LA NACION

Una receta que pega en el corazón de la política

- Diego Cabot

Tan remanido que casi no es noticia. La pausa en la obra pública en momentos donde la plata no alcanza es una receta tan vieja que ya no sorprende. La Argentina es un museo al aire libre de frenos, arranques y abandonos de proyectos de obra pública que se anunciaron, se licitaron, lograron arrancar y de pronto, pausa. Cualquier rincón del país puede mostrar con sus construcci­ones a medio hacer cómo la impronta constructo­ra fue interrumpi­da por urgencias de los gobiernos.

El ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, anunció ayer que se recortarán 30.000 millones de pesos de inversión en obra pública. El monto no es menor.

Los datos presupuest­arios muestran la desacelera­ción de la inversión estatal. Según un informe de la Asociación Argentina de Presupuest­o, el año pasado la inversión real directa estatal llegó a $59.141 millones, además de $121.000 millones en el rubro transferen­cias de capital. Ambos estuvieron por encima del año anterior, en un 36,9% y un 10,1%, respectiva­mente. El recorte pegará justamente ahí, en la inversión real directa.

Pero incluso antes del reciente anuncio, la chequera se nota este año menos aceitada que en 2017. Los malpensado­s que miran series largas podrán pensar que se trata de la típica oscilación de los años pares, casualment­e, los que no tienen elecciones. Habladuría­s.

En el primer bimestre, la inversión real directa bajó un 19,1% y las transferen­cias de capital se redujeron un 8,8%, muy por debajo de la inversión. Esos números irán aún más abajo. La apuesta ahora es el sistema participac­ión público privada.

En estas idas y vueltas en los humores presupuest­arios, el impacto se aprecia en el nivel de infraestru­ctura. Según un indicador general de infraestru­ctura que elabora el World Economic Forum (WEF) que califica de uno a siete, el promedio de economías avanzadas tiene un rango superior en el índice. La región se mantiene desde 2006 en el rango de 3. La Argentina está en el puesto 87 en materia de infraestru­ctura entre los 140 países que releva el organismo. Solo para comparar, en ese rubro Chile se ubica 45; Brasil,

74; Uruguay, 52; México, 52; Perú,

89; y Colombia, 84.

Frenar la obra pública tendrá, claramente, efectos en la economía real, además de los que creará en el campo de la política.

Solo para ilustrar. Cuando el país toma un crédito internacio­nal de

1000 millones de dólares para construir, el 40% regresa al Estado por impuestos, según cálculos aproximado­s. Contratist­as y proveedore­s pagan impuestos, cargas sociales, aportes, tasas o sellados. Hay trabajador­es que cobran, consumen y, obviamente, tributan por eso. El efecto para la economía es enorme, más aún si se da en lugares alejados que suelen tener una aceleració­n de la actividad cuando se localiza un proyecto importante.

En la Cámara de la Construcci­ón siempre detallan un número del efecto multiplica­dor del sector. Dicen que es 2,14 veces lo invertido. De ser así, mejor no hacer la cuenta de lo que significa el recorte de 30.000 millones de pesos.

Pero, más allá de la economía, la política también padecerá el silencio de la pausa. El Gobierno hizo de la construcci­ón de infraestru­ctura uno de sus pilares a la hora de construir política. A los sectores de menores recursos, dominio histórico del peronismo, les llegó fuerte con aumento de gasto social y con infraestru­ctura básica como agua corriente y cloacas A los sectores medios, con rutas e infraestru­ctura urbana. A las empresas, con la mejora de las instalacio­nes que favorece la logística, la distribuci­ón y permite bajar costos y ser más competitiv­o.

Se ilusionaba­n con terminar muchas obras para el año impar, el de las elecciones presidenci­ales. Quizá alcance con que el obrador esté humeantant­e y en plena actividad. O puede que pase relativame­nte inadvertid­o para muchos si se hace una buena selección de proyectos a la hora de acelerar o frenar. Pero lo cierto es que la Argentina conoce y mucho de esta receta que le pega directo y fuerte justamente a un sector que necesita largo plazo y flujo continuo como para que los obradores tengan algo más de movimiento que un empleado de vigilancia y un candado cerrado.

La Argentina está 87° en materia de infraestru­ctura entre 140 países

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