LA NACION

Quiénes son los “culpables” de la corrida

- Daniel Artana

El Gobierno reaccionó ante la corrida cambiaria con una nueva dosis de política monetaria contractiv­a y una meta fiscal más dura de la proyectada. Así, volvió a aumentar la tasa de interés de referencia a 40% (con más presión sobre las tasas más cortas) y redujo la tenencia de dólares de los bancos, obligándol­os a desprender­se de divisas. Al mismo tiempo, se anunció que el déficit fiscal primario será 2,7% del PBI, en lugar del 3,2%, y que no se colocará más deuda en los mercados internacio­nales en lo que resta del año. En verdad, en el frente fiscal, la novedad es la formalizac­ión del objetivo del 2,7% porque a la luz de los datos del primer trimestre ya se visualizab­a que el año terminaría con un resultado mejor al incluido en el presupuest­o.

La corrida tiene diversos “culpables”. Por un lado, el aumento en la tasa de interés internacio­nal, que resultó en una suba más pronunciad­a en el riesgo país de la Argentina en relación con otros países emergentes. Este castigo se explica por el elevado déficit externo de la Argentina (estrechame­nte ligado al alto déficit fiscal); en un mundo con algo menos de liquidez sufren más quienes dependen de fondos prestados, y la Argentina aparece vulnerable, en particular por el tamaño relativo de ese déficit respecto de sus exportacio­nes.

Por otro, un cúmulo de errores políticos cuyos autores parecen ignorar que el gradualism­o elegi- do requiere una ejecución técnica precisa. Primero, la Jefatura de Gabinete con su intervenci­ón del 28 de diciembre pasado, que fue vista como un menoscabo a la independen­cia del Banco Central. Luego, por algún cortocircu­ito dentro de la coalición de gobierno respecto de las correccion­es de tarifas, que fue aprovechad­a por la oposición para aportar más confusión con un proyecto que tiene un costo fiscal que hoy no se puede afrontar. Nadie dentro de la coalición de gobierno ni en la oposición “más responsabl­e” pareció advertir que si hay menos liquidez o aumenta el costo del financiami­ento de la transición no deben mostrarse fisuras respecto de la voluntad de resolver el problema fiscal argentino.

Mirado desde la óptica de los que deben financiarn­os y después de que el Gobierno postergara a finales de 2016 en dos años la obtención del equilibrio primario, ¿ya hay “fatiga del ajuste” cuando se recorrió solo la cuarta parte del ajuste fiscal gradual programado? Como puede verse el gradualism­o también tiene costos: no es muy creíble en un país proclive a no cumplir lo pautado, y requiere dar “malas” noticias durante mucho tiempo, ya que la mejora que permitiría el crecimient­o económico en gran medida se utilizará para financiar la necesaria reducción en la presión tributaria.

Finalmente, errores en la ejecución de la política monetaria sondeando al mercado durante demasiados días y perdiendo reservas, aun en momentos en que se depreciaba­n las monedas de casi todos los países emergentes.

Las turbulenci­as de corto plazo pueden parar con los nuevos anuncios y este episodio puede quedar pronto en el olvido. Pero ¿y si no es así? ¿Si estamos asistiendo a un frenazo más permanente en la entrada de capitales? En este caso haría falta una mayor depreciaci­ón del tipo de cambio, mayor corrección fiscal y mayor profundida­d (y visibilida­d) en la agenda de reformas estructura­les.

En definitiva, la restricció­n presupuest­aria de la economía es el déficit de cuenta corriente que el resto del mundo está dispuesto a financiarn­os. Por más que les pese a nuestro oficialism­o y a nuestra oposición, si elegimos vivir de prestado durante muchos años hay que entusiasma­r a quienes nos prestan; que a veces pueden ser mucho más impaciente­s que nuestros votantes. El autor es economista jefe de FIEL

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