisador y para el espectador. Ya he dicho esto, pero lo reitero: una versión paga de Facebook solo garantizaría la ausencia de avisos, pero la lógica misma de la red social (los seis grados de separación) demanda que Facebook sepa, cuando menos, quiénes son los amigos de nuestros amigos. No es poco.
La solución no es una versión paga de Facebook. Tal cosa tiene sentido, por ejemplo, con los diarios y otros productores de contenidos de alto valor agregado. Pero en el caso de Facebook (y sus negocios asociados, como Instagram) y Twitter, los redactores, los fotógrafos, los cronistas y los columnistas de opinión somos nosotros, los suscriptores.
Es cierto que si estas redes mañana detuvieran sus rotativas virtuales, no tendríamos dónde publicar todo eso que nos gusta publicar. Pero es igualmente cierto que si todos dejáramos de publicar, Facebook y Twitter desaparecerían instantáneamente del mapa.
Así que tal vez la solución no sea que algunos usuarios paguen por usar Facebook sin avisos, sino que Facebook comparta sus ganancias con sus usuarios. ¿Que Facebook les pague a sus usuarios? Ya sé, suena a locura, pero no es algo nuevo.
Es un poco lo que hace Google con Adsense. Pongo un sitio en la Web, lo suscribo a Adsense, Google inserta avisos y, de acuerdo con la audiencia que consiga, a fin de mes recibo un cheque. Está lejos de ser perfecto, porque de ninguna manera alcanza para que la producción de contenidos profesionales sea sustentable. Pero Google sabe que su supervivencia depende de darles visibilidad a sus avisos, y eso depende de una sola cosa: contenidos con alto valor agregado.
Así que no tenemos que pagar por Facebook para dejar de ver avisos. Primero, porque los avisos no son el problema. Nunca lo fueron, especialmente para las generaciones que nacieron con una Web omnipresente.
Segundo, porque el núcleo del Facebookgate tiene que ver con quiénes comparten las redes sociales nuestros datos. La cuestión es qué hacer si les venden mis datos a terceros. En ese proceso, mi información personal se convierte en dinero. Tiene sentido con el petróleo y otras materias primas. Al que vende un barril de crudo no le importa si lo van a convertir en nafta, plástico, parafina, brea o lubricantes. Y el que lo compra no tiene ningún interés en lo que hará el vendedor con los dólares que gana en la transacción.
Pero a los que entregamos nuestros datos personales sí nos interesa qué harán con ellos. Y debería importarle sobre todo a la clase política. Como me decía hace poco una persona que conoce de primera mano el funcionamiento de Google y Facebook, alcanzaría con apuntar a un grupo opositor la noticia (falsa) de que las elecciones han cambiado de fecha para sacar de quicio los resultados.
Hay razones económicas por las que equiparar nuestros datos con el petróleo es un error, pero las individuales y las institucionales son a mi juicio mucho más relevantes.
En tercer lugar, los contenidos. Lo que subimos a Facebook es una mescolanza de datos personales, piezas creadas por otros (la nota de un diario, una foto sacada de un blog) e información políticamente sensible (nuestras opiniones). Fuera del propio criterio para decidir qué subimos y qué no, el valor de Facebook depende exclusivamente de esta información. Vamos al sitio o abrimos la app para que nos obsequien los Me gusta, contar nuestras historias, compartir notas, fotos o videos y para enredarnos en debates más o menos bizantinos.
Así que pagar por hacer eso equivale a pagar por trabajar. Me dirán que vamos a Facebook porque nos gusta. Sí, es verdad, y a Los Beatles seguro les gustaba tocar música, y se hicieron inmensamente ricos. Me dirán también que no todos los contenidos tienen la misma calidad. Cierto también, pero en ningún momento propuse que los usuarios de Facebook cobren un salario ni mucho menos un salario idéntico. Pero el solo hecho de entrar en Facebook es una forma de decirle algo sobre nosotros.
Suena a locura, y es improbable que ocurra, dada la posición dominante de Facebook hoy. Pero pagar por usar la red social sin avisos me suena todavía más disparatado. De hecho, cualquiera de las dos alternativas no haría sino aumentar su poderío.
Somos los cronistas, fotógrafos y columnistas de esta poderosa red social