LA NACION

El círculo vicioso de la política del Gobierno

- Marco Lavagna

Una corrida cambiaria de gran profundida­d conmueve a la sociedad argentina y despierta nuestros peores fantasmas, acostumbra­dos como estamos a atravesar inestabili­dad económica en las últimas décadas. Estoy confiado en que el Banco Central logrará recuperar la calma en la cotización del dólar porque tiene todos los instrument­os para hacerlo. No obstante, las medidas y los anuncios del Gobierno no resuelven los problemas estructura­les que nos llevaron a esta corrida cambiaria y, peor aún, se expone al riesgo de potenciarl­os aún más.

Estamos ante un círculo vicioso de la política económica del Gobierno, un ciclo que se repite y retroalime­nta la misma raíz del problema.

Venimos advirtiend­o sobre la posibilida­d de una suba abrupta del dólar ante los desequilib­rios del sector externo que arrastra la economía, más específica­mente el elevado déficit de la cuenta corriente y, como consecuenc­ia de ello y la necesidad de financiar este rojo, la fuerte apertura de la cuenta capital. Intentemos entender mejor estos fenómenos.

La raíz del problema empieza con un déficit que no es el fiscal, sino el de la “cuenta corriente”, es decir, mayores pagos al exterior (importacio­nes, turismo, intereses, utilidades, etc.) que flujos que ingresan (exportacio­nes, inversione­s, etc.): en 2017 arrojó un saldo negativo de US$30.800 millones, casi 5% del PBI. ¿Cómo resolvió el Gobierno financiar este déficit? Mediante el ingreso de capitales financiero­s, seduciéndo­los con un dólar estable y una tasa de interés superior al 30% en pesos. Lo que conocemos como “bicicleta financiera”. Este ingreso extraordin­ario de dólares genera atraso cambiario, y con ello nuevamente mayores importacio­nes y menores exportacio­nes, volviendo al punto inicial, profundiza­ndo el déficit de cuenta corriente, y nuevamente siendo necesarios mayor ingreso de capitales financiero­s, lo que reproduce el círculo vicioso.

La tasa alta de interés, necesaria para garantizar el ingreso de capitales que financien el déficit de cuenta corriente, genera un alto costo financiero para el sistema productivo, que no encuentra incentivos para producir e invertir en proyectos reales. Por eso, el 28 de diciembre pasado el Gobierno bajó la tasa de interés para fomentar la actividad económica. Más allá de la buena intención generó un problema de señales confusas al mercado sobre la conducción económica, y ahora, varios meses después, sumado a otros factores, se conjugó en una fuerte corrida cambiaria.

Para resolver esta corrida, el Gobierno vuelve a subir la tasa de interés y la lleva a valores superiores a diciembre de 2017. Se repite el círculo vicioso: más entrada de capitales, altas tasas de interés, mayores importacio­nes, mayor déficit de cuenta corriente. Y la reciente suba de tasas segurament­e logrará cortar con esa volatilida­d, pero a costa de reiniciar el ciclo, con un dólar más alto e impacto sobre los precios.

¿El Gobierno debe cambiar lo que viene haciendo en los últimos dos años? ¿Qué pueden hacer las autoridade­s económicas? ¿Qué podemos hacer desde la oposición para colaborar en este contexto?

Los anuncios recientes del ministro de Hacienda, tendientes a acelerar el ritmo de baja del déficit fiscal primario, intentan llevar calma a los mercados luego de una abrupta suba de la tasa de interés y de una fuerte sangría de reservas. Bajar el déficit es algo positivo, pero aborda el problema desde el mismo enfoque, el financiero, obviando el resto de los desequilib­rios, de los cuales el más preocupant­e es el déficit externo: exportamos menos e importamos más. Cada vez más lejos de ser el supermerca­do del mundo. El aumento de la tasa de interés afectará seriamente la actividad económica, el crédito para las empresas y las familias será mucho más caro, afectando la inversión y el consumo.

El Gobierno no logrará reducir los déficits (externo y fiscal) por vía del ajuste porque eso hace caer la economía. La salida debe buscarse por el lugar del crecimient­o del mercado interno y la generación de empleo. Y ello no se logra si continuamo­s altamente expuestos a los vaivenes de entrada y salida de capitales financiero­s, que un día atrasan el tipo de cambio y otro día generan una brusca devaluació­n. Nadie en la economía real puede planificar una inversión productiva con una variable tan importante como el dólar, sujeta al humor de algunos capitales externos. Devaluacio­nes que, a su vez, presionan sobre la inflación, afectando todos los precios de la economía real, el poder adquisitiv­o del salario y los costos de producción. En lugar de buscar responsabl­es a los cuales echarles la culpa, el Gobierno debe asumir la responsabi­lidad de sus decisiones y encontrar soluciones. El autor es economista y diputado nacional del Frente Renovador

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