Ezra Furman, la promesa del rock (posgrunge), canta y escribe
Música. Acaba de editarse Transangelic Exodus, su último disco, que coincidió con la publicación de un libro sobre Lou Reed; es el artista más inclasificable de su generación
Parece que por fin, después de dos discos con su banda The Harpoons y tres en formato solista, Ezra Furman alcanzó lo que tanto estaba buscando. Desde la sala de control del estudio donde grabó sus últimos trabajos, en su Chicago natal, se anima a decir que su último trabajo, Transangelic Exodus, “quizá sea el mejor de todos los que hizo” pero enseguida se corrige: “¿Quién soy yo para decirlo? No soy la audiencia”. Tras un par de segundos de silencio, vuelve a tomar coraje: “OK, definitivamente es el más original de todos los discos que hice y no me recuerda a ningún otro que haya escuchado, lo cual me hace sentir muy bien”.
Antes de cotejar sus discos, una buena manera de meterse en la propuesta de Furman es entrar a Youtube, escribir su nombre en el buscador y sumar la palabra “live”. En vivo, así hay que sumergirse en el mundo de este joven que antes de subirse al escenario se maquilla, se pone su mejor vestido y un collar de perlas a tono. Aunque toque al mediodía en el festival Coachella o a la noche en un club underground de la ciudad de Bristol, en Inglaterra.
El principal valor de este músico de 31 años es que todo ese makeup tiene su correlato en la obra, y ahí es cuando se hace cada vez más fuerte el concepto y la importancia de su flamante disco. Transangelic Exodus son dos palabras que seguro no escuchás demasiado –comienza a explicar Furman–. Particularmente ‘transangelic’, que ni siquiera es una palabra. Encontré un solo lugar en todo Internet donde aparece esta idea, en un discurso de un predicador de los 80. Pero no la saqué de ahí. Creo que hay algo queer porque tiene ese ‘trans’ en la primera sílaba que es como un grito LGBT, y está sugiriendo la transición de alguien en un ángel. También está la palabra ‘exodus’, que es como un escape, el abandono de un lugar, y a su vez es religiosa porque remite al éxodo de la Biblia”.
El título del disco aparece por primera vez en el penúltimo tema, “Psalm 151” (“Salmo 151”), una canción desgarradora que habla de arpas, ángeles y corazones rotos. “Cuando releí esas dos palabras me di cuenta de que resumían todo lo que quería decir”, sintetiza Furman, que casualmente al mismo tiempo que estaba componiendo las canciones de Transangelic Exodus se puso a escribir un libro sobre el álbum
Transformer (1972) de Lou reed, que acaba de ser editado por la editorial Bloomsbury para la popular colección “33 1/3”.
“Un amigo me dijo que cualquiera podía enviar una idea a la editorial y decidí postularme –recuerda Furman–. Elegí Transformer porque estaba pensando en reed, en la fama y lo queer. Tenía todo eso dando vueltas en la cabeza. De alguna manera veo puntos similares entre mi carrera y mi vida con el Lou reed que hizo
Transformer”. Entonces, ¿Transformer influenció a Transangelic Exodus? “No creo, al menos no de manera consciente. Pero seguro que tienen mucho que ver entre sí. Los discos comparten esa sensación de paranoia, de ‘todo el mundo está en contra mío’. Creo que tienen mucho de eso, de nosotros contra el mundo”, explica.
Aunque no forme parte del género en su sentido más específico, Ezra Furman se ve a sí mismo como un artista punk. “Es la primera música que amé cuando era chico, la sigo escuchando todo el tiempo y suelo escribir canciones punk que no siempre ven la luz aunque, no lo sé, quizás algún día lo hagan”, se anima a imaginar. Para él, el punk es una gran influencia que está al nivel del impresionismo en las artes plásticas o del romanticismo en la literatura, y no sólo se trata de canciones rápidas y gritonas. “Siempre hubo grupos punk que se permitieron sonar de otra manera, como Talking Heads o las canciones más tranquilas y hermosas de The replacements”, ejemplifica.
Aunque admite que no le preocupa demasiado el futuro de su carrera, lo que le parece “aterrador” es el crecimiento de las corporaciones que manejan las plataformas digitales de consumo musical. “No estoy tratando de caer la idea de ‘te vendiste a una corporación, das asco’, la gente tiene que hacer lo que quiera –aclara–. Pero creo que deberíamos ser un poco más escépticos. Algunos solo escuchan aquella música que viene con un logo de Apple o de Spotify detrás. No digo que esté tratando de eliminar mi música de Spotify ni nada de eso… todavía, pero esas empresas no pagan lo suficiente. Si querés que el arte sobreviva tenés que ir a los shows, es la única manera. O si querés podés escuchar Taylor Swift todo el día y nada más, y ese tipo de música será la única que pueda mantenerse en pie”.